Final 🦋 Tu de verdad no deberías estar aqui.

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Haruto tenía una lista mental de las cosas que hacían sonreír a su hada, frutas pequeñas, miel, pétalos de flores, y su nuevo descubrimiento, algodón que dejaba en su nidito que ahora era muchísimo más suave y cómodo.

La mariposa tomo varias grandes hojas del jardín y con la savia que el castañito usaba para pegar cosas hizo una especie de bolso, Junkyu seguía dormido ya que era muy temprano, el sol apenas empezaba a salir así que debía apresurarse. Lo primero que hizo fue recolectar fruta y dejarla en sitios donde su hadita pudiera encontrarla.

Voló alto buscando un campo de flores y arranco los pétalos mas bonitos dejándolos esparcidos frente a la casita de Junkyu para que esté creyera que la brisa los había arrastrado al igual que algunos trozos de flores de algodón.

La miel era lo más fácil, tenía un acuerdo con las abejas de llevarle un trozo al hada cada semana.

Cuando su trabajo estuvo listo voló hasta el techo de la casita dispuesto a descansar un rato pero una vocecita dudosa lo sorprendió.

—¿Ruru?— Murmuró Junkyu dudando de lo que había visto ¿De verdad su mariposa había volado nuevamente?

Y ese era el problema, era lo que Junkyu no sabía y Haruto no quería que supiera, la mariposa había podido volar incluso cuando su ala estaba rota, ahora que estaba en perfectas condiciones podía hacerlo con más libertad.

Al verse acorralado Haruto no tuvo más opción que bajar del techo en dos suaves aleteos.

Lo habían descubierto.

—¿Desde cuándo puedes volar?— Pregunto el castaño alejándose un poco cuando Haruto trato de acercarse.

El pelinegro no sabía que responder, solo se quedó en silencio observando como pequeñas lágrimas se acumulaban en los ojos de su hadita.

—¿Siempre pudiste volar?— Junkyu no quería llorar, no estaba molesto con Haruto, tampoco se sentía traicionado ni nada de eso.

Se sentía culpable.

Se sentía culpable porque su amada mariposa estuviese aquí cuando podía volar por el amplio bosque.

—Si— Fue lo único que respondió Haruto queriendo abrazar a su hada que solo corrió hasta el interior de la casa, subiendo a su pequeño nidito y envolviéndose en su hojita seca que aún conservaba.

Haruto lo escucho llorar por un largo rato, solo sentado abrazando sus rodillas junto al suave nido mientras su hadita sollozaba de manera lastimosa.

—¿Por qué no te vas?— Pregunto entre sollozos el pobre castañito tratando de limpiar sus brillantes lágrimas, apenas saliendo de su escondite para observar a su mariposa —Puedes recorrer el cielo completo y ver cada cosa hermosa del mundo ¿Por qué sigues aquí?— Cuestionó dejando que Haruto limpiase sus lagrimitas con cuidado y depositara suaves besos en sus mejillas y naricita pintada de rojo.

—Porque ni en la infinidad del cielo te podré encontrar a ti, debo quedarme aquí porque lo más hermoso que mis ojos podrán ver eres tú— Era la primera vez que Haruto hablaba tanto, los ojitos de Junkyu brillaron por sus bonitas palabras y solo se abrazo a la mariposa, enrollando sus barcitos en el cuello de Haruto que lo levanto del suelo sin esfuerzo.

Haruto se sentía culpable, había hecho llorar a su preciosa hada, sabía que estaba mal ocultarle que siempre pudo volar pero de verdad no quería irse.

Quería quedarse con su hada para siempre, recolectar fruta para el y también pétalos de flores aunque nunca le diría que los arrancaba porque sabía que iba a molestarse porque eso lastimaba a sus amigas flores.

Mientras lo mantenía en sus brazos y lo mecía con cuidado le contó toda la verdad, le contó que era él quien dejaba fruta dispersada y que también hizo un trato con las abejas por la miel, omitiendo claro la parte de las amenazas.

Junkyu comió una cereza con la nariz igual de roja que el fruto mientras Haruto besaba sus mejillas con cuidado, estaba sentado entre las piernas de la mariposa.

—Prométeme que nunca volverás a ocultarme nada— Pidió haciendo un tierno puchero un poco colorado por el jugo de la cereza.

Haruto le dio un besito en los labios y el hadita solo se sonrojo un poco más, dejando la cereza a un lado para abrazarse por completo a su mariposa, escondiéndose en el pecho de Haruto, siendo rodeado por sus grandes y hermosas alas azules.

Cuando las hadas se sienten amadas de verdad, de sus pequeños cuerpos mágicos nace una luz, tan pequeñita que podían caber en sus manos diminutas y que siempre y cuando se sintieran tan amadas y queridas como sus hadas creadoras se mantendrían resplandecientes y hermosas.

Ellos se mantuvieron abrazados y juntitos por un largo rato, ambos con sus ojos cerrados hasta que Haruto sintió una luz molestarle en la cara.

—¿Una luz?— Se pregunto a si mismo el pelinegro observando la lucecita rosa que revoloteaba en la cabeza de su hada.

Junkyu se separó rápidamente al escuchar aquella palabra, chillando del susto cuando una lucecita rosa se poso en su nariz.

Extendió sus manos con cuidado y la lucecita se poso en estás, brillando feliz.

—Oh mi mariposa— Murmuró el hada dejando la lucecita en la cabeza de Haruto para abrazarlo con fuerza, un poco demasiada pero sin llegar a lastimar a su amada mariposa.

Su preciosa mariposa que lo amaba tanto.

—Yo también te amo tanto— Correspondió el hada dejando un corto beso en los labios de Haruto, sintiéndose feliz al ver cómo su lucecita resplandecía mucho más.

—Te amo.

Dos cortas palabras que le dedicó su amada mariposa.

Que a pesar de la belleza del mundo decidió quedarse a su lado.

Su amada mariposa que a pesar de haber recorrido el mundo nunca antes vio un hada tan preciosa, con una sonrisa tan amable y que lo cuidara con tanto cariño.

Esa tarde Junkyu rio y dio pequeños brinquitos alrededor acompañado de su lucecita, corriendo cuando Haruto se decidía a perseguirlo atrapándolo entre sus brazos y llenado todo su rostro de besos.

Su amada mariposa lo amaba tanto que solo podía ser feliz.










FIN

Mi pobre mariposa 🦋 HarukyuWhere stories live. Discover now