|43| Ganas de estrangular y...de algo más.

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Contra todo pronóstico, y para sorpresa del yanqui, los movimientos del barco al elevar anclas logran hacerlo despertar de un respingo. Como veterano hombre del mar, cada vez que está abordo apenas suele sentir las oscilaciones o los meneos de una embarcación sobre la superficie de las aguas. No es algo que lo inmute, pues apenas se les hacen perceptibles.

Sin embargo, dadas sus circunstancias, el hombre se ha obligado a mantener todo su cuerpo y mente en actitud de alerta y extrema sensibilidad. No olvida que a pesar de todo se encuentra en manos enemigas. Es por ello que apenas ha logrado claudicar a un ligerísimo sueño, tan ligero que incluso se ha pasado toda la madrugada espabilándose cada dos por tres al oír cómo en el camarote contiguo la muchacha no dejaba de moverse inquieta sobre su litera.

Y es por ello que, además, no ha prevenido percibir ese brusco y repentino bamboleo que enseguida le hace entender que los japoneses han soltado amarras para echarse a la mar.

El yanqui se yergue sobre su colchón y alarga la mano para apagar el candil a su lado. Por las escotillas ya se cuela un poco de claridad que ilumina el camarote.

Sin embargo, incorporándose para lograr mirar más claramente a través del cristal, se da cuenta de que la luz aún es muy tenue porque ni siquiera ha salido completamente el sol.

En el cielo apenas empieza a rayar el alba, lo que significa que el maldito Masayoshi ni siquiera ha esperado a que amanezca para zarpar. Aunque era de esperarse. Lo más lógico sería hacerlo a estas horas, y con cautela, aprovechando que todavía no hay suficiente trajín en el puerto como para levantar alguna sospecha o que algo le tronchase sus planes.

A pesar de sentirse los párpados aún pesados, se obliga a avivarse de sopetón. ¿Es que acaso realmente no piensa hacer nada al respecto?  Se recuerda a sí mismo que, una vez el barco se encuentre mar adentro, entonces ya definitivamente no habría marcha atrás. Lo que quiere decir que estaría dejado que Masayoshi se saliera con la suyas.

Estaría permitiendo realmente que la pobre muchacha sea embaucada en una arriesgada odisea. Pues a pesar de sus acuerdos con el emperador, es incapaz de saber a ciencia cierta cómo será el desenlace de este lío o que les depararía a ambos en el transcurso. Sabe muy bien que el maldito japonés tiene un humor muy cambiante y que en cualquier momento del viaje podría dejar de querer ser amistoso y utilizar las asperezas.

En cambio, el barco todavía sigue en las costas y aún tiene chances de evitar una barbaridad. Pero nada logra ocurrírsele para frenarles las intenciones a Masayoshi. La única manera de escape a la vista sería golpear a cualquiera que entrase por la puerta, buscar a la muchacha y tirarse al mar con ella.

No cree costarle gran esfuerzo cargar con ella y nadar hasta tierra. ¿Podría al menos intentarlo a pesar de las tantas variables que no le vaticinan éxito a su maniobra? Como el hecho de no saber si, una vez fuera de su camarote, podría sacar a lady Cheryl del suyo. O si antes de tirarse al mar con ella no tendría que involucrarse en una desventajosa riña con un escuadrón de esbirros que se interpusieran en su camino.

Pues el único resultado evidente pudiera ser que la muchacha fuera una espectadora directa de cómo alguno de ellos incrustara la filada hoja de un sable en alguna de sus costillas.

Derek decide anular la idea de raíz. Podría jugar a la suerte si únicamente fuese su vida la que corriera riesgo. Pero Lady Beckett también está metida en esto, haciendo que la situación sea todavía más peliaguda y delicada.

La sangre comienza a hervirle cuando se da cuenta de lo poco, por no decir nada, que puede hacer al respecto. La frustración lo corroe cuando se ve a sí mismo siendo víctima de la impotencia. Y es que ni siquiera sabe de qué forma desligarla a ella del asunto. A pesar de haberle aclarado a Masayoshi que la joven no es su prometida y que no le importa de forma especial, el muy condenado japonés ya ha decretado que ella le servirá de garantía. Quizás porque muy en el fondo sabe que a Derek en realidad no le importa ni su propia vida y ha pensado que quizás, involucrando la de alguien más, tomaría más enserio lo de cumplir su palabra.

Lady BeckettWhere stories live. Discover now