• Capítulo 35 •

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Parte 3. La caída de la reina; Final.

C.

Quedo horrorizada cuando me encuentro con Samantha en el suelo, grandes mares de sangre bajan de su hombro izquierdo e inundan su cuerpo. Nayeon la toma entre sus brazos y la pega a su pecho al mismo tiempo que presiona con un trapo su herida, lo hace tan fuerte hasta el punto que sus nudillos se marcan blancos.

—¡Resiste, Samantha! —suplica Nayeon, al borde del llanto, al ver como su amiga poco a poco pierde el conocimiento.

Miro a mi alrededor y noto con asombro el interior de la cabaña. Dos ventanas están rotas, la mesa se encuentra en el suelo mientras que las pocas decoraciones que hay, están hechas pedazos por cada rincón del lugar. El fuerte viento entra por la puerta, donde un par de huellas con una gran cantidad de lodo dejan rastros de la llegada del enemigo.

Intento caminar hacia donde está Nayeon, pero las fuerzas no me dan. Miro con recelo mi cuerpo y noto como en mi abdomen una gran mancha de sangre hace contraste con el blanco de mi ropa, aún así, no es motivo suficiente para rendirme. Me arrodillo tomando impulso de la mesa y termino por caer de nuevo al suelo, solo que esta vez de espaldas. Gruño con furia e impotencia ante lo poco que puedo hacer.

—¡Ayuda! —la voz de Mina se escabulle y llega como un grito desesperado que me aturde por unos segundos.

Miro a Nayeon, la cual no sabe a quién de las dos ayudar, pero al igual que yo, nota que si suelta a Samantha tan solo un segundo, morirá desangrada y ninguna quiere eso, ¿pero, y Mina? Tengo que ir por ella, ser yo quien la salve. Como ella lo hizo conmigo. Vuelvo a escucharla, sus gritos desesperados generan en mí una ira incontrolable e irreconocible. Cegada por las emociones mi cuerpo se maneja solo y me conduzco hacia donde ella se encuentra: En otra habitación.

La cerradura de la puerta ni siquiera sirve, ha sido abierta con tanta fuerza que incluso parte de la madera se ha roto, seguramente ante un azote o una fuerte patada. Los pasos con lodo llegan hasta ahí y cuando logro entrar a la habitación, mi mundo se desmorona.

Veo a Mina sobre la cama, de espaldas y con las manos en su espalda, donde Adam la toma para evitar que ella se suelte. Presiona con su otra mano la cabeza de Mina hacia la cama, buscando hogar sus gritos de ayuda, pero Mina no pierde ni un segundo intentando liberarse; grita, patalea y se mueve de manera brusca, pero Adam ni se inmuta, él en cambio, deja caer su cuerpo sobre el de ella, frotándose de manera lujuriosa mientras acerca su boca hacia su oído.

—¡Ayuda! —vuelve a gritar Mina con desesperación.

—No pidas ayuda para ti, ¿sabes por quién sí deberías? Por Martha, la pobre viejecita ya debe de estar con Dios en este momento, si no es que ya está con él.

—¡Hijo de...

—Cállate, perra. Antes de que te mate te voy a ser toda una mujer. ¡A ver si ahora prefieres un buen pene que andar lamiendo vagina! —Acerca su arma hacia la intimidad de Mina y la frota allí sin discreción alguna; con fuerza y brusquedad haciendo que ella se queje de dolor.

Busco con desespero algo cerca mío que me pueda ayudar a que Adam suelte a Mina, pero solo encuentro pedazos de vidrio, los estantes en el piso, mesas y muebles de cabeza. Me escabullo lento por el suelo y tomo un trozo de vidrio, que aunque logra lastimar mi mano al estrujarlo, no lo suelto. Llego hasta la cama y con la misma alzo parte de mi cuerpo, él nota mi presencia, pero antes de que intente hacer algo, clavo con fuerza el objeto sobre una de sus piernas.

Grita de dolor cuando la presiono hasta que casi desaparece entre su piel. Soy lenta para cualquier movimiento, así que es fácil para él poder derribarme de un solo golpe. Caigo al suelo incluso más afectada y adolorida que las otras veces. Mi saliva no tarda en mezclarse con el agrio sabor metálico de mi sangre y aunque intento no pensar en eso, mi cabeza da vueltas ante la estrepitosa caída.

|¿Cómo el verano enamoró al invierno?|MICHAENG|Where stories live. Discover now