La princesa y el plebeyo

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En el reino mágico de Alehya
Vivía una triste princesa,
Rodeada de sus criados
Y de toda la realeza.

Con un rostro muy hermoso
Y una piel muy delicada,
Leila era el nombre de aquella
Que a todo el reino encantaba.

Ya al cumplir los 15 años
Tenía muchos pretendientes,
Duques, condes y marqueses
La cortejaban diariamente.

Leila siempre los atendía
Con cortesía y educación,
Pero a ninguno de ellos
Entregaba el corazón.

Ella siempre sonreía
En banquetes y festejos,
Pero su felicidad
No podía estar más lejos.

Cuando nadie la veía
La princesa mucho lloraba,
Pues su corona, oro y joyas
Nada de eso le importaba.

Pues ahora que la princesa
22 años tenía,
Con un hombre desconocido
Su padre la casaría.

Pero es que su corazón
Por mucho que todos se esfuercen,
A una persona muy querida
Hace tiempo pertenece.

Cuando la tristeza la consumía
Y llorando se acostaba,
De cuando tenía 12 años
Ella siempre se acordaba.

A esa edad la princesa
Del castillo se había fugado,
A sus criados y guardias
A todos había burlado

Leila se disfrazó,
Puso un manto en su cabeza,
Fue a explorar a la ciudad
Con una curiosidad inmensa.

Desde las ventanas del castillo
Observaba la ciudad,
Y ese lugar bullicioso
La llenó de curiosidad.

Caminaba por las calles
Hasta llegar a un mercado,
Y se detuvo en un puesto
Donde vendían pescados.

La sorprendió ver a un chico
Que aparentaba su edad,
Pregonando alegremente
Pescados de calidad.

El chico era bonito
No un ídolo de belleza,
Y su actividad y sus ropas
Demostraban su pobreza.

Pero no era su lindo rostro
Lo que a ella impresionaba,
Era otro pequeño detalle
Lo que de él le asombrada.

¿Por qué ella que lo tenía todo
generalmente triste vivía?
Y él que no tenía nada
Rebosaba de alegría.

Ella quería conocerlo
Poder descubrir su secreto,
Esperó a que terminara
Para hacer su movimiento.

Cuando el chico terminó
Era casi mediodía,
Y sin comer, la princesa,
Ya casi desfallecía.

Cuando estaba al desmayarse
Cómo por arte de magia,
Un plato de comida
Le ofrecieron de la nada.

Al mirar a su salvador
Leila se sorprendía,
Era el chico que había esperado
Para hablarle todo el día.

Luego de satisfacer
Aquello que la agobiaba,
Le agradeció por la ayuda
Sonrojábdose apenada.

Pensando que andaba pérdida
El muchacho le ofreció,
Ayudarla a buscar a sus padres
Y por supuesto, ella aceptó.

Recorrieron la ciudad
Por parques, plazas, el puerto,
Y sin darse cuenta muy tarde
Para los dos se había vuelto.

Durante todo ese tiempo juntos
Hablaron, corrieron, se divirtieron,
Así fue como Leila y Dalton
Poco a poco se conocieron.

La princesa se alegró
De nuevas lugares conocer,
Pero había llegado la hora
De a su palacio volver.

A Dalton le confesó
Que volver a su casa sabía,
Que no lo mencionó antes
Pues disfrutaba su compañía.

Con tan solo esa explicación
Leila de él se despidió,
Y visitar a su amigo del mercado
Algo diario se volvió.

Cada día la princesa
Del castillo se escapaba,
Con ideas siempre locas
A todos los guardias burlaba.

Así pasaron 2 años
Donde su amistad creció,
Y en el corazón de ambos
El amor también floreció.

Cuando ella decidió
Al fin contarle su secreto,
Dalton quedó impactado
Sin saber que hacer al respecto.

Enamorarse de una princesa
Eso no era algo pequeño,
Pues la enorme diferencia de clases
Destruiría su sueño.

Ese día se despidieron
Sin decirse nada más,
Y al día siguiente, Dalton,
Abandonó la ciudad.

Leila volvió a la rutina
De la educada princesa,
Y en las noches solitarias
Se ahogaba en su tristeza.

Habían pasado ya 8 años
Desde que Dalton había partido,
Pero en su corazón
La princesa se había decidido.

Con ningún prometido extraño
Ella nunca se casaría,
En su mente estaba claro
A quién su amor pertenecía.

De esa forma fue que un plan
Ideó en un segundo,
Se marcharía del castillo
Y buscaría a su amor por el mundo.

Con muy pocas provisiones
Partió en la noche fujitiva,
Pensando que en el palacio
Nadie sospechó de su partida.

Pero el Rey y la Reina
Se encontraban preparados,
Habían creado medidas
Para quien había escapado.

En cada posible salida
Muchos guardias se apostaron,
Y en tan solo 24 horas
A la princesa capturaron.

Ella suplicó a sus padres,
Dijo que no se casaría,
Que a entregar su corazón
Nadie la obligaría.

Su padre le replicaba
Que ningún pretexto busque,
Que su prometido era un hombre rico
Y además era un nuevo Duque.

Era un duque con buenas tierras
Que había sido aventurero,
Que amasó su gran fortuna
En sus misiones como guerrero.

Aún así la princesa
No pretendía casarse,
Y si iban a obligarla
Prefería suicidarse.

Cuando ya la discusión
Se estaba calentando,
Al palacio, a ver al Rey
Un invitado iba llegando.

"El Duque de Helburgo"
El criado había anunciado,
"El prometido de la princesa Leila,
a palacio ha arribado".

"¡Aquí no eres bienvenido!"
Dijo Leila desesperada,
Y fue a despedir al duque
Que con calma la esperaba

Leila quedó paralizada
Cuando su rostro miró,
Las rodillas le fallaron
Y al suelo se cayó.

"¿Esperaste mucho tiempo?"
Dijo el duque preparado,
"Ya no tenemos que escondernos,
ya puedo estar a tu lado".

La princesa estalló en llanto
Mirando a su amor esperado,
Era Dalton, ahora un duque,
Que por ella había regresado.

La moraleja de la historia
De esta triste princesa,
Es que si el amor es verdadero,
Aunque se aleje, siempre por ti regresa.

FIN.


Caprichos con pluma y tintaWhere stories live. Discover now