Capítulo 4.- El rescate de las princesas (Parte 5)

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Sentí que no había dormido bien. Tenía muchas cosas en la cabeza y los regaños de mi madre no habían hecho más que estresarme todavía más. Encima, ni siquiera se quedó conforme. Lo último que recuerdo de la discusión que sostuvimos, fue que no volviera a esconderme nada tan importante y que la mantuviera al tanto de cualquier otro asunto que me involucrase.

Tras un escueto Está bien de mi parte, me fui a dormir, pero fue una de aquellas noches en las que uno nada más apoya la cabeza en la almohada y, al abrir y cerrar los ojos, ya es de día.

Aún con la sensación de pesadez causada por la falta de descanso, me preparé para ir a la escuela. Si algo bueno había en ello, eso es que ya era viernes y podría permitirme dormir un poco más para compensar a mi cuerpo. Vaya semana tan agotadora, y ni siquiera había terminado con todos mis asuntos.

Salí de casa y me dirigí a la escuela. Hilaba mis pensamientos al caminar, pero todo en cuanto había estado pensando pasó a segundo plano gracias a algo que ocurría a poca distancia del portón de la entrada. Desde la esquina, me percaté de tres personas adultas sosteniendo una fuerte discusión, desquiciando así el acceso de los estudiantes al plantel. Al acercarme, vi que eran una pareja, hombre y mujer, contra el prefecto de la escuela. Hablaban de forma tan airada que varios estudiantes preferían quedarse a ver aquella escena en lugar de asistir a clases.

––¡¿Cómo que mi hijo ya no puede entrar?! ¡No puede expulsarlo sin que nosotros estemos enterados! ––reclamó la mujer en cierto momento, lo que atrajo mi atención––. ¡Ustedes están cometiendo una arbitrariedad!

––Lo siento mucho, señora ––respondió el prefecto, igual de imperturbable que siempre; pese a estar enfrentándose a una madre enfurecida, se mantenía sereno y firme––. Tengo entendido que el director les envió por correo electrónico un oficio en el que se explican los motivos por los que su hijo fue expulsado, debido a que no asistieron a la reunión a la que fueron citados.

––Eso es demasiado radical ––intervino entonces el hombre que acompañaba a la mujer, un tanto más tranquilo––. Es ilegal que tomen esa decisión sin consultarnos y a nuestras espaldas. Pareciera que no quieren tener nada que ver con él.

––Con el debido respeto, señor, pero me parece que está percibiendo las cosas de manera equivocada.

––¿Cree que desconozco mis propios derechos y los de mi familia?

––No estoy diciendo eso, señor. Solo le digo que las decisiones del director no carecen de fundamento. No fue algo al azar.

––¿Llama fundamentos a una falsa acusación de intento de violación? ––cuestionó la mujer, lo que terminó de confirmarme de quiénes se trataban aquellos dos––. Es increíble lo fácil que se creen lo que les dice cualquier estudiante sin investigar primero.

Eran los padres de Alejandro Villanueva, quienes estaban abogando para que su hijo pudiera entrar a clases. Sólo que, según lo que el prefecto dijo, Alejandro ya había sido expulsado. Una buena noticia dentro de todo lo malo.

Me acerqué más, procurando dar la impresión de que solo quería entrar al plantel; mi verdadera intención era estudiarles bien las caras a esos dos.

La disputa continuó, a reserva de todos los curiosos.

––Si no vas a permitir la entrada a nuestro hijo, entonces ve y dile al director que nos lo diga de frente ––exigió la mujer––. No me parece correcto que lo mande a usted a hacerlo.

––Lo siento mucho, señora, pero el director llega aquí hasta las nueve de la mañana. Yo solo me dedico a gestionar la entrada de los estudiantes ––dijo el prefecto con calma––. Por lo tanto, le recomiendo que vuelva sobre esas horas y hable usted misma con él.

La conspiración de la princesa renegadaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu