Parte 21

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8

Peverell

Como por arte de magia, atravesamos el espejo, y en menos de dos segundos, lo había cruzado como si de una puerta abierta se tratase. Yo sujetaba la mano del hombre, quien, me había dicho que su nombre era Aragon.

Y como si estuviera soñando, caí sobre las puntas de mis pies, del otro lado del espejo, mareada, pero seguramente era porque no comía hacia un buen rato.

Me llevé los dedos a las sienes, aturdida.

—¿Aurora? —Aragon me toma por los hombros— ¿estás bien? Viajar a través de los espejos puede ser un poco aturdidor.

Entonces, escucho como alguien se aclara la garganta, y me levanto lentamente, mirando hacia el frente, para quedarme atónita ante lo que veo.

Por sí no fuera obvio, ya no estábamos en aquel callejón cerca de la estación de policía, ahora nos encontrábamos en un pasillo largo, rodeado por grandes columnas blancas con un estilo romano que recordaba por los libros de Kylo, y todo en el lugar era en matices de blanco y dorado, y cuando miré hacia la izquierda, entre las enormes columnas blancas, alcancé a visualizar una ciudad y alrededor, montañas, montañas que rodeaban la ciudad, casi como si la estuvieran ocultando.

—Hola, Aurora.

Miro al frente, y no me había percatado de que tenía a unas doce personas frente a mí. Las observo a todas, boquiabierta, pasmada por todo lo que había ocurrido en tan poco tiempo.

La primera mujer a la que vi, estaba parada frente a mí, era de edad avanzada, de cabello dorado y corto, con ojos del mismo color que los míos que sobresalían alrededor de sus arrugas, llevaba un traje blanco. Había tres personas a su derecha, dos de esas con ojos miel y estas llevaban trajes con túnicas verdes, decoradas estas con pequeñas flores y una persona más con ojos negros y traje y túnica del mismo color, miro a la izquierda de la mujer y veo tres personas más, una con rasgos como los míos y como los de la mujer, otra con ojos miel y otra más con ojos negros, y junto a Aragon y junto a mí, veo varios hombres altos, con rostro serio y con trajes azules idénticos a los que tenía puesto Aragon.

La respiración se me acelera y doy dos pasos hacia atrás, atemorizada. ¿Quiénes eran esas personas? ¿A dónde me había llevado ese hombre?

—No temas, Aurora —habla la mujer, dedicándome una sonrisa.

Y mientras camino hacia atrás, choco contra el espejo por el que acabábamos de salir.

—Quiénes... ¿Quiénes son todos ustedes?

La mujer camina hacia mí.

—Me llamo Isolde, y es un placer conocerte finalmente, Aurora —me sonríe.

Parpadeo y trago saliva.

—¿Dónde estoy? ¿Quiénes son?

—Estás en Peverell —me responde— en la gobernación de las especies.

Me siento mareada y aturdida. Miro alrededor y casi parecía que estaba dentro de un gigantesco castillo sin fin.

—¿En la gobernación? —pregunto.

Ella asiente.

La gobernación de especies... La recordaba, la recordaba a la perfección. Eran ellos quienes se encargaban de hacer cumplir las reglas y de buscar a aquellos que las incumplían.

—Te hemos estado buscando, Aurora, ¿o prefieres que te llame Golden?

Frunzo el entrecejo, confundida. ¿Cómo podía esa mujer conocer siquiera el nombre por el que me hacía llamar?

La hija del Sol (GOLDEN #1)Where stories live. Discover now