5. De infiltrados en la cama y otras desgracias

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Mi padre es de las personas que creen que el destino siempre te va a sorprender. Abrígate lo más que puedas para un día lluvioso y el sol saldrá entre la tormenta riéndose de ti. No hace falta decir que sentirás que te ahogas mientras el sudor baja por tu espalda debajo tu chaqueta de lana. Pero también puedes estar celebrando el mayor logro de tu vida y en un parpadeo te darás cuenta de que existe otra cosa que quieres alcanzar, que todavía no has terminado.

La primera vez que supe que el destino me estaba jugando una mala pasada fue al pensar que nos mudaríamos a Los Ángeles cuando tenía cuatro años. Nos movieron de nuestra casa en el centro de la ciudad. Papá había conseguido otro trabajo en una empresa de colchones, y con la carrera acabada de mamá como surfista olímpica, mudarnos era la mejor opción. Vaya sorpresa me llevé cuando terminamos viviendo en la casa frente a la playa solo porque papá descubrió que estaba disponible, y que no se encontraba tan lejos de la casa de la actriz favorita de la abuela, Marion Davies. Fue una completa locura la primera navidad allí. Mi abuela llenó toda su memoria con fotos frente a la casa, con un bronceado naranja que le había dejado el “bronceador vegano” que había comprado en esa época en el mercadillo.

Por eso, a mi manera de ver, el destino siempre tendrá la manera de demostrarte que estás equivocada en todo y no hay nada que puedas hacer más que fluir.

Estoy enterrada entre un montón de libros mientras mordisqueo las cuerdas de mi sudadera con capucha, el aire acondicionado en la librería parece estar fuera de control. Aquí dentro me siento como si estuviera en el Everest en lugar de la costa oeste.

Holly alarga la mano para tomar otro libro y deja salir un sonido de frustración —. Ugh, éste tampoco es.

—¿No?

—¿Qué? ¿Qué tan difícil es encontrar ese maldito libro? —se queja Aspen.

Las tres comenzamos a desesperarnos a este punto de la tarde. No es que me queje, pero ayudar a una amiga a encontrar el sexto libro de la saga con la que se ha obsesionado no es de los mejores planes del mundo si estás casi congelándote. Ah, y encima si ya has apartado una pila para los que quieres, pero desafortunadamente, no puedes comprar.
A veces desearía ser rica.

—Juro que si no lo encuentro...

Veo a Holly tirar de algunos de sus rizos oscuros y cerrar los ojos. He conocido a esta chica durante años y sé que está a unos segundos de entrar en una crisis. Bueno, eso es lo que causa el no saber cómo prosigue una historia, y ya sabes, si la pareja principal terminará matándose o amándose.

De repente, Aspen salta desde donde se encuentra sentada. Tiene la piel de gallina en los brazos por su piel expuesta en su vestido verde.

—¿Estás buscando “Las sombras de Anthony y el nuevo reino”?

Holly levanta la barbilla de repente y aplaude, como si fuera una niña pequeña —. Sí. ¿Lo encontraste?

Ella asiente y le entrega el libro —que parece más bien una biblia por la cantidad de páginas que logro ver—. Holly estalla en un chillido y deja caer varias pilas a su alrededor. Ahora que podemos ser libres, el miedo golpea en mi interior porque le prometí a Cress que iría a la fiesta de esta noche, pero en realidad no tengo ganas de sentarme en la terraza a ver como todo el mundo se emborracha o termina cayendo en la piscina que hay.

Le mando un mensaje a mi mejor amigo diciéndole que me quedaré en casa con las chicas y luego guardo mi teléfono en el bolsillo de mi sudadera.

No estoy evitándolo de nuevo, para nada.

Bueno, un poquito sí.

No ayudas conciencia, no ayudas.

—Hola chicas, ¿van a llevar algo al fin? —nos saluda la melódica voz de la señora Holt.

Entre besos y olas✔️Où les histoires vivent. Découvrez maintenant