LAZOS, relato erótico

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Era la primera vez que ella se comportaba de esa manera. Bueno, era la primera vez que lo hacía tan abiertamente, y, estaba seguro, de que esta vez no iba a aminorar el coche que había encendido. Me gustaba, es obvio; pues es la mujer que me fascina. Aunque me sorprendía un poco ese comportamiento, me dejé llevar, a su ritmo. Sus besos se iban convirtiendo en sonidos de timbales que encendían de una manera tan... ¿Cómo podría decirlo? De una manera tan elegante mi sangre. Ella estaba haciendo que los latidos de este achacado corazón volvieran a surgir fuerte, después de tantos hechos y deshechos.

Recuerdo perfectamente que íbamos llegando a mi casa. Dos días antes me había pedido que viéramos una película llamada «Ha nacido una estrella». Era una película que yo tenía, original; pero nunca la había visto. Yo le había hablado de esas películas que compré en la feria del hogar y también le había dicho cuáles no había visto aún. El caso es que me pidió que la viéramos juntos en mi casa; en mi cuarto para ser más preciso. Ese día viajábamos en taxi porque la ruta de Transmilenio no llegaba pronto, y encima de todo, esa estación de estaba a reventar de gente (cosa muy común). En esos diecisiete minutos que tardó el taxi ella se empeñó en hacerme enloquecer de ganas. Me besaba y me besaba. Yo acariciaba sus mejillas y deslizaba mi mano por su trenza (amo su cabello negro, es casi como una fuerte obsesión). En un momento posó su mano sobre mi muslo y, como si estuviéramos solos la subió hasta dejarla muy cerca de mi pene. Yo vestía un jean. Ese maldito jean aprisionaba mis ganas de ser libre ante ella. Me mordió mientras me besaba. Sentí que empezaba a respirar más acelerado y le dije:

-Princesa, recuerda que... -no me dejó terminar la frase. Me besó.

-¿Recordar qué? ¿Que me encantan tus besos? -dijo.

-No, mi dama hermosa. Recuerda que estamos en un taxi -respondí.

En ese momento se sonrojó como si hubiese vuelto a la realidad después de haberse...bueno, no importa esa idea ahora. Más sintió vergüenza cuando vio que en el espejo retrovisor del taxi estaba la mirada del conductor clavada en ella. Yo sonreía sutilmente.

Llegando la invité a un helado y se negó diciendo que quería ya llegar a casa. Yo la abracé, la besé y le susurré en la oreja:

-Amor, tú misma me has pedido que quieres comer... -nuevamente cortó mi diálogo. Me volvió a besar y a morder mientras lo hacía. Yo la abracé.

Fuimos por unas papas fritas con sabor a pollo. Yo quería comprar las más grandes pero ella no quiso, lo que me sorprendió porque sé que le fascinan, aun más que a mí. Este hecho sólo podía decir algo: no tenía pensado comérselas todas; ella no es de las que compra esa clase de alimentos si no lo va a terminar ese mismo día.

Llegamos a casa y mis gatas maullaban. Tenían hambre. Les di de comer y tras haber consumido su porción de las 2 de la tarde se fueron a dormir al cuarto de junto. Mi dama hermosa se tumbó en mi cama, se quito su chaqueta, quedándose en un esqueleto negro que me permitió ver su escote y su cuello. Mis pensamientos chocaron, bailaron, brincaron, corrieron, durmieron, se masturbaron.

Yo salí a la cocina, bebí agua helada, regresé al cuarto. Ella seguía ahí. Se había quitado sus zapatos negros y estaba sentada en mi cama con las piernas cruzadas acariciando su trenza. ¡Ay, esa trenza! Las ganas de lanzarme sobre ella se apoderaban de mis impulsos pero me tranquilicé, encendí mi computador y busqué el DVD de la película ya mencionada. Ponía el DVD en la bandeja del reproductor de la CPU cuando ella me agarró del cuello y me tumbó sobre la cama.

Tirados frente a frente, de costado, nos besábamos dulcemente. Besos y más besos. Caricias y más caricias. Mis manos se pasaban por sus mejillas y su trenza. Las manos de ella se metían bajo mi camiseta y sus uñas, ardientes y violentas, rayaban mi espalda con apenas unos suaves roces.

Me pidió que cerrara la puerta de mi habitación. Lo hice. y con seguro.

Me acosté de lado y la dejé a ella boca arriba.

-Me encantas mi niña linda. Me embrujas -le dije-. Eres como ese globo que ese niño no puede dejar, que lo hace sonreír sin parar. Ese niño que deja a un lado su carro de juguete, su pelota, incluso su dulce; pero que encuentra en ese globo algo que no lo divierte sino que lo hace realmente feliz. Aunque ignora que en cualquier momento ¡Bum! Se puede acabar todo.

-No dejes que yo explote. No de esa manera.

La miré sorprendido pero con malicia. Me besó e hizo que me subiera sobre ella. Estaba el escenario montado y los protagonistas estaban listos para improvisar una intensa escena llena de amor y pasión, armonizando como una buena canción de Jazz Latino.

Ella quitó mi camiseta y yo me encargué de subir lentamente su esqueleto. Mientras lo hacía la besaba despacio, haciendo que la parte interna de mis labios humedeciera su abdomen. Cuando me acercaba a sus senos, ella apretó con sus uñas mis brazos. Estaba nerviosa. Preferí esperar y seguir besándola en la boca. Me senté e hice que se sentara sobre mí. Estando así acaricié su espalda al mismo tiempo que besaba su cuello. Fue mucho más fácil quitar su esqueleto estando así. Aún no accedía a sus senos.

