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-Pero no podemos comunicarnos por chat, Auron, ¿cómo lo hacemos?- preguntó nervioso el albino.

El mayor quedó en silencio pensando detenidamente.

-Hay que encontrar algo que sea lo suficientemente escandaloso como para llamar la atención de todos- reflexionó mirando a su alrededor -¿Tenemos fuegos artificiales?- se preguntó en voz baja a si mismo.

-Imantado- soltó Karchez de golpe.

Auron, extrañado, elevó la mirada pero al ver la cara de "tengo un plan magnífico" del más alto entendió todo.

Sí, podría funcionar.

En tiempo récord estaban ambos pueblos reunidos en la aduana semi destruida, insultando al joven con pijama de ratón por los agudos chillidos que había soltado junto a ciertas personas que se le habían sumado para llamar la atención

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En tiempo récord estaban ambos pueblos reunidos en la aduana semi destruida, insultando al joven con pijama de ratón por los agudos chillidos que había soltado junto a ciertas personas que se le habían sumado para llamar la atención.

Pero no había tiempo que perder, así que entre todos hicieron barricadas en los agujeros de la cúpula que protegía la aduana con los materiales que tenían a mano, y de paso, continuaban insultando al chico que ahora se concentraba en molestar y "dar órdenes", creyéndose el rey y todos los demás sus esclavos.

De alguna forma tenía que cobrarse todos esos insultos.

De todos modos, al menos tenían un espacio de protección provisional que mantendría fuera por un tiempo a los esqueletos sombríos tan extraños que aparecían cuando los rayos morados golpeaban el suelo.

Al terminar, los pueblerinos hablaban entre ellos con miedo, sin entender lo que estaba pasando.
Y es que nadie allí realmente lo sabía.

Ibai subió las escaleras junto a Cristinini para encontrarse con Auron y Karchez.

-Hey, tenemos al puto ejército de esqueletos del Clash Royale ahí fuera, ¿qué coño está pasando?, ¿se sabe algo?- preguntó el de barba recibiendo una negación con la cabeza de parte de su compañero de pueblo.

-¡Mauron!- se escuchó desde la muchedumbre.

El hechicero se hizo paso como pudo entre los pueblerinos y corrió apresurado hacia el de mechón anaranjado.

-Juan, ¿qué-

-¡Mauron! ¡Son ellos!- gritó exaltado sin dejarle hablar.

El nombrado, confundido, miró a Ibai pero este sólo se encogió de hombros.

-¡Los calaveras de Sinaloa! Mauron- exclamó agarrando los brazos de su amigo.

-A ver, a ver... Explícate bien- dijo la alcaldesa agitando sus manos agobiada.

-Ehm... ¿Podemos hablar en otro lugar?- preguntó acomodándose las gafas incómodo.

-No- soltaron los cuatro a la vez consiguiendo intimidar al hechicero.

ᴄᴀʙᴇᴢᴏᴛᴀ // ᴋᴀʀᴢᴇʀWhere stories live. Discover now