Capítulo 13. Pistas

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Jimin no paraba de dar vueltas en la cama. Se había despedido de Yoongi unas horas antes cuando habían terminado de cenar y se había dirigido hacia sus aposentos para descansar. Cuando Eleanor se había marchado, el silfo se había quedado solo, acostado en su cama mientras miraba las estrellas brillantes de Eria por la ventana. Había comenzado a adormilarse, pero de pronto se había desvelado y ya no había podido dormir más.

Cuando ya no tuvo más valor de contar las vueltas que estaba dando esperando a que el sueño lo sumergiese, pateó las sábanas y la manta y se levantó de la cama. Se miró al espejo. Lucía extrañamente cansado así que no entendió muy bien porque no podía dormirse. Paseó a oscuras por la habitación durante un rato, incluso se extrañó de no encontrar a Acua merodeando por allí o dormida en la cama o en el alféizar de la ventana. Salió del cuarto en silencio, y el sonido de la puerta cerrándose se hizo eco en los tenebrosos y solitarios pasillos.

Caminó sabiendo muy bien a dónde dirigirse y se frotó los brazos notando el frescor del incipiente otoño colarse por las rendijas de las paredes. A cada paso que daba, estaba más seguro de que se asfixiaría en su propia magia antes de llegar a donde se dirigía. Conocía muy bien el camino hasta los aposentos reales, ya que esa última semana los había recorrido varias veces para ir a encontrarse con el rey.

Cuando giró una de las esquinas que llevaban hacia el ala oeste del castillo, tuvo que parar en seco. Su magia se atascó en su garganta y boqueó intensamente para poder respirar. Aquel sentimiento extraño lo mareó y se asustó tanto que estuvo a punto de salir corriendo. Sentía algo extrañamente poderoso a su espalda, una magia diferente que no había sentido nunca...una presencia casi fantasmagórica que acechaba en su nuca.

Jadeando, se volvió lentamente hacia el pasillo oscuro, pero no vio nada. Aún así, la presencia seguía allí acechándolo. Podía sentirlo en su cuerpo y en su magia desbocada.

Un maullido a sus pies lo distrajo y el calor del pelaje mullido de Acua le hizo cosquillas en los tobillos. Cuando miró hacia abajo, la gata lo miraba absorta con sus ojos claros buscando mimos y caricias.

El silfo suspiró brevemente y se agachó para coger al animal.

-Aquí estás-susurró cuando la gata se refugió entre sus brazos. Se levantó y la miró a los ojos. -Me has dado un susto de muerte-aseguró acogiéndola contra su cuerpo. Acua solo ronroneó entre los brazos del joven silfo que siguió caminando a paso rápido hasta los aposentos reales al final del pasillo.

Cuando llegó a su destino, tocó un par de veces en la puerta de madera y esperó escuchando atentamente. 

-Adelante-dijo la voz firme de Yoongi. Agarró el pomo y echó un último vistazo al pasillo vacío. Luego empujó con su cuerpo la puerta y asomó la cabeza por la rendija que quedaba. Pudo ver a Yoongi escribiendo rápidamente en el escritorio al fondo de la habitación, justo al lado de la ventana, con su pelo negro cayendo sobre su frente y su posición distendida que tanto le gustaba ver. suspiró rendido por aquella imagen y apretó más a Acua entre sus brazos. La gata maulló incómoda por el apretón y entonces, Yoongi levantó la vista y la posó en ellos.

-¿Jimin, estás bien?-preguntó el joven rey, sorprendido por la visita. Jimin asintió levemente.

-No podemos dormir-comentó asomando a la gata por la puerta que abrió los ojos al ver a su dueño. Yoongi reprimió una pequeña risilla al ver a Acua allí colgando como un peluche entre las manos del silfo.

-Anda, pasad-pidió el mayor levantándose del escritorio. Jimin sonrió y se deslizó silenciosamente entre la puerta volviendo a sujetar a Acua contra su pecho. Cerró tras de sí y ambos jóvenes se miraron intensamente.

ERIA/YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora