Capítulo 1.

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Valentina Carvajal estaba colapsando, documentos, papeles y más documentos, firmas, contratos, estaba volviéndose loca con todo el trabajo que tenía pero leer y corregir no era la peor parte de su trabajo como presidenta de C. Corp, sino el terrible dolor muscular que estaba sintiendo, solía pasar sus manos sobre sus propios hombros para atenuar las contracturas, y quemazón gracias a la posición en la que acostumbraba colocarse mientras leía o escribía pero eso no servía de nada, y comenzaba a sentirse estresada y malhumorada por su condición.

Al inicio no había sido más que un cosquilleo sobre su cuello, pero con el pasar de los meses solo había empeorado y se negaba a tomar más analgésicos, tomaría un descanso si tan solo pudiera dejar de trabajar un momento.

—Hey, pero mira quién volvió. —Valentina estaba tirada sobre su enorme sofá de cuero dentro de su oficina, estaba acostada boca arriba con sus gafas puestas mientras sostenía un contrato que debía firmar, pero claro que no lo haría sin terminar de leer, la posición en la que se encontraba le permitía sentir su cuello y hombros más relajados, pero no podía estar tirada en su sofá toda su jornada laboral.

—Hola Lena —respondió la rubia con voz monótona, su amiga quitó el documento de sus manos.

—¿Qué clase de recibimiento es ese? —Ojeó el papel en sus manos y luego volvió su mirada a su amiga. —Oye ¿te encuentras bien?

—Me siento algo rígida.

—Iugh, amiga no seas asquerosa.

—No ese tipo de rígida, idiota —la rubia se sentó intentando no hacer muchos movimientos. —Me duele el cuello, eso es todo.

—Puedo intentar darte un masaje o algo.

—Gracias, pero no tengo tiempo ahora Lena, tengo trabajo que terminar, pero dime que tal estuvo tu viaje mientras tanto —la rubia invitó a su mejor amiga a sentarse. —Kara no dejó de verse deprimida en toda la semana.

—Aw mi bebé —Lena puchereó —también la extrañé tanto, nunca hemos estado tantos días separadas.

—Solo fueron siete días, no sean exageradas. —Kara era una persona extraña con todos menos con su amor, Lena, quién había salido del país por una semana para visitar a sus padres y Kara se notaba deprimida, toda un alma en pena por las oficinas.

—Vine a darle una sorpresa, pero primero quería saber cómo estaba mi querida amiga.

—Eres adorable Lena —dijo la rubia regresando a sus papeles.

—Lo sé, deberíamos llamar a Chris y juntarnos para cenar o ya sé, deberíamos escuchar canciones viejas ¿no crees?

—Lo siento, en serio no puedo dejar el trabajo, mi asistenta tomó su licencia de embarazo y dejó a un reemplazo principiante —murmuró la mayor —no estoy enojada por eso, pero siendo realista, hasta que se adapte, no voy a tener mucha ayuda.

—Tienes razón, pero Vale, creo que estás teniendo demasiada presión estos días, vamos, es viernes, no trabajas en los próximos dos días.

—Claro que sí.

—No, claro que no —sentenció la chica más delgada —porque voy a ser la mejor amiga que puedas tener y ayudarte con este trabajo.

—¿Y cómo piensas hacer eso? tú no tienes idea de negocios, sin ofender —Lena tenía la actitud, pero su rubro era otro.

—Pues —la chica quedó callada —pues... ¿Por qué no le has dicho a Kara que te ayude?

—Porque tu tonta esposa ni siquiera me ha escuchado, tu ida la dejó aún más estúpida.

—Oh vamos, yo hablaré con ella, tengo mis formas de convencerla —le guiñó un ojo a la ojiazul quién hizo una mueca.

—Y en el hipotético caso que tu novia acceda a avanzar con mi trabajo de esta semana —dijo pensativamente. —¿Tu que pretendes que haga este fin de semana? ¿Dormir?

—Es ahí, amiga mía donde yo te sorprendo —la menor alejó la silla giratoria del escritorio y alzó su dedo, apuntando a su amiga. —Vas a pasar ambos días en el mejor spa del mundo.

—¿De qué hablas, Lena?

—Pues resulta que conozco el lugar perfecto para que te relajes perfectamente.

💫

Lena había conseguido convencer a Kara de que adelantara el papeleo de Valentina durante el fin de semana mientras esta se dirigía en su auto hacia el lugar que su mejor amiga le había recomendado.

Tenía entendido que era un spa, pero no esperaba que estuviera tan lejos del centro de la ciudad, esperaba que valiera la pena, aunque Lena podría ser cualquier cosa menos una mentirosa.

Cuando llegó al lugar era bastante pequeño a simple vista, dio su nombre en la recepción, una amable mujer la atendió y le indicó lo que tenía que hacer antes de dirigirse a la sala donde recibiría su tratamiento, el lugar era en realidad más grande de lo que pensó.

Después de quitarse la ropa, se colocó una bata muy mullida y se dirigió hacia una habitación separada para ella, cuando ingresó quedó sorprendida, Lena había reservado una habitación realmente ocupada, había una camilla para masajes y miles de cosas más, además de un jacuzzi en una esquina de la habitación, estaba lleno con algunas flores por encima.

—Puede esperar en la camilla, boca abajo —ofreció la mujer de recepción antes de pedir permiso para retirarse afirmando que en unos minutos vendría la persona encargada de su sesión, Valentina subió lentamente haciendo algunas muecas de dolor por la tensión en sus hombros, esperaba que quién sea que viniera pudiera ayudarla, sino se encargaría de hacer que Lena sufra.

Se dejó caer con la cara hacia abajo y su cuerpo estirado, todo era suave, la bata, las sábanas bajo su cuerpo, la almohada donde su cara estaba recostada, el ambiente tenía un refrescante olor a alguna hierba medicinal o algo así.

Se relajó como no lo hacía en varias semanas, como presidenta de su empresa tenía mucho trabajo encima y a pesar de que le encantaba era demasiado algunas veces, quizás porque ella era una perfeccionista o quizás porque había estado estresada y no podía tomar las mejores decisiones en ese estado. Paró, no podía seguir pensando en el trabajo cuando se suponía que debía relajarse ese fin de semana, simplemente esperó y menos mal la persona encargada entró en la habitación, podía escuchar sus suaves pisadas sobre el suelo, hasta que vio unos pies con pantuflas y medias con diseño de una caricatura de panda asomando levemente bajo ella.

—Buenas tardes —la persona podía ser una mujer, su voz era más grave, pero debido a que todo fue un susurro, no pudo saberlo del todo. —¿Podría decirme cuáles son sus molestias?

—Tengo fuertes dolores en el cuello y hombros, al principio solo era un hormigueo, pero ahora es demasiado molesto y siento mis músculos quemando después de varias horas, trabajo en una oficina y pues, tengo una posición constante —esperaba que la muchacha hubiera podido entender todo lo que dijo puesto que había susurrado de igual forma para no perturbar el ambiente relajante.

—Está bien, voy a realizarle un masaje prolongado de cuerpo entero con algunos aceites esenciales —pudo sentir como la muchacha hacia algunos movimientos y el sonido tintineante de lo que pensó serían piezas de vidrio o cristal —haré que se sienta muy relajada.

—De acuerdo.

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Masajista |JuliantinaWhere stories live. Discover now