Las Crónicas de Catarsia

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Mi posición junto a la ventana me permitía disfrutar del paisaje, una visión que no volvería a presenciar, ya que estaba a punto de fugarme. Siempre había soñado con huir, pero no esperaba sentir miedo ahora que se iba a hacer realidad. Mis sentimientos me confundían: ¿por qué dudaba? No había nada para mí en aquel lugar. Sin embargo, no por ello dejaba de ser mi hogar, donde había creado tantísimos recuerdos, buenos y malos.

Intenté calmarme pensando en el brillante futuro que me aguardaba. Puede que mi decisión fuera arriesgada, pero sin duda merecería la pena si lograba que fuera libre al fin. La mayoría de la gente no lo entendería, pensaría que estaba siendo temeraria e incluso inmadura; tenía todo lo que se puede desear, y aún así estaba a punto de renunciar a ello. Sin embargo, ¿de qué sirve una fortuna si no la poseo, o para qué quiero una dinastía si no puedo liderarla? No deseaba ser la mujer que criara al próximo rey, me merecía más: ser la soberana de mi propio imperio. Por ello, tenía que huir.

–Está todo listo –me informó Jess, una de mis damas de compañía y una querida amiga–. Recuerda que tienes un par de minutos antes de que se percaten de tu ausencia; debes darte prisa.

Antes de irme le agradecí su ayuda, así como le prometí que la escribiría al llegar a Patherton. Se suponía que, una vez allí, buscaría a la Sra. Hall, su tía, quien me ayudaría a comenzar este nuevo capítulo de mi vida.

Nuestra despedida culminó en un afectuoso abrazo. Después, partí hacia mi destino sin mirar atrás, lo úncio que logró detenerme momentáneamente fue el sonido de las campanas dando la voz de alarma. Me divirtió pensar que, ahora que mi padre conocía lo que acababa de ocurrir, estaría maldiciéndome; mi repentina desaparición causaría enormes problemas al monarca.

Finalmente, tras haber cabalgado durante varias horas, decidí que era la hora de parar y descansar. Mi noble corcel estaba exausto a causa del viaje, por no hablar de que la noche ya se había cernido sobre mí. Consideré acampar en el bosque, no obstante,  no tardé en deshechar la idea, temerosa de los animales salvajes y los maleantes. Por el contrario, terminé cruzando las puertas de una posada en busca de refugio, confiando en que mi vestimenta andrajosa fuera suficiente para que nadie me reconociera.

Reconsideré mi decisión en cuanto entré al establecimiento, todos los delincuentes que buscaba evitar se hospedaban allí. Llegué a esta conclusión debido a la espiral de violencia y caos que me recibió nada más cruzar el umbral, y mi sospecha se confirmó al advertir las numerosas armas que sobresalían de entre los ropajes de los allí presentes. No descarté que, quizás, aquel era el escenario habitual en todas las posadas, el cual resultaba grotesco para quienes nunca han salido de palacio. Ambas opciones parecían plausibles, aunque parecía existir un motivo adicional que subyacía a aquel enfado generalizado.

–Lo peor está por llegar –oí que un hombre vaticinaba–. Sin la princesa, cuando el rey muera habrá un vacío de poder. Incluso ahora su autoridad es débil, muchos tratarán de ocupar su lugar...

–¿Y sabes lo que eso significa? –le respondió otro, mucho más alterado– Ya te lo digo yo: es la guerra. Encima seremos nosotros quienes defiendan su linaje y paguen por sus errores, los mismos tontos de siempre.

La inminente crisis era el principal tema de conversación de todas las mesas del establecimiento y, probablemente, también de todo el reino. Su preocupación hizo que me planteara volver para ocupar mi lugar como reina; podía ser la líder que necesitaban, pero mi padre no lo toleraría nunca. Preferiría ver su reino arder antes que regentado por mí, lo que me llevó a pensar que, quizás, era él quien debería desaparecer...

Mis pensamientos fueron abruptamente interrumpidos por una serie de miradas indiscretas. Seguí la dirección de aquellos ojos que parecían clavados en mi nuca, y advertí a dos hombres que me observaban al mismo tiempo cuchicheando entre ellos. Cubrí mi rostro con la capucha y me apresuré a pedir una habitación en un torpe intento por evitar que me descubrieran.

The Chronic of Catarsia | She-The Superwoman ContestWhere stories live. Discover now