Único.

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Un nuevo circo nunca antes visto en esa zona había llegado, llamando la atención no sólo de infantes y jóvenes sino que también de varios adultos interesados en los actos repugnantes que se realizaban en ese lugar. Por obvias razones cierta parte de este lugar estaba restringida para personas ajenas a sus inmundicias, solo aquellos que tenían esa tarjeta especial eran capaces de entrar al lugar. Y quienes iban sin saber lo que pasaría en ese circo, simplemente no salían con vida.

Pero aún sin saberlo, las personas compraban entradas para los actos "comunes" que realizaban para poder cazar personas y así realizar su verdadero show.

La mayoría de personas de ese pueblo en donde se encontraba esa gran carpa ya habían comprado su entrada, sin saber como terminarían después de esa espectacular noche.

Entre esos mucho estaban los amigos de Young, quienes sin pensarlo compraron sus entradas emocionados por ver el espectáculo que tendrían esa noche. Sin embargo, cuando estos le dijeron que si los iba a acompañar este simplemente se negó.

-¡Vamos Young, solo será por un momento, te traeremos a casa si eso es lo que quieres! - exclamó Han, el mayor de ese grupo de patanes, como le decían sus madres.

-¡Solo será el primer acto, si no te gusta nos iremos y te llevaremos a comer! ¡Por favor! - le siguió Alvin casi lloriqueando.

-No puedo ir chicos, realmente no puedo, tengo demasiados trabajos por hacer. - no mentía del todo, el día anterior se la pasó jugando videojuegos y sin querer no hizo ninguna asignación de las que tenía pendientes. -Además, saben que no me gustan los circos.

Los demás suspiraron rendidos, no podrían ir con Young a presenciar el espectáculo de esa noche. Sin más que hacer se despidieron del chico y salieron de la casa dirigiéndose a el parque para pasar el rato antes de que fueran las nueve y empiece la función.

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Luego de un tiempo el reloj marcaba las ocho y veinticinco de la noche, Young suspiró totalmente cansado mientras se levantaba de la silla de su escritorio y estiraba su cuerpo, sintiendo como sus músculos se contraen y luego se comenzaban a relajarse.

-Solo falta uno - dijo para si mismo, se hincó y comenzó a buscar en una caja los materiales que necesitaba para terminar por completo todos los pendientes que tenia.

-Agh, no hay más pintura, tendré que ir a la papelería. - se quejó y luego se levantó de el suelo, tomó un abrigo de su armario y salió de su habitación para llegar a la sala. -Saldré a la papelería a comprar unas cosas. - anunció a su madre quien estaba viendo televisión.

-Vuelve rápido, tu padre llegará pronto con la cena. - habló sin quitar la vista del televisor.

-Esta bien. - dijo sin saber lo que pasaría después. Salió de su casa con la esperanza de que la señora de la papelería no hubiese cerrado. No quedaba tan lejos, quizás unos quince minutos a pie ya que se encontraba cerca de la carretera. El camino era solitario, más no peligroso ya que en ese pueblo todos se conocían y no serían capaces de cometer una atrocidad.

Luego de un tiempo caminando sacó su teléfono y miró la hora dándose cuenta de que sólo habían pasado ocho minutos desde que salió de su casa. Sin fijarse que alguien lo observaba desde los lejos.

Paso un rato y miró como las luces de la tienda que buscaba estaban encendidas, agradeció mentalmente a cualquier dios existente por no haberle hecho caminar por nada. Comenzó a correr para llegar más rápido, sin darse cuenta que aquella persona empezó a seguirle.

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