XXVI. Siempre

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En estos momentos de tierna y ridícula nostalgia es cuando recuerdo que algo dentro de mí todavía está roto

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En estos momentos de tierna y ridícula nostalgia es cuando recuerdo que algo dentro de mí todavía está roto.


Bajo otro atardecer el pueblo de Encanto se mostraba precioso en aquellos tonos naranjas, amarillos y cobrizos trayendo consigo una pacífica vista para nuestra protagonista sentada a la sombra de un árbol que no había visitado en muchos años.

Su lugar favorito, su pedazo de magia y su propio pequeño cuento de hadas era como solía describir el sitio donde Camilo y ella se hicieron amigos. Pero también era el último lugar donde se habían dado un beso antes de la tragedia.

En su corazón traía una mezcla de dolor, nostalgia y felicidad al sentir la hierva sobre su piel que había crecido tanto como darle pequeñas cosquillas con los roces de una brisa fresca que paseaba consigo el dulce aroma a flores silvestres. Aún se preguntaba que hacía en ese lugar que le provocaba tantos agridulces recuerdos, hasta ahora no había tenido el valor de regresar...pero verlo a él, su sola presencia en su vida era un huracán de sensaciones que hace tanto no sentía.

«Creo que vine aquí para pensar...». Se respondió ella misma admirando como el sol descendía poco a poco.

¿Qué se supone que pasaría ahora? Se habían perdonado mutuamente y luego solo siguieron sus caminos en silencio. Él fue a casa y ella a trabajar. Ella suspiró con pesar al notar que él nuevamente le hacía falta.

— Estás aquí...

La voz de Camilo la sacó de su nube de pensamientos para verse con una sorpresa que supieron disimular.

— Necesitaba pensar... — Respondió ella dedicándole una dulce y suave sonrisa —. Al parecer tú también.

Nuestro moreno se sentó a su lado en silencio para contemplar también el atardecer.

— No vengo aquí desde ese día — Confesó este en voz baja con la mirada al lejano sol.

— Somos dos — Comentó admirando lo cálidos y brillantes que se veían los ojos de Camilo.

— ¿En qué piensas? — Curioseó viéndola.

— En que esto se siente extrañamente bien y al mismo tiempo...duele, y no sé porque.

Camilo sintiendo lo mismo le sonrió con delicadeza extendiendo sus brazos hacia ella, ambos necesitaban un abrazo sin lágrimas ni disculpas. Solo un confortable abrazo de amigos.

Ella no dudó en corresponder y rápidamente se acurrucó en su pecho con notorio cariño deleitándose con el ligero latir del corazón del pecoso. Aún recordaba que ese sonido siempre le ayudaba a dormir.

— No tan fuerte, que aún me duele el brazo — Comentó con gracia al sentir el fuerte agarre del abrazo de Carolina.

— ¿Qué...? — Cuestionó separándose, preocupada —. ¿Cómo qué te duele el...?

Se detuvo al notar como él levantaba con lentitud su brazo aún herido y con vendajes, cosa que no había visto por su ruana. Pero antes de que ella preguntase el por qué no se había curado el respondió con notorio orgullo y felicidad:

— Esta es la prueba de que no estoy soñando, y de que el amor de mi vida aún se preocupa por mí.

Carolina sintió como el calor subía por su rostro y se quedaba en sus mejillas sonrojadas.

— Sé que no es correcto decírtelo de este modo porque eres novia de Alexander, pero...

— ¿¡Qué yo qué!? — Interrumpió con gran confusión callando de golpe al moreno.

— Que tú y Ramir...— Se detuvo nuevamente al oír la risa de la muchacha.

— Por favor — Dijo con gracia —. ¿De dónde sacaste eso Cami?

— ¿Entonces...no están juntos?

Ella negó con obviedad quitándole un gran peso tortuoso al ruloso.

— Gracias dios de las arepas — Soltó en un suspiro de alivio mirando el cielo.

Al voltear se encontró con el rostro aún confundido de Carolina a quien tuvo que explicarle lo ocurrido el día de ayer y lo que había visto: El supuesto beso entre ella y Alex.

Ella rápidamente dijo su versión aclarando los pensamientos del moreno, después de unas cuantas palabras más finalizó diciendo:

— No digas tonterías Camilo, además a él le gusta Dan...

De pronto al mencionar a la pelirroja ambos recordaron el incidente entre la Ojimiel y el ruloso.

— Lo que viste ayer no es lo que parece — Habló él con velocidad.

— Ilumíname la mente entonces.

— ¿Cómo resumir qué quise empezar una relación con mi amiga por qué quién amo supuestamente ya estaba con alguien más?...Te vi feliz, yo...yo también quería serlo.

— ¿Me amas? — Preguntó despacio después de entender el pequeño resumen — ¿Después de todo este tiempo...?

Las manos de Camilo acariciaron con amor el rostro de joven mientras ambos se deleitaron en su mirada, acercándose poco a poco.

— Siempre — Respondió él en un susurró que desapareció cuando sus labios se juntaron.

Muy poco ahora le importaba el dolor en su pierna o en su brazo; pues de un solo movimiento y sin dejar de disfrutar sus labios  la recostó sobre la hierba quedando él encima dándole suaves caricias en su espalda mientras ella movía sus dedos sobre ese desordenado y hermoso cabello que él poseía.

Con sutiles movimientos en aquel beso demostraron cuanto se hacían falta el uno al otro, extrañándose cada segundo.

— Ya no aguantaba un minuto más sin besarte — Confesó él cercano al tierno y bello rostro sonrojado de su amor.

Ella soltó una risilla apenada para luego tomar entre sus manos esas pecosas mejillas que ella tanto adoraba y darle otro profundo beso que duró unos segundos más.

—  Te amo Camilo — Susurró al finalizar.

Con la vista hacia arriba pudo apreciar como detrás del moreno un hermoso cielo estrellado se hizo presente y la luz de la luna chocaba bellamente con su silueta. Una vista perfecta, sublime y hermosa en la que él era el protagonista; una obra de arte para ella.

— Y yo te amo a ti mi precioso girasol.

Después de una intensa sesión de besos, risas y algunas anécdotas para recuperar el tiempo perdido, ambos decidieron que era hora de cenar. Ninguno quiso separarse, así que nuestro moreno insistente pidió que ella fuera a Casita a cenar.

Para nada fue una sorpresa que al llegar todos la recibieran con los brazos abiertos y una preciosa cena; dándole crédito a Dolores a quien le salieron algunas lágrimas al ver a Carolina en su casa junto a su feliz hermano.

Un bello arcoíris adornó la casa cuando Pepa abrazó fuertemente a la muchacha seguido de Félix quien alegre le dijo:

— Bienvenida a casa, mi niña.

Ella no pudo evitar llorar por todo el amor que estaba recibiendo hasta que el pequeño Antonio le brindó un pañuelo.

— Por favor no llores — Suplicó el menor —. Todo ya está bien...

— Sí... tienes razón mi pequeño príncipe — Respondió secando sus gotas saladas con la suave tela —. Todo está perfecto...

Quizás ella habló muy pronto, porque cuando se dispusieron a ir al comedor para empezar con la cena Bruno apareció bajo la mirada de su familia y los recién llegados.

De Ti Encantado | Camilo Madrigal y Tú | WriterShadowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora