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R A F A E L A

[CUATRO AÑOS ANTES]


—¿Cuánto sale el huggy wuggy? —Preguntó una pequeña criatura de segundo básico que estaba frente a nuestro puesto de peluches en la "esperada" feria de las pulgas de nuestro colegio, donde los terceros y cuartos vendíamos nuestros peluches y juguetes que ya no queríamos o que teníamos guardados para así darles mejor vida y reciclar, junto a eso podríamos recaudar fondos para nuestra licenciatura y gala.

Personalmente no era muy fan de cosas así, con mucha multitud, porque precisamente no era la mejor sociabilizando, pero no podía reclamar mucho, así que suponía que no debía chistar.

Otros puestos tenían juegos y comida, así que podía imaginarme que al resto le gustaba ese tipo de cosas o simplemente la idea de perder clases.

Lo cual compartía de cierto modo.

—Dos mil quinientos—Susurré sin ganas.

—¡¿Qué?! —Chilló la Romina lo suficientemente fuerte y pesá, me llevé una mano a la oreja y le dediqué una mala mirada—, ¿por qué se lo dejai tan barato?

—Es un niño, ¿cómo no cachai que no maneja grandes sumas de plata? —Pregunté como si fuese lo más obvio del mundo, pero parece que no estaba de muy buenas pulgas, porque se lo tomó lo suficientemente mal.

—¿Y a mí qué? Este mono es súper caro—Aclaró zamarreando la cagá fea azul.

—¿Entonces pa que lo trajiste a esta hueá, Romina?

Se lo quité de un sopetón y sus ojos inyectados en sangre delataron lo mal que le parecía mi idea, pero poco me importó cuando volví a cruzar miradas con el pequeño que me miraba con ilusión, revisando en su monedero si le alcanzaba o no para comprarse el peluche.

—Tengo solo dos mil—Puchereó y se me derritió hasta el alma.

—Já, ¿dos lucas? Ni cagando.

Le pegué en las costillas para que se callara y le ofrecí el mono nuevamente al chiquitito, a lo que sus ojos se abrieron más de lo normal con ilusión, mientras que la Romina me observaba horrorizada.

—Ya oh, deja de llorar—Tomé los dos mil que me ofreció el niño y del bolsillo de mi polerón saqué una luca que tenía para comprarme colación, pero ni tenía hambre así que no me importaba tanto—, toma, tres lucas.

—Es que ni siquiera cuesta tres lucas—Volvió a reclamar, a lo que rodé los ojos.

El pequeño me sonrió agradecido y sentí mi corazoncito llenito por mi buena acción.

—Muchas gracias, tía. —Gritó sonoramente, a lo que muchos nos quedaron mirando aguantándose la risa. Me quedé helada por el "tía" y quise llorar porque me sentí vieja, pero el niño ni se inmutó y se despidió con la manito junto a su huggy wuggy.

Le devolví la sonrisa y quedé embobada.

Era muy buena persona, estaba orgullosa de mí.

Apenas la figura del pequeño desapareció, la Romina habló enfurecida.

—Ándate—Ordenó en mala.

Fruncí el ceño.

—¿Qué?

—Eso, tenís un corazón demasiado noble para dejar los juguetes y peluches a mitad de precio, no sirves en este negocio, prefiero que vayai a dar vueltas por ahí, pero si seguimos así la economía de nuestro puesto se va a ir a la chucha. —Exageró, pero aquello me hizo envenarme, por lo que le dediqué unos ojos llenos de desprecio y con la mandíbula lo suficientemente apretada me di media vuelta para irme.

No me olvides #2Where stories live. Discover now