VIII. ¿Avanzar?

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Briana
Actualidad

Tengo viva la imagen de su rostro demacrado, de su cuerpo impregnado de agua, de la fragilidad que transmitía su ser. Me cuesta dejar de rumiar respecto a su tacto helado, a sus ojos que en un principio se mostraban tan carentes, y luego, ese contraste que hubo en su mirar cuando sujetó mi rostro entre sus manos, como el auto se llenó de tibieza en ese lapso, me lleva a pensar que pude ayudarle un tanto, que pude no solo ser su chofer.
Espero, de verdad espero que esté bien.
Me abruma la sensación de zozobra que me dejó su estado y es que, Dios se veía tan mal allí bajo la lluvia, se mostraba tan rota.

Tengo que detener el motor porque con la cabeza en Saturno, en la galaxia de sus ojos que está noche solo me la regaló un instante y esta lluvia, de seguro no llego a casa, a casa con Manuel.

Recuerdo las ganas que tuve de quedarme un rato con ella para saber que estaría bien, sin embargo el pensar que allí dentro la estaría esperando su esposo me hizo recular de inmediato.

<<¿Qué le sucede?, ¿Qué sucede con su hermano? >>.
Rememoro cuán feliz se veía antes al hablar de él, al contarme lo inteligente que era, cuánto lo quería.
<<¿Y dónde está su esposo>>. ¿No es él quien debe estar con ella en momentos así?

Ya con el vehículo estático, recuesto la frente sobre el volante, las gotas que provienen de las nubes impactan contra el metal, las que suenan en los charquillos de la calzada me adormecen con cada minuto que paso quieta allí . Observo mis pies pues  tengo miedo de cerrar los ojos y que mi mente se llene el doble de ella, mas lo hago, dejo de pelear contra lo absurdo, de igual forma su imagen no se va a ir fácil, menos aún al ver esta faceta lúgubre. En la sombra de mis párpados se refleja otra vez su silueta calada hasta el tuétano, acrecentando la necesidad de saber cómo se encuentra en este momento.

Me frustra todo lo que Elena despierta en mi, como estando o sin estar logra que me concentre solo en ella, a pesar de que tengo claro que es mi culpa, me desespera. ¿Le sucederá igual que a mi que a pesar de contar con Manuel, me siento vacía?, ¿tendrá una mala relación con su esposo?, ¿Estará divorciada y por ello no llevaba el anillo aquella tarde?, ¿Y hoy?

No capté en fijarme si lo traía, el tenerla frente a mi en ese estado catatónico del principio fue demasiado como para ponerme a pensar en algo más.
Me concentro ahora en la sensación de sus dedos sobre mi piel, aunque creo que no lo llevaba, me es imposible estar segura. Quisiera tenerla aún a mi lado para fijarme o para que me vuelva a acariciar el rostro, las orejas, para volver a sentirla.
Regresa esa mirada devastada a mi psique, esos ojos negros, sin fondo.

<<En definitiva necesito respuestas o terapia>>. Pienso mientras conecto el celular al dispositivo de llamadas del coche y le marco a quien me puede ayudar con la primera opción.
Su voz, suave, femenina, con un tinte de curiosidad se escucha luego de tres tonos.

—¿En qué le puedo ayudar, majestad?— Luisa siempre me llama de esa forma cuando llevo más de 24 horas sin hablarle. De fondo hay algo de ajetreo, miro el reloj del aparato y caigo en cuenta de que aún debe estar laborando.

—Lu, ¿cómo estás? —aún así sé que puedo hablar con ella.

—De esclava, ya sabes. Ah que no, no sabes, estabas desaparecida.

—Lo siento.

—Solo un "hola, estoy bien" no cuesta mucho, Bri —advierto como su inconfundible taconeo se filtra en la llamada.

—Discúlpame, tengo la mente hecha un lío y sabes que...

—Te aíslas cuando eso pasa, lo sé, eso me preocupa más, por ello solo te pido que me digas al menos que estás bien. Dahian tampoco sabía nada, debes hablar con ella.

Almas PerdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora