AL MÁS ESTILO LUA

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Rodé los ojos nada más colgué el teléfono. Si alguien me hubiese dicho lo complicado y agobiante que sería convertirse en la redactora jefe, jamás habría aceptado el cargo.

¿A quién pretendía engañar? ¡Me encantaba!

Cierto es que requería mucho tiempo, al igual que suponía mucho trabajo, pero me encantaba que mi carrera como redactora fuese avanzando tan rápidamente.

Centré de nuevo mi atención en la oficina.

Bien, todo seguía en orden.

Desde que Victoria se comprometió, casó y se fue de luna de miel, estaba desbordada aquí; sola. Claro que Celia seguía conmigo, pero ella era otra de las afortunadas en haberse casado. Y este parecía el definitivo. Ya llevaban ocho meses casados y parecía ser el indicado.

¿Que donde estaba ella?

Pues de vacaciones.

Si es que yo era una jefa muy blanda. Ella me pidió unos días y no pude negarme.

Sí, Celia era mi co-editora. Habíamos logrado trepar en la empresa y prácticamente dirigíamos todo. A excepción de cuando Victoria quería formar parte dando su opinión, como jefa suprema que seguía siendo.

Al recordarlo, mis ojos se abrieron como platos y saqué rápidamente el teléfono para llamarle.

—¡Alarick! —dije en un suspiro—. Lo siento, hoy saldré más tarde.

—Mmm, no sé si me agrada la idea. Te libras porque yo también he de hacer algunas cosas.

Sonreí de lado, recordándolo.

—¿Sigue en pie?

—Por favor —dijo ahogando una risa—. Tan pronto acabes ya estaré esperándote en el parque con la partida ganada.

Relamí mis labios intentando que la sonrisa que me provocó no se esparciese, justo antes de colgar.


***


Jugábamos mientras nos poníamos al día de cómo nos había ido. Era como si fuese nuestra terapia personal. Nos gustaba tirar peones, derrocar reyes y aniquilar caballos para desquitarnos. Aunque él siempre ganaba, incluso si alguna que otra vez se dejaba, para que yo ganase.

No había forma de ganarle, era demasiado bueno. Mientras yo aprendía, él perfeccionaba su juego, por lo que siempre era imposible atraparle. ¿Y quién iba a decirme que el ajedrez podría gustarme tanto?

—Entonces, ¿Cuándo vuelve? —preguntó él y movió.

—La semana que viene, el miércoles—dije intentando no perder el hilo del juego, porque si lo hacía, él se aprovechaba.

—¿Sabes que no has de cargar con todo tú sola, no? —inquirió y nuestras miradas se encontraron.

Tenía razón. Pero era una cabezota y jamás lo admitiría. Además, quería superarme.

—Yo puedo sola —aseguré y entonces hice mi jugada; regresando la atención al juego—. Además... quizá, tan sólo quizá... estoy pensando en escribir un libro.

Le vi enarcar una ceja. Y no fue por mi comentario, si no por mi jugada. Estaba intentando distraerle con movimientos y él lo supo.

—Un libro —repitió mientras observaba las piezas.

—Un libro.

—¿Y de qué trataría? —preguntó y movió otra pieza.

—Todavía no lo sé —admití y mis dedos se movían por el tablero, sobre las piezas, intentando pensar en mi siguiente jugada. Necesitaba distraerle, y no sólo por el juego.

UN TRATO Y POCO AMOR ✔ [ ¡¡EN PAPEL!!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora