Entrenando a Park

La Bienvenida

(  CERO PUNTO UNO )

"La sociedad abierta es aquella en la que los hombres han aprendido a ser en cierta medida críticos de los tabúes, y basar las decisiones sobre la autoridad de su propia inteligencia".

—Karl Popper

—¿Quedó claro lo que te acabo de decir? —le preguntó en un tono demandante, como la de un entrenador que no volvería a repetir lo mismo en su primera clase con los novatos.

—Sí —le respondió, aunque en realidad no había entendido nada y tenía otras mil dudas más.

—Perfecto, recuerda que aquí nadie es más que nadie, todos somos iguales. No esperes un aplauso, reconocimiento o elogio, porque no lo tendrás, ni tampoco trates de indignarte si alguna vez sientes que tu trabajo no es valorado, como te repetí, seas o no talentoso, nucas serás lo suficiente mientras trabajes aquí —le dijo, empleando ese tono de voz apático pero profesional para transmitir ese sentimiento de intimidación y cero comodidad.

Y es que aunque tuviera un cargo más que los otros, eso bastaba para que se sintiera con la suficiencia y el derecho de subajar a los que no estuvieran a su nivel laboral. Sí, personas como esas eran las encargadas de darles la bienvenida a los nuevos.

—Pero, ¿por qué? ¿Que acaso nuestro trabajo no sirve de nada? ¿Nuestro esfuerzo no cuenta? —la indignación ya empezaba a recorrer su sangre.

—Sí, claro que cuenta como el de todos. Pero somos un eslabón más que figura en la pirámide de esta empresa. Arriba de nosotros se encuentran muchos otros más importantes, aquellos que están por encima y bajo la cúspide. Por eso somos nada al lado de ellos.

—No me parece justo, si es como dices que es, entonces esas personas dependen de nosotros, del trabajo que aportamos. Es contradictorio y a la vez sin sentido lo que dices, incluso te estás despreciando, porque entonces no somos "nada" sino pieza fundamental de la pirámide —replicó, sin ocultar el enojo que le causaba seguir viendo ese tipo de discriminación en pleno siglo XXI.

"¿Pero en qué clase de empresa me he metido?"

Se preguntó por un momento.

—Jamás minimicé el trabajo que aportamos, ni me desprecié. Lo que aquí se hace y que quiero que te quede bastante claro es que sepas cuál es tu lugar aquí, arriba de ti hay superiores que son mejores que tú, te guste o no.

—Pero es denigrante.

—¿Y qué si lo es? —bufó, sin darle importancia —Estás aquí porque necesitas el dinero, ¿o no? Como todos, así que el hecho de que tu currículum haya sido seleccionado entre los miles otros ya es un privilegio. Ahórrate la moral e integridad que aquí eso sale sobrando, solo haz tu trabajo y no interfieras en el flujo del sistema.

Su tono de voz era tan frío como lo insoportable que era su persona, tan apática, sin una pizca de amabilidad o tacto. Rayando en lo cretino y arrogante. Incluso sus argumentos resultaban una burla y un desperdicio de saliva y energía. Pero no refutaría más porque eso sería empezar una discusión, y eso era algo que no le convenía en esos momentos.

Pero qué difícil era lidiar con ese tipo de personas, más si tu persona era todo lo contrario de ser sumisa y maleable a lo que la sociedad dictaba, todo lo opuesto de ser alguien auténtico e integro.