1.─Donde empieza.

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Comenzó un 10 de octubre, en algún momento de los 80

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Comenzó un 10 de octubre, en algún momento de los 80.
Donde el estereotipo glamour de un joven despreocupado, es vestirse genial, ser extrovertido y tener muchos amigos.
Allí en el barrio, o más bien: el pueblo entero, cumplía con aquel requisito, y presumían de ello en las escuelas, en las calles y en zonas públicas.
Los que no estaban a esa altura, eran sencillamente ignorados. Quizá tratados como algo inferior por su misma generación.

Es por eso que los que no deseaban ser excluidos, terminaban en lugares poco favorables, pero al final, terminaban estando a la altura requerida para ser un joven popular, o uno más del montón.

Una tarde de invierno, donde el atardecer comenzaba a atraer su mixtura entre un anaranjado y rosado, las calles del vecindario estaban repletas de niños y jóvenes, sin importar la hora.
Los grupos de adolescentes se mezclaban y se concentraban especialmente en el parque urbano del vecindario, la mayor atracción para el pequeño y casi invisible pueblito de un punto en miniatura de Utah.

En distintas bandas juveniles, todos, o la mayoría de chicos, llevaba puesto la moda del momento: camisas con una chaqueta de vuelo abierta. El cabello les daba el toque pues los más grandes, por en cima de los 17 años, llevaban un corte voluminoso, que definía su personalidad pícara y radiante.
Y no era para nada ordinario; cuánto más único, mejor.

Es allí donde empieza la historia de Michael:

Un chico que, como los demás, intentaba resaltar a su manera.
Y lo conseguía.
Michael Afton era conocido en el pueblo gracias al reconocimiento de su padre en cuanto dio a conocer un gran proyecto que se convertiría en la atracción principal del pueblo, lo que posiblemente atraería turistas en un futuro no muy lejano.
Ah, el señor Afton y su gran ingenio; un hombre amable y servicial que amaba a los niños; siempre aconsejando a los demás adultos de no ser tan duros con sus propios hijos.
Lamentablemente para el señor Afton, su hijo mayor aplastaba su buena voluntad y la opacaba con una que se definía en una sola palabra:

Bravucón.

Con sus doce años, ya consumidos por la mitad de un año, el mayor de los hijos Afton, era malo. Temido por los más pequeños, envidiado por los de su edad, y odiado por los más grandes. Jactado por la limpia e influyente imagen de su padre, Michael podía alardear y a su vez, lograr que nadie se metiera con él.

Él era líder, por así decirlo, de su propia banda. Amante del deporte, especialmente del basquetbol, y no era una suposición; era un hecho, pues ahora acababa de salir de la cancha después de pasársela jugando varias horas con sus amigos.

Se habían apoderado de la cancha, al menos unas dos horas, o un poco más, solo para no darle oportunidad a unos niños que habían llegado primero y no tuvieron la voz para confrontarlos.
Entre su grupo de amigos, se encontraban chicos igual de bravos que él, por ende, nadie se metía con ninguno.
Finalmente se aburrieron y se marcharon, causando bullicio entre ellos mismos, contando chistes al aire y de mal gusto.
Cualquiera que se ponía en su camino, automáticamente se apartaba para no ser blanco de sus burlas.

──AGRIDULCE [Primera Parte] Where stories live. Discover now