Capitulo Trece

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      Por segunda mañana consecutiva, Aome se despertó al lado de Bankotsu D'Angelo. Se había dado la vuelta para poder observar la luz de la mañana. Incluso dormido, parecía decidido, su rostro casi no estaba relajado. Le había sorprendido que que fuese a verla la noche anterior, pero no tanto como para rechazarlo. Cada caricia, cada beso, cada suspiro, habían sido su afirmación. La prueba que todavía era atractiva, de que podía satisfacer a un hombre, incluso a un hombre como aquél.

      Hacer el amor con el le satisfacía  a muchos niveles, pero era, sobre todo, como si Bankotsu se regalase a si mismo. Aunque durante el día siguiese comportándose de un modo distante, por la noche había demostrado ser solo suyo. A pesar de que ella no entendía lo que murmuraba en italiano durante aquellos momentos de pasión, era evidente que hablaba con ternura; la acariciaba con tanto cuidado, que Aome empezó a sentir algo por el, algo que le sorprendía debido a su intensidad.

      Nunca se había sentido asi con Inuyasha. El la había sacado de la protección de su padre en un viaje que había hecho a Europa. Aome, que se sentía presionada por su padre para entablar una relación con Sesshōmaru, había aceptado  a Inuyasha como una válvula de escape. El  hecho de que hubiesen estado juntos y se hubiesen casado había hecho que su padre la rechazase.

      Aome había creído entonces que nunca se podría sentir mas sola, pero después de la muerte de Inuyasha, y todo lo que había sucedido, había aprendido un nuevo significado de la palabra <soledad>.

      Bankotsu se movió y le acaricio la cadera antes de volver a dormirse. Ella experimento de nuevo el deseo, y se acurruco contra el. Era evidente que en esos momentos no se sentía sola.

  Una leve sonrisa acaricio sus labios. Durante la noche, el apetito sexual de Bankotsu había sido voraz, pero en esos momentos le tocaba a ella despertarlo y darle placer. Él le había dado tanto, a tantos niveles, que Aome estaba empezando a conocer su cuerpo casi tan bien como el propio. Bajó las sabanas para dejarlo desnudo; él también había empezado a excitarse. Le acaricio el estómago con la melena y luego le pazo la lengua por la cadera, y el se lo puso la piel de gallina.

      Tomó su erección con la boca y decidió que en esa ocasión no pararía. Aquel seria su regalo.

      Más tarde ese mismo día, Bankotsu fue a hablar con ella.

      -Quiero que te traslades a la habitación principal.

      Aome se puso tensa, su cuerpo todavía recordaba el ultimo orgasmo que el le había proporcionado.

      -No quiero tener que ir a buscarte a media noche -continuo el mirándola a la cara-. Es mejor que seamos sinceros el uno con el otro, Aome. Lo que hay entre nosotros no es algo que vaya a acabarse pronto, ni que podamos ignorar. Somos adultos, comportémonos como tales.

      A ella no se le ocurrió nada que decir, ni que objetar. En los brazos de Bankotsu, había conocido un placer incomparable.  Sería maravilloso poder despertarse todas las mañanas como aquella mañana. Sintió que la esperanza crecía en su interior. Tal vez aquello pudiese convertirse en algo permanente. Su comienzo juntos no había sido bueno, pero todo había cambiado. 

      Lo miró con deseo antes de contestar. Él había empezado a fruncir el ceño, era evidente que su paciencia se estaba agotando.

      -¿Estás seguro?

      -Si no lo estuviese, no te lo habría dicho.

      -Entonces, esta bien. Llevare mis cosas arriba hoy mismo.

      -Excelente -dijo el sonriendo. Había empezado a decir algo mas cuando sonó el teléfono que había en el pasillo. Le dio un beso rápido  en los labios y se fue a contestar.

Amor y VenganzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora