Nueve

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Me tuve que resistir el impulso de suspirar. Su mano fue hacia mi nuca y me atrajo hacia él tomándome por sorpresa, su boca quedó a centímetros de la mía.

- Si no parecieras un cachorrito abandonado y no lucieras esas ropas aburridas, de verdad estaría interesado en cargarte.

Me soltó después de eso, y tuve que tomar aire para poder calmar mi respiración.

¿Qué había sido eso? Estaba dividida entre sentirme humillada, dolida o un poco emocionada porque a pesar de todo, él sí ha pensado en cargarme.

Sin embargo, era claro que no le gustaba, al menos no mi carácter ni cómo me visto.

¿Qué tiene de malo el cómo me visto? De todas formas, no es como si fuera a trabajar en pantalones de yoga y camisetas.

Vestía lo que todas las secretarias lucían, una falda de tubo y camisa de botones cerrada.

No era la chica más guapa del mundo, nunca me había considerado una mujer fea tampoco, pero de cierta forma, que un hombre como Ashton Ainsworth dijera eso sobre mí, dolía en lo más profundo.

Respiré profundo y me levanté de la mesa, antes de hacer algo, como llorar o confesarle que, a pesar de todo, tenía fantasías con él sobre la relación.

-Voy a traerle un poco de agua para quitarle esa tomada. -abrió la boca para quejarse, pero no se lo permití. - Y no va a negarse, porque no estoy de humor para aguantar más sus comentarios. ¿Quieres una secretaria con carácter? ¡Bien! Va a mantener la boca callada mientras le busco agua y lo saco como el infierno de aquí.

Una lenta y encantadora sonrisa de bebido apareció en su rostro, iluminando sus ojos. Alisé mi ropa y traté de recomponerme.

No había querido hablarle así, pero siendo sincera, ya me tenía harta. No cualquier secretaria dejaba todo tirado para ir a buscar a su jefe a un bar de mala muerte, lo menos que merecía eran sus insultos o críticas sobre mi personalidad. ¡Qué se fuera al infierno!

Alzó las manos en aceptación, por lo que me dirigí hacia el barman para pedirle un poco de agua. Estaba al final del bar, sirviéndole una copa a otro cliente, era increíble que siguiera vendiéndole bebida a hombres que ya estaban bastante tomados.

A mitad de camino, un hombre se acercó, interponiéndose en mi camino y deteniéndome.

Era el mismo de la mesa de al lado, el que parecía tener muchas ganas de pelear con mi jefe.

Una sonrisa iluminaba su rostro, supe de inmediato que sería problemas.

-¿Buscas algo princesa? -preguntó con morbosa amabilidad.

No era exactamente feo, pero de aspecto descuidado, con la cara grasienta y una chiva muy larga y sucia.

-No en lo que puedas ayudarme, pero gracias -respondí, con una débil sonrisa falsa.

Su sonrisa de dientes amarillos me hizo saber que no se había dado cuenta de mi incomodidad.

También estaba bastante bebido, ni siquiera podía mantenerse de pie sin tambalearse.

¿En qué clase de bar me metió mi jefe?

-Puedo buscarte lo que desees -dijo, e invadió mi espacio personal. - ¿Un polvo rápido en el callejón te apetece?

Solté una risa, sorprendida e incrédula de su propuesta. ¿Hablaba en serio o sólo estaba bromeando?

Me di cuenta de que no en ese mismo momento, en cuanto posó su mano en mi cintura. Me aparté como pude, ya no estaba riéndome de la situación, mucho menos con ese inútil tocándome.

Choqué con un duro hombre detrás de mí, pero no tuve que darme la vuelta para darme cuenta de quién era. Reconocía ese perfume, yo lo había comprado un par de veces por él.

-¡Mantente malditamente alejado de ella! -ordenó con voz dura, dirigiéndose al hombre frente a mí.

El hombre corpulento dejó de mirarme para prestarle atención a mi jefe, que lucía bastante enojado.

-¿Es tu mujer?

-No es tu problema quien sea -respondió, y me encontré sorprendida de su poder para maldecir estando tan bebido. - Si no te alejas de ella, voy a partirte la cara.

Rio, como si se tratara de una broma. Pude sentir la tensión y el deseo en el ambiente, incomodándome mucho más. Nunca nadie se había peleado por mí, tampoco había presenciado muchas peleas en mi vida y no tenía ganas de presencia una.

Pero Ashton lucia tan molesto, temblaba de la ira y eso no era nada bueno, porque el hombre frente a mí tampoco era una santa paloma. Desde que llegué, ambos dejaron claro que no se agradaban, yo sólo era la excusa perfecta para pelear.

-Nunca.

Fui echada hacia un lado por mi jefe, lo que me molestó bastante. Sin embargo, no tuve el valor para decirle nada, él estaba demasiado ocupado en un duelo de miradas contra su oponente, como para prestarme atención.

-No me van los hombres -respondió Ashton, burlón-. Pero si eso es lo que te gusta a ti, hay bastantes hombres por escoger.

-Señor Ainsworth , por favor...

-¿Qué has dicho pedazo inútil? -gritó el de chiva, interrumpiéndome.

No pude decir nada más, porque ambos se enfrascaron en una discusión a gritos que llamó la atención de todo el bar. Miré al barman por ayuda, pero éste ya estaba dirigiéndose hacia nosotros con un bate de beisbol consigo.

Quise advertir a Ashton de lo que pasaba, pero mi jefe estaba a punto de golpear a su oponente, ignorando todo a su al rededor.

-En mi bar no quiero peleas -gruñó obstinado.

- SI quieren golpearse, par de inútiles, será fuera de aquí. ¡Y no se olviden de pagar la cuenta!

Ashton asintió y el otro también, lo que me sorprendió, después de todo, sólo estaban ignorándome a mí.

Mi jefe hurgó entre sus bolsillos y me entregó su billetera junto con sus llaves.

Luego, se quitó la chaqueta y me la entregó también.

- Cuida esto y paga la cuenta, esto va a ser rápido.

-No vaya a pelear, por favor...

-Shhh -pidió, colocando su dedo índice sobre mis labios y rozando su dedo suavemente por ellos, muestras los miraba fijamente- Este inútil se metió con quien no debía, hay que darle una lección.

La Secretaria Where stories live. Discover now