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El reluciente verano llegó a La Madriguera Weasley. La tercera generación de héroes mágicos se encontraba jugando a las escondidas en el hermoso jardín que, con regularidad, Herman se dedicaba a limpiar dada la tendencia a estar lleno de calderos oxidados.

Lo que respecta a las visitas... siempre habían sido bienvenidas, así que no era extraño encontrarse con uno u otro conocido de algún miembro de la familia merodeando por la casa, principalmente los de aquellos que ya estaban cursando en Hogwarts. A pesar de aquello, el hecho de que la segunda hija de la Salvadora Mágica hizo una amistad totalmente inesperada con la primogénita de su enemiga y brabucona, logró que Harriet se sintiera abrumada. La niña se llamaba Scorpia. A primera vista era la viva imagen de aquella chica que le hizo la vida imposible durante la infancia, por ello se sintió molesta cuando su hija la presentó a la familia, no obstante ─y sin estar del todo dispuesta─, comenzó a conocerla, así pudo darse cuenta de la inmensa diferencia de personalidad que tenía con la madre. Scorpia era muy amable, sociable y divertida.

Al conocerla, Alba tuvo el presentimiento de que iba a ser muy importante en su vida, ese era uno de los motivos por los que la mantuvo mucho más cerca que al resto de sus amigas y amigos. Por supuesto, aquella cercanía fue notada por las madres, quienes, a pesar de continuar con su rivalidad de la infancia, permitieron los recurrentes encuentros entre las niñas. La felicidad de sus hijas era mucho más importante que cualquier otra cosa.

Es así como Scorpia se encontraba con Alba y el resto de la familia Weasley conviviendo alegremente en La Madriguera.

La rubia de cabello corto se movilizaba con sigilo cada vez que Huguette se acerca entre los arbustos. Era la única que quedaba, pues Taddy, Jamie y Lilybeth ya habían sido pilladas en el juego. Y todavía no había perdido gracias a su mejor amiga, quien secretamente le enviaba señales para que supiera hacia donde moverse y así no se toparía con su prima.

- ¡Ahora!, ven... -susurró la pelinegra, quien se encontraba del otro lado del arbusto.

Ni tarde ni perezosa, la rubia llegó hasta donde se encontraba, Alba la tomó de la mano y corrieron juntas hasta que desaparecieron tras el huerto y quedaron frente a la puerta del garaje.

- Oigan ¿Y Alba? -Preguntó Ross al ver que su hermanita todavía estaba buscando.

- De nuevo, se escaparon... -contestó la hija mayor de los Potter y guiñó un ojo.

- Enserio... ¡Qué obsesiva! -resopló el pelirrojo enojado por lo voluntariosa que era su prima.

Por otro lado, en el garaje, las dos chicas corrían por todo el espacio libre. Esto era algo que usualmente hacía, Scorpia trataba de huir de Alba, pues si la atrapaba su castigo sería entregar alguna de sus prendas.

- ¡Ya! El lugar es angosto. -jadeó la rubia al verse atrapada entre unos estantes de repuestos de auto.

- Mejor aún. -Alba no dudó en acorralarla, con una sonrisa despiadada anunció su triunfo-. ¡Gané!

- Quiero salir de aquí, no quiero que se ensucie lo que me regalaste. -Expresó la rubia, quien al ser atrapada por su amiga y siendo acorralada tan brutalmente, decidió dejarse caer en un asiento trasero de auto.

- Tienes razón, te ves muy bonita. ─confirmó Alba observando fijamente a la rubia.

- Por cierto, gracias por el vestido. ─Ya lo había hecho antes, pero la manera en que a veces Alba la miraba hacía que se sintiera tímida y no pensara muy bien en las cosas que iba a decir.

- ¿Es mejor que la ropa oscura y anticuada que te hace usar tu madre?

- Si, sin duda. -respondió la rubia abanicándose con la mano.

「👗A lɑs escσƞɗiɗɑs👗」𝓕𝓮𝓶𝓢𝓬𝓸𝓻𝓫𝓾𝓼.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora