Capítulo XII. Amargo reencuentro

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El viaje continuaba extendiéndose como ninguno de los viajeros había planeado, pero ahora se sentía más cercano el final. Kaminari guiaba a los caballos por un camino que Izuku conocía