Marilia

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A los 40 minutos me acabaron soltando.
Me despedí de Julia como si fuese mi colega de toda la vida, porque aunque no de toda la vida, un poco colega hay que admitir que sí que era.
Mientras, la rubia nos observaba con detenimiento. No sabría descifrar lo que mostraba su mirada, aunque no era precisamente falta de expresividad en ella.

Me reuní con mis amigos, que me recibieron con un par de cervezas y unas risas.
Ni si quiera estaban preocupados. Se justificaron diciendo que habían visto cómo era Julia quien me metía en el coche. Y era cierto que si era ella quien lo hacía, no había mucho de lo que preocuparse.
Al haber ido 4 personas, el dinero acabó repartido entre los 4, por lo que la parte que me habían quitado en comisaría era un poco irrelevante tieniendo en cuenta la cantidad de dinero que recaudamos de aquella cartera.
Me atrevería incluso, a decir que era el suficiente para comprarle a Marilia aquel pony de peluche que tanto ansíaba.
Marilia es una niña que conocí en el centro de menores cuando lo visité hace 1 año y poco. Sus padres habían fallecido en un accidente de coche. Ella era muy pequeña y no sabía bien lo que pasaba. Sólo que ya no vivía en su casa, y que sus padres la habían "abandonado".
No pude evitar sentirme identificada con ella.
Cuando nos vimos creo que ambas sentimos esa conexión.
Según me cuentan sus tutores de allí, conmigo es con la única con la que se siente completamente agusto para contarme sus tormentosos pensamientos.
Tenía pensado sacarla de allí en cuanto pudiese, pero para ello se requieren algunos requisitos que aún no soy capaz de conseguir. Sin embargo, de momento voy cada día a verla y, estuve ahorrando para poder comprarle aquel pony que tanto quería, pero entre gastos de la casa y etc, nunca me daba el dinero.
Mis amigos me prometieron que en cuanto consiguiésemos ese dinero, lo primero sería su peluche. Y así fue.
Salí de casa a las 19:30, yendo directa a la tienda de juguetes.
Tenía que darme tiempo a comprarlo, llevárselo, y llegar a tiempo para tocar en el bar.
Conseguí aquel dichoso pony y, con suerte, estaba de rebajas, con lo que me sobraron algunos euros para comprarle una camiseta ancha de esas que tanto le gustan.

-Naaaaaat- Se abalanzó sobre mí Marilia. Rápido le tendí sus regalos, que tomó como si fuesen su tesoro más preciado. Esa niña sí que era un tesoro.
Al rato de estar con ella, apareció su tutora, era bastante maja para la gente que había allí. Se llamaba Luz.
Al poco de que Pablo e Ici saliesen de allí, entre todos conseguimos desmantelar la especie de mafia que había allí dentro, por lo que cambiaron el personal.
-Hoy es día de visitas. Así que, Eilan, es tu día de suerte, puedes llevarte a Marilia hasta las 22:00h.- A ambas se no iluminó la cara. Lo supe cuando Luz sonrió.
Sin dudarlo ni un segundo recogimos las cosas y salimos de aquel sitio.
-Dónde vamos Naaat?- Esa renacuaja era a la única a la que le permitía que me llamase así. La gente me llama Eilan. Es el nombre artístico que me puse cuando empecé en el mundo de la música.
-Pues renacuaja, en exactamente 20 minutos toco en el bar, depués de eso hacemos lo que te apetezca, vale?
-Bieeeeen.- A Marilia le encantaba ir al bar. La gente de allí ya la conocía y también la tenían mucho cariño.
Ecribí a los chicos para decirles que iba a tocar, y que estaba Marilia, y no dudaron ni 2 segundos en prepararse y salir pitando para el bar.

Estaba en el backstage con Noemí, "mi jefa". Era mi jefa pero parecía más mi madre.
Me cuidaba como tal.
Hoy estaba más pendiente de Marilia que otra cosa, como es normal.

No había pensado muy bien qué canciones iba a tocar. Pero hoy me parecía un día más nostálgico, así que cogí mi guitarra y salí al escenario.
El público estalló en aplausos cuando terminé. Había caras llenas de lágrimas. La mayoría eran familiares. Sólo había una que no me sonaba.
Aunque a decir verdad, se parecía bastante a la acompañante de Julia. Andrea creo que se llamaba.
Marilia me sacó de mis pensamientos cuando se abalanzó sobre mí, tirándome de la banqueta al instante. El público estalló en carcajadas, lo que me hizo volver a la realidad.
Rapidamente cogí en brazos a la enana, me recompuse del golpe y, con un saco de patatas en un brazo, y la guitarra en el otro, me despedí del público, quienes me correspondieron con un caluroso aplauso.

A otro ladoWhere stories live. Discover now