«La Aceptación»

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«La Aceptación»

Mientras comían esos pedazos de chocolate cada uno se miraban, lo hacían en silencio, tan solo la compañía de aquel sonido de sus bocas mascando. Joaquín alcanzó a ver esos ojos brillantes, vivos y fascinados con emoción.

—¡Está rico! —agradece con una sonrisa por el insignificante obsequio—. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando aquí, Joaqui?

Joaquín mira el suelo un poco inseguro de responder. Lo mira y antes de responder sonríe, no lo sabe por qué lo hace, solo lo hace.

—Más del que imaginas. Cuando entré a trabajar planeaba establecerme solo por un año, tendría una buena carta de experiencia para mi carpeta laboral e iría a una mejor empresa...

—¿Y qué pasó? —interrumpe Edris lanzando al mismo tiempo el empaque del chocolate a la basura—. ¿Qué te detuvo?

Joaquín vuelve a sonreír al saber muy bien cuál fue la razón por la que se detuvo.

—La vida misma —responde con un poco de vergüenza—. Lo peor que pude hacer fue haber planeado mi vida, ilusionarme porque las cosas estén en orden. Cuando somos jóvenes pensamos mucho en tener el trabajo perfecto, de aquellos de oficina de 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde, con fines de semana libres y gozando de todos los beneficios —bufa con un poco de rabia—. Y mira, llevo aquí más tiempo de lo que pensé.

Joaquín empezó su vida laboral más antes que cualquier persona. En el pasado gozó mucho de juventud y belleza al máximo, cuando entró al mundo laboral se dio cuenta que la competencia, la experiencia y el ser rápido son las ventajas más grandes que puede tener una persona. Nunca maldijo el hecho de que no pudo seguir la universidad, como tampoco pensó en tener su nombre escrito en letras de oro. Aprendió con el tiempo a valorar su trabajo, el tiempo y la comida que ganaba por eso. Entendió que la vida perfecta no existe, que el trabajo perfecto no existe, que hay que disfrutar y valorar cada momento.

—Yo soy muy ambicioso, ¡¿sabes?! —sonríe Edris al escucharlo—. Muero ponerme un negocio aquí, tener mis trabajadores, comprar en pocos meses más un auto de segunda mano o una moto por ahí. Estoy emocionado, ¡mucho, bastante!

Ese brillo especial lo hace suspirar Edris se muestra seguro, confiado, pero también con ligera ambición en los ojos. Joaquín se da cuenta que este jovencito es más que un chico promedio de los que hay por ahí.

—Los chicos de mi generación dicen que soy extraño e incluso se burlan de mí... —comenta mirando el piso—. A ellos les gusta mucho estar de fiesta, salir por ahí a hacer miles de cosas. Yo, yo quiero trabajar, hacer mucho dinero, mostrar mi potencial y por qué no, ser rico.

Sonrió, pero no de una forma burlona.

—¡No te burles! —chilla rodeando los ojos—. Veras que algún día lo lograré.

—No me estoy burlando, solo me reí porque me... No estoy burlándome, solo soy así. Sé que vas a lograr todo lo que te propongas —Edris infla el pecho como un militar condecorado que ha regresado victorioso después de la guerra—. Solo sí te diré que si eres algún día rico, serás uno muy petulante, creído y egocéntrico.

—Pues sí, lo seré y soy muy consciente de que soy creído —contesta sin pelos en la lengua—. Cuando sea rico y multimillonario en New York, regresaré aquí en un auto último modelo y les demostraré a todos aquellos que se han burlado de mis sueños que sí pude lograrlo.

Eso ya no le agradó tanto a Joaquín, no fue tan duro de tragar pero lo mostró ese lado que todos ven y odian de Edris, el que Álvaro y Margarita tanto detestan, ese lado presuntuoso que llega a ser odioso la mayor parte del tiempo.

—¡No seas así! A nadie le gusta la gente creída.

—No, no me importa —contesta cruzando los brazos—. Yo sé que no le caigo muy bien a toda la gente que me conocen. Incluso sé que aquí no le caigo bien a casi todos, creo que solo a ti te agrado. Pero no me importa, a Vero le gusta mucho lo que trabajo y tú siempre estás ahí, así que no me importa el resto.

La conversación se había volcado ahora a algo que no podía tratar así. Por lo visto en muy pocos días se había mostrado un bando muy seguro. Álvaro, Margarita y el resto de trabajadores contra Edris. Por lo visto es cierto, Edris es un chico muy presuntuoso, petulante, odioso y creído, pero es sin duda uno de los mejores trabajadores que ha ingresado a la empresa, en muy poco tiempo ha demostrado inteligencia, habilidades, rapidez, competencia y autonomía.

—¿Por qué me hablas de esto?

—Porque solo contigo hablo. A ti te puedo contar muchas cosas, te tengo confianza y además, me gusta hablar contigo...

Esas miradas caen de nuevo al mismo juego, uno que se apresura a calar dentro de sus sentimientos que por momentos nunca fueron florecidos antes. Unas piezas radioactivas que pensaban nunca utilizar. De repente una voz corta el momento de inmediato.

—¡Y a mí no me gusta que estén solo hablando! —interviene Verónica con unos ojos de lagarto que no ha desayunado. Se ve molesta, furiosa, enojada y con ganas de descargar su rabia con alguien—. ¿Me quieren decir que hacen escondidos por aquí charlando cuando hay miles de cosas por hacer?

Edris sale corriendo como un niño pequeño cargando cosas del suelo de forma muy chistosa, sale disparado desde donde está y deja solo a Joaquín con su temible jefa, él se disculpa varias veces y miente sobre algo que debían hacer.

—Espero que no quieras un llamado de atención a tu registro laboral, ¿verdad, Joaquín?

Joaquín siguió esparciendo disculpas y se apresuró a seguir su trabajo. Hoy tendría una tarea muy sencilla y a lo lejos pudo ver a Edris que realizaría el mismo trabajo que él, hacer un inventario general de todo. Algo muy simple, pero saldrían molidos por estar sentados en la misma posición por horas. Lo observaba desde lejos, admirando a ese joven y bello chico, sentando en un banco azul, de donde se puede observar que resaltan demasiado sus nalgas, desde hace mucho tiempo se había dado cuenta que Edris es un tanto nalgoncito. Eso le encanta en sí a Joaquín, no puede negárselo. Mientras toma su lapicero y marca el inventario se da cuenta lo sexy que se ve. Ese perfil tan bello que tiene, esa barba tan bien cuidada con la que se puede sentir el galán de temporada, hasta su forma de sentarse con las piernas abiertas y la espalda recta es atractiva. Sí, lo acepta, acepta que le encanta.

Sonríe mientras mira el suelo, levanta la mirada y su mirada cae en él otra vez. Es un imán para sus ojos, para sus pensamientos, para su corazón y ojalá fueran para sus labios. 

Enamorados & JuntosWo Geschichten leben. Entdecke jetzt