Capítulo 3

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—¡Me pondré al día con ustedes más tarde!

El chico, Mike, saluda descuidadamente a sus amigos, tropezando levemente mientras serpentea entre edificios hacia un callejón cercano. Sus cordones desatados se ensucian rápidamente con el suelo húmedo, pero sospecha que en su estado de ebriedad atarlos sería más una molestia de lo que vale.

Se acerca la medianoche, las calles están bastante desiertas y el viento frío ahora es menos refrescante y más molesto.

Se palpa a sí mismo en busca de un cigarrillo, haciendo un pequeño sonido triunfal cuando encuentra el último en el paquete. El callejón huele vagamente a agua de alcantarillado y orina, pero es difícil para un chico encontrar un minuto para fumar a su edad. Enciende uno e inhala profundamente, saboreando el ardor en su pecho.

Hay un ruido silencioso detrás de él, el sonido de pasos descuidados, y sonríe.

—¿Vienen a asustarme, pendejos? —Mike llama, su respiración formando pequeñas nubes en el aire—. ¡Van a tener que esforzarse más!

Mira por encima del hombro, esperando ver a sus amigos, pero el espacio detrás de él está vacío.

Mike entrecierra los ojos, dejándolos quedarse en el callejón. Podría haber jurado que escuchó a alguien, pero tal vez no. Tal vez solo fue una rata. Se vuelve para dar otra calada a su cigarrillo.

—¿Esforzarse más en qué? —De repente, una chica está frente a él, sonriendo algo deslumbrante. Da un paso sobresaltado hacia atrás.

Algo sobre los dientes blancos como perlas de la chica y su largo cabello castaño lo atrae, pero sus ojos son los verdaderos pateadores. Sus ojos... los mira y sabe que nunca podrá olvidar haberlos visto. Hay algo mal en ese azul muerto y vacío. Algo hueco.

—Mis amigos. Siempre intentan asustarme —Mike tropieza con sus palabras, todavía atrapado en ese azul inquietante, ¿o era dorado? Por un segundo, sólo un segundo, pensó, pero no. Los ojos de la gente no pueden ser dorados—. Entonces...

Le toma más tiempo del que le gustaría admitir notar a la segunda chica, aunque cuando la ve, puede decir por qué. Es la sombra de una persona, aferrándose a una pared cercana como si una ráfaga de viento pudiera destrozarla. Su piel tiene un tono pálido y su parte superior es demasiado grande para ella, lo que la hace parecer imposiblemente pequeña.

—¿Ella se encuentra bien?

—Ella está teniendo un mal día —la chica de ojos azules explica casualmente, como si su amiga no pareciera estar al borde de la muerte. Preocupa su labio, mirando entre las dos.

La intensidad de la mirada de la morena lo pone nervioso. Se lleva una mano para rascarse el cuello.

—Bien, bien. —Mike deja caer su cigarrillo al suelo y lo aplasta con el pie—. Me voy a ir. Encantado de conocerte, supongo.

Tan pronto como las palabras salen de su boca, siente que lo empujan con una fuerza sorprendente, su espalda choca con fuerza contra la pared. Maldice mientras se desploma en el suelo, levantando las manos en una muestra de miedo y pánico.

Esos amenazantes ojos azules lo miran fijamente. 

—Juguemos un juego, ¿de acuerdo? 

—¿Qué diablos está mal con....

—Cara, te dejo vivir —ella lo interrumpe con indiferencia, una moneda brillando entre sus dedos—. Cruz, bueno... 

Ella se agacha frente a él, mostrándole el monstruo debajo de su cara bonita.

Él grita.

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—Tranquilizate —Hope sisea, mirándolo directamente a los ojos. Se calla abruptamente—. Lo juro, algunas personas son tan ruidosas. Es grosero. 

Pétalos Marchitos - HosieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora