Y, Ardimos.

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Y tal como lo predijo. El fuego entre los dos ardía cada vez más.

Las interacciones entre tío y sobrina subían de tono cada vez, Bruno se las había arreglado para no llegar hasta el final con ella, a pesar de sus palabras ante la última profecía y que la joven ya había cumplido los 18, muy dentro de él aún daba tiempo por si Mirabel abría los ojos y decidía dejar está locura.

Pero aun con el miedo que también llegaba a compartir Mirabel, el arrepentirse de cómo iban avanzando las cosas no estaba en sus planes.

Mirabel no podía estar más agradecida de que Casita hubiera modificado tan convenientemente los cuartos.

Las noches de novelas, ahora parecían tener escenas extras, siendo Bruno y Mirabel los estelares de besos cada vez más profundos e invasivos, tan pasionales.

Los instintos de Bruno y el calor del momento habían llevado al hombre a colar su mano bajo la blusa de la joven más de una vez, sintiendo los pechos de esta, sacando pequeños gemidos y algo de sorpresa la primera vez que tuvieron ese tipo de interacción.

Pero con el tiempo avanzando, la confianza iba creciendo. Mirabel buscaba cada vez más contacto, rozando sus caderas o piernas en la entrepierna del contrario, abochornandolo y provocando que tuvieran que parar por la clara incomodidad por la dureza en sus pantalones que por más que tratara de cubrirla con su ruana Mirabel la había llegado a sentir.

Bruno había advertido a Mirabel que debían ser cuidadosos con sus interacciones frente a los demás, todos los veían como lo que se supone debían ser, un tío y una sobrina que se unían por varias cosas en común y tenían una muy buena relación y conexión. Pero nada más.

Pero el ojiverde, no quería tentar el instinto maternal en su propia madre, o en Julieta o incluso en el propio Agustín que podían llegar a olerse que algo se traían.

De hecho, el temor y las precauciones comenzaron cuando una tarde Pepa y Julieta lo veían burlonas.

Y después habían provocado que se medio ahogara con la empanada que se comía al hacerle el comentario de que lucía soñador y enamorado. Preguntando quién era la afortunada.

Logró zafarse, jugando su carta del papel de Bruno mala suerte y que nadie lo querría cerca, haciendo sentir mal a sus hermanas y limitándolas a ese tipo de comentarios.

Se sintió un poco mal, sobre todo por Julieta, pero eso le sirvió para hacerlo consciente de que debía cuidar sus expresiones y lenguaje corporal frente a los demás.



Fue una tarde de verano, que un grito aturdidor alertó a toda la familia reuniendola en el jardín principal de la residencia.
El día especial para Dolores finalmente había llegado, al llegar pudieron ver a Mariano cargando a la muchacha dándole un par de vueltas en el aire abrazados de lo más amoroso.
Al soltarla ella se volteó hacia sus familiares, mano levantada, señalando el gran anillo. Todas sus primas se acercaron corriendo a ella con un grito agudo de alegría.
Pepa se mantuvo alejada con ojos cristalizados con Felix sujetándola por la cintura. Su pequeña oficialmente comprometida.

La abuela sugirió ir a comer fuera de casa, para aprovechar y anunciar las buena nuevas a todo el pueblo. Todos aceptaron más que gustosos.

El lugar que escogieron tenía una gran pista de baile, donde Félix sacó a bailar a su hija y el entusiasmo se fue contagiando por toda la familia. Bruno quien no acostumbraba ese tipo de interacciones, se encontraba en una silla a la mesa disfrutando del ambiente a través de los demás. Mirabel luego de un rato se hartó de invitarlo a lo lejos y fue hasta él a jalarlo hacia la pista causando la risa de Julieta y Pepa.

Una profecía muy peligrosa.Where stories live. Discover now