ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ ᴜɴɪᴄᴏ.

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 Yoongi llegó y suspiró agotado, trabajar por las noches le estaba arruinando la psiquis, más aún cuando tenía cosas que hacer en la mañana y no podía usar parte de ésta para dormir.
Justo como hoy, que había tenido que salir a hacer las compras semanales y pagar la renta después de terminar su turno a las 6:00 A.M.

Vivir lejos de la ciudad tenía tanto sus ventajas como desventajas.

Claro que disfrutaba de los grandes edificios y el sonido de los autos pasar a toda velocidad por la autopista, pero no se comparaba en nada al canto de los pájaros en la mañana y al de los grillos por la noche, otros lo odiarían pero
¿él? él estaba encantado con aquella vieja casa cerca de los bosques.

 Dejó su abrigo en el perchero justo en la entrada de la casa, no tenía hambre así que simplemente se dirigió a la cocina para tomar una botella de agua y llevársela a su habitación, donde pasaba la mayor parte del tiempo.

Su casa en su totalidad era hermosa y a Yoongi le encantaba, agradecía el día en que había encontrado aquella antigua casa en venta a un precio bastante accesible, amaba el lugar y mucho más amaba su espacio solo.

Pero había algo que lo tenía fascinado desde el primer día, y era aquél precioso ventanal frente a su habitación que además daba lugar a un pequeño balcón que le brindaba las mejores vistas, ventanas corredizas que iban desde el suelo hasta el techo y dejaban entrar todo tipo de luz, desde la luz cálida del radiante sol hasta la fría luz de la luna.

  Yoongi encontraba paz con tan poco, disfrutaba de las cosas pequeñas como sentarse en su balcón y tomar la vieja guitarra que su madre le había regalado, no importaba cómo, siempre terminaba pasando sus tardes ahí, tocando una infinidad de melodías.

Y así, aquello se había convertido en un hábito del que no podía librarse, como ahora, que no le importaban las negras marcas bajo sus ojos cansados que amenazaban con cerrarse ni el dolor en el cuerpo que le pedía acostarse sobre la cama de una vez.

Él necesitaba ese momento único en el que sentía que todas sus preocupaciones se iban y las voces en su cabeza se apagaban.

Él necesitaba paz.

Salió al balcón con su guitarra en la mano y tomó asiento en el suelo, los rayos de sol se colaban entre las hojas del gran árbol justo frente a su casa y el viento soplaba moviendo sus largos mechones de cabello que luego prefirió acomodar tras sus orejas.

Cerró los ojos un momento disfrutando de otra de esas increíbles tardes en el balcón, el cielo era una mezcla entre nubes grises tintadas de un leve azul que nunca entendió de dónde provenían y un contraste entre el amarillo y naranja del sol que de a poco se perdían con unos sutiles tonos rosas entre las nubes.

Yoongi amaba apreciar la naturaleza, él se sentía ajeno a ese increíble mundo en el que vivía, a veces se preguntaba cómo era posible que el cielo tuviera tantos colores y variedades.

Era como una gran pintura que cada día se renovaba, como si todos los artistas que alguna vez vivieron en la tierra tomaran un pedacito del cielo e hicieran su propia obra de arte.

Él también quería ser uno con el arte a su alrededor, en eso pensaba cuando sus manos rozaban las finas cuerdas de su guitarra, le gustaba acompañar las melodías con su voz, esa que nunca nadie más que él mismo y su madre en un pasado muy lejano habían escuchado.

Nadie más era testigo de esa dulce pero levemente rasposa voz que salía con timidez y se perdía entre los acordes de su guitarra.

Nadie a excepción de Jimin.

  Jimin como todas las tardes era el primero en dejarse ver en el cielo, él era una estrella, sí, una de las tantas estrellas que iluminaban el cielo en las noches.

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⏰ Last updated: Jun 15 ⏰

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