Su brasier era divino, de color negro, y me permitía visualizar la forma de sus senos. No tan grandes, no tan pequeños... ¡Perfectos! Ella me abrazó por el cuello echándose hacia atrás cuando yo decidí posar mi mano en su boca, la pase por su mentón, por su cuello (las yemas de mis dedos excitando ese cuello de cristal con el que quería hacer sangrar mi boca), por su pecho...bajando más y más hasta llegar a su brasier. Me miró como si estuviese insegura. Yo no dejé de mirarla a los ojos. Bajé su brasier hasta dejar sus senos desnudos. La besé. Fue sublime sentir sus senos pegados a mi pecho.

Desabrochando su brasier quedé a disposición de sus besos y mordidas en mi cuello, sin mencionar las presiones que hacían sus manos sobre mis omoplatos solitarios. Su torso desnudo era la pintura perfecta que quería tocar, que quería sentir, que quería contemplar.

Estando acostada boca abajo me permitió besar su espalda; lugar donde mi lengua jugó y disfrutó sin parar. Me devoré sus senos también. Ponía sus pezones en mi boca y me los comía muy suavemente como un helado de crema, no sin antes recorrer el resto de sus senos con caricias suaves, presiones suaves y lamidas profundas.

Quité su pantalón lentamente. Quité sus medias. Teniéndola apenas en panty, volví a recorrer cada poro de piel que estaba al descubierto. Ella se encargo de desnudarme. Largas sesiones de besos y caricias se fueron dando hasta que llegó ese momento de calor.

Me volví a quedar de lado junto a su cuerpo acostado sobre mi cama. La besé e hice que mi mano se posara, como una mariposa, encima de su panty. Hice presiones suaves, suaves, suaves... ella estaba mojada ya. Impulsiva se quitó por sí misma el panty e hizo que me subiera sobre ella. Yo sólo volví a la posición en la que estábamos. Mis dedos ensalivados (saliva de ella) acariciaron su vulva delicadamente. Suave, suave. Sentí como escurría y no aguanté. Le di libertad a mi dedo de bajar a la entrada de su sexo para acariciarla. Hacía movimientos circulares con la yema de mi dedo cuando la mano de ella se apoderó de la mía e hizo, con maniobras que aun el día de hoy no entiendo, que mi dedo entrara en su interior. Me besó mientras mi dedo exploraba su conducto vaginal.

La masturbé delicadamente. Tomaba sus labios superiores entre mis dedos y jugaba con ellos, la penetraba con mi dedo más grande. Penetraciones que aceleraban. Iban cada vez más rápido, y más, y más, y más...

Quise masturbarla con mi boca pero me lo impidió. Como ya estábamos completamente desnudos, me invitó a subirme sobre ella. Lo hice.

Su mano se encargó de hacer un mapa que sangraba ácido en mi espalda en el momento en que la empecé a penetrar con mi sexo. Entré suave, abriendo su interior. Entré más, y más, y más, y más. Sentía que abría el cielo. Me di cuenta de que ya estaba consumido por ella, no porque lo sentí con mi pene, sino porque me mordió cuando me besaba hasta hacerme expulsar sangre de mis labios. Dejé que volviera a besarme el cuello mientras me limpiaba con una cobija la boca.

Me quedé adentro, quieto, llenándole de masturbaciones los senos (las practicaba con mi boca). Empecé a moverme. Entraba y salía, una o otra vez, una vez más, y más, y más, y más, y más. Cuando me apretó con sus piernas sentí contracciones en su interior. Me volvió a morder, esta vez el cuello.

Me salí y me senté como al principio para que ella se sentara sobre mí de nuevo. Se sentó por sí misma mientras la penetraba. Nos movimos tan majestuosamente, que no aguanté y tomé su trenza haciendo que su cabeza se inclinara hacia atrás para comerme de nuevo su cuello y sus senos. Sus caderas se movían como las olas del mar. Amé ese momento.

Se acostó boca abajo. Me subí sobre ella. Penetré su vagina una vez más, y acariciando sus nalgas fui moviéndome sintiendo que ya quería explotar. Masturbando su clítoris, escuchándola decir que era mía y sintiendo sus movimientos...exploté. Toda mi esencia de vida, todo mi néctar, todo mi jugo sexual, toda mi excitación...Todo lo que había en mí invadió su interior.

Nos quedamos así un par de minutos. Me salí. Dormimos abrazados una, o quizá dos horas. Fuimos a comer hamburguesa y gaseosa. Cuando la iba a llevar a su casa, su madre la llamó para decirle que se iba. Le propuso que se quedara a dormir conmigo para que no pasara la noche sola en casa. Yo estaba feliz.

De regreso a mi casa nos bebimos un café y le dije nuevamente lo que sentía por ella. Le escribí un poema en una servilleta. La besé con el alma.

Entramos a mi cuarto...de nuevo, y vi que la bandeja del reproductor de DVD de la CPU seguía afuera. Decidimos, por fin, ver la película. Yendo a la mitad, se empezó a comportar como en el taxi. Saco un pote de Nutella de su bolso (que yo ignoraba que traía) y... bueno, eso es otra historia.

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⏰ Недавно обновлено: Mar 01, 2022 ⏰

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