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Choi BeomGyu es capaz de admitir no ser el chico que vive con las mejores intenciones como todos piensan

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Choi BeomGyu es capaz de admitir no ser el chico que vive con las mejores intenciones como todos piensan. Despierta cada mañana recriminándose aparentar ser un tierno joven que finge demencia ante cualquier mínimo cambio y que muestra una sonrisa hasta al más pésimo chiste con tal de no hacer sentir mal a nadie.

Bueno, en retrospectiva sí que lo es, aunque no por completo; hasta donde tiene conocimiento, esto es lo que piensan sus padres antes de irse a dormir con su dulce canto de: “buenas noches”, o con el de: “estrellita, ¿dónde estás?”, que lo adormece aferrándose a su oso de peluche desde que tiene los cinco años (aunque la mayoría, por su edad, ya lo considera muy infantil de su parte); o con sus amigos recordándole sus pucheros o berrinches cada que algo lo pone medianamente triste o bien lo hace sentir mal consigo mismo hasta caer rendido por lágrimas que cualquiera que no lo conozca diría son “falsas”. Pero ese no es el punto.

No sabe con exactitud cuándo empezó esa rutina que pronto se convirtió en un círculo vicioso del que no quiere un fin; sino un infinito bucle que siempre termine dándole esa misma satisfacción de dicha y felicidad, pero para este entonces ya acepta que le encanta repetirlo con constancia. Obviamente todavía con vergüenza de por medio, por lo que nadie conoce sus intenciones ocultas y verdaderas tras sus pequeñas sonrisas tímidas.

No muy lejos de su casa, en una hogareña mansión de colores tenues y pura «energía» positiva de vivencia en ella, habita una mujer tan vieja como su abuela y tan dulce como un caramelo (aunque no de manera literal).

El cómo la conoció es muy simple de contar. En una tarde y vecindario sin más, andaba un niño de once años con ganas de dinero para el nuevo videojuego de moda paseaba triste por no haberlo conseguido con sus padres; y, del otro lado de la vereda, una señora buscando quién le pode su césped porque el estúpido jardinero le volvió a quedar mal esa semana… Y el resto es historia.

Para lo que aún no tiene explicación es por qué de primera comenzó a cambiar sus rutinas de juegos en el parque común con sus vecinos a pasar la tarde en casa de aquella señora viendo novelas cómicas de los 90’s mientras la critican sin ningún interés de hacerle justicia desde esos ayeres.

No sabe cómo ocurrió, pero ahora por fuerzas mayores y externas lo agradece rotundamente.

Los primeros años nada más los describiría como divertidos, pero después descubrió que ir a casa de lo que podemos decir se convirtió en una especie de mejor amiga era tal cual como... ir a una galería de arte. BeomGyu apenas había ido a algunas en su vida, pero entendía que el sentimiento es bastante similar. Si nunca has ido a una, te explico brevemente a qué se refiere.

Con majestuosas puertas de caoba que te reciben en el pórtico hasta el suelo de mármol finamente pulido y reluciente, entrar implica para BeomGyu experimentar una corriente de éxtasis confortante sobre su espina dorsal que le eriza la piel. No sólo eso, sino que desde los jarrones importados hasta los muebles rústicos de una época atrás son los que suelen recibirlo al compás de una clásica y baja música en una especie de tocadiscos que le provoca cierta curiosidad. Esa mansión podría resumirse en una galería de cultura bastante equilibrada que le gusta en demasía, además de que si tiene duda con respeto al origen de alguno de los objetos, la señora Lee se convierte en la mejor historiadora para describirte algún aspecto interesante de esto que te hace salir del hogar con un «sabor de boca» bastante confortante e informativo entre conversaciones vagas y divertidas.

Claim You ~ ᵗᵃᵉᵍʸᵘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora