Capítulo 1: Annie

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SEIS MESES ANTES

-Annie, vas a llegar tarde a clase- dijo mi madre mientras que me daba un beso en mi frente.

-Cinco minutos más- dije dándome la vuelta en la cama.

-Cariño... el desayuno ya está listo y dentro de poco tú padre y yo nos vamos- dijo zarandeando suavemente mi hombro que estaba al descubierto. Me levanté mientras que me desperezaba luego me frotaba un ojo para poder bien, como si fuese una niña pequeña.- Venga, cámbiate o dúchate y baja a desayunar con nosotros para luego irte al instituto.

Me levanté de la cama tan perezosamente como me desperté y me dirigí como un zombie a mi baño. Allí me despojé de la ropa y me metí en la ducha, lavándome el pelo y el cuerpo. Al salir de la ducha me se qué con la toalla el cuerpo y solo me froté un poco en el cabello ya que al tenerlo tan corto se me secaba más rápido. Me vestí con unos pantalones vaqueros largos, una camisola grande como si fuera un vestido, amarillo pastel y una rebeca de color marrón oscuro igual de larga que la camisola y por último mis manoletinas negras sencillitas.

Bajé al comedor donde estaban mis padres sentados a la mesa. Al acercarme a ellos, dejaron de mirarse con amor para mirarme a mí con adoración. Yo les sonreí y ellos me respondieron mirándome con ternura y con una sonrisa muy grande. Besé la mejilla de mi padre y luego la de mi madre.

-Buenos días- dije sentándome al lado de mi madre que me tendió mi cola cao que lo cogí gustosa y miré la mesa que estaba llena de comida, sobre todo dulces. Cogí un muffin de chocolate y con pepitas de chocolate, le quité el papel que envolvía a la parte de abajo y le di un bocado haciendo que se deshiciese en mi boca.

-No están tan mal como digiste que te habían quedado, Annie- dijo mi madre mordiendo su muffin. Sonreí alagada y seguí comiendo la bollería que había hecho hasta sentirme satisfecha mientras que mis padres hablaban sobre lo que podrían hacer en su viaje de aniversario. Al acabar de desayunar, todos nos dirigimos a la entrada, no sin yo antes haber cogido algo de los muffins que hice para dárselos a mis amigos. Vi como mis padres cogieron sus maletas y se dirigieron al coche a guardarlas en el maletero, en lo que yo cogía mi mochila del instituto y me metía en los asientos traseros del automóvil.

-Te acuerdas de lo que tienes que hacer cuando estés sola en casa, ¿cierto?- dijo mi padre a través de la ventanilla del coche cuando bajé del coche y cogí mi mochila. Asentí a lo que me decía mi padre según iba transcurriendo el tiempo.

-¿No me dices que no haga fiestas en casa?- pregunté un poco extrañada porque eso es lo que dicen los padres a sus hijos cuando los dejaban solos en casa, ¿no? Ambos se miraron durante unos segundos y luego me miraron con una sonrisa enternecida.

-No porque eres nuestra hija y sabemos que no lo harías porque así te educamos- hablo esta vez mi madre.

-¡Podría hacer una! ¡Estoy en etapa de hacer fiestas!- proteste inflando los cachetes como si fuera una niña pequeña.

-Está bien...- suspiró mi padre.- Si haces una fiesta ten cuidado y no seas tan buena como tu madre que seguro que hospedarías a los inquilinos y los tratarías mejor de lo que te tratarías a ti y te utilicen.

Mamá le miró con cara ofendida y le dió un suave golpe en el brazo. Reí un poco y me despedí de mis padres entrando al instituto. Nada más entrar un brazo fue puesto en mi cabeza como si ésta fuese un posa-brazos.

-¿Qué tal, renacuaja? ¿Tus padres ya se han ido?- escuché la voz de Adam por encima de mí. Me sacudí molesta la cabeza haciendo que se resbalase su brazo. Me giré para mirar los ojos azules oscuros de mi mejor amigo y amigo de la infancia.

Como que me gustasWhere stories live. Discover now