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—"¿Cómo se olvida tan fácil cómo me olvidaste tú?".
El castaño se frotó los ojos, terminando de oír él último mensaje que le había enviado, la persona que hace un mes, consideraba el amor de su vida.
Oh, que va. Él seguía amando con locura a Martín Vargas, pero sabía muy bien que debían darse un tiempo. Desde las grabaciones y las giras en "¿A dónde vamos?" Los celos de ambos, habían aumentado considerablemente, haciéndoles ver la poca confianza que se tenían.
Pero ya había pasado un mes, uno donde el mayor se dio cuenta que no podía vivir sin la sonrisa del menor, sin sus ocurrencias, sin sus tontos chistes, sin sus conversaciones largas... Simplemente no podía vivir sin aquel a quien llamaba "su niño".
Se levantó se la cama, mirándose al espejo.
—al carajo los celos, lo necesito.– murmuró.
ellos verían el modo de seguir, él sabía que podrían.
Entonces, tomo valor y le timbro. una, dos, tres, cuatro, cinco llamadas pérdidas. Volvió a recostarse, mirando su teléfono, notando que le quedaban sólo dos barritas de energía. No, él no podía esperar a que el aparato cargase, Isaza necesitaba hablar con Martín.
Pero... ¿qué le diría? Dio un par de vueltas en su cama, tratando de visualizar el momento en el que estaría frente a él. No, definitivamente se pondría nervioso, terminaría arruinandolo todo. Se levantó y busco entre sus gavetas, sacando aquellas cuatro hojas que cuidaba con su vida.
Eran cuatro cartas, una por cada semana lejos de Martín. Todas se resumian en describir lo mucho que lo extrañaba, en como su recuerdo lo jodía una y otra vez.
Las metió en su bolsillo y salió a la calle, sin percatarse que el amanecer y la llovizna Bogotana, lo seguirían.
No le importo y siguió corriendo. Prefería mojarse, a tener una noche más sin él, definitivamente no aguantaría.
Corrió por avenidas, calles y casas, hasta llegar al apartamento de Martín, dentro de un gran edificio. Subió los escalones, pero inmediatamente, choco con otros cuerpos, decenas de personas venían bajando. Al ver qué un par de patrullas se acercaban, notó que algo no estaba bien. Pregunto a un par de niños lo que sucedía, y se desespero al no encontrar respuestas. Busco entre las personas a Martín y al no hallarlo, decidió ir por él
Llego hasta la puerta, pateandola, pero está se abrió con facilidad. Dio un paso adelante, tratando de visualizar al menor, cuando lo halló ... La sangre, se le heló.
Ahí estaba, el dueño de sus suspiros, sin vida, colgando desde uno de aquellos focos del techo, una pequeña luz, proveniente de la lámpara rota, lo iluminaba, dándole un aspecto escalofriante.
En todo el edificio, retumbó el grito ahogado de Isaza, sus lamentos y sus intentos por reanimar al menor.
No sintió cuando lo subieron a la camilla, tampoco cuando el enfermero le pidió que se fuera a descansar
