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Después de ayudar a la princesa JeongIn a ponerse el manto, Felix abrió el paraguas y lo colocó sobre ella antes de iniciar la marcha alargando el brazo todo lo que pudo para asegurarse de que la cubría totalmente, aunque él mismo quedaba al descubierto por la diferencia de estatura.

Nayeon vio alejarse a la pequeña comitiva hacia la séptima casa. Esperó junto a la ventana viendo crecer la oscuridad hasta que un sirviente se acercó bajo un paraguas con una antorcha encendida. Como siempre, contuvo el aliento deseando que el sirviente encendiera el farol de su puerta. Cuando se acercó a su casa y el farol empezó a brillar, se sintió rebosante de felicidad.

Aunque ya no compartían el lecho, Nayeon se apresuró a subir para prepararse para la llegada de Christopher. Después de ver el bonito qípáo que llevaba JeongIn, Nayeon le ordenó a su sirvienta que le trajera el mejor hànfú de su vestuario.

—¡Pero si no es día de fiesta ni el cumpleaños de vuestro esposo! —objetó la sirvienta.

—Haz lo que te digo, estúpida muchacha —soltó Nayeon—. Y encuentra mis pendientes con colgantes de jade. Y vuelve a arreglarme el pelo. Mi señor me visita esta noche.

—Como deseéis, señora esposa. —La sirvienta esbozó una reverencia. Estaba claro que pensaba que las esperanzas de Nayeon eran vanas. 

Nayeon decidió que haría que su sirvienta puliera los bronces al día siguiente para castigarla por su falta de respeto, pero no se rebajaría a discutir con ella en aquel momento. 

Aunque JeongIn era sin lugar a dudas la muchacha más encantadora que había visto jamás, Nayeon y Christopher compartían la comodidad y el respeto de una larga e íntima relación. Tendría que confiar en eso.

Cuando bajó para esperar a lo que deseara su señor, estaba ya empolvada y perfumada. Se había enrojecido los labios y pellizcado las mejillas para sonrojarlas, aunque no era consciente de cómo la anticipación de ver a su amor hacía brillar sus ojos. Nayeon recordaba agradecida que había sido muy linda cuando era una muchacha, pero los años y dar a luz a sus hijos habían marcado arrugas en su agradable rostro y había redondeado la que en el pasado había sido una figura delgada.

Alisó el vestido sobre las caderas, satisfecha de que al menos todavía no estuviera gorda. Aunque le gustaban mucho los dulces, los consumía con moderación porque deseaba ser grata a los ojos de su señor. 

Recibió su recompensa cuando su esposo entró en la sala de estar y su rostro se iluminó al verla.

—Nayeon, tan bonita como siempre. Me alegro de verte. 

—Yo también, mi señor. —Se puso de rodillas y se inclinó. 

—Tan formal después de tantos años... —bromeó Christopher, y alargó la mano para ayudarla a levantarse. La besó en las mejillas y después en la boca—. Nayeon. —Suspiró con satisfacción. 

swim ♡ chaninWhere stories live. Discover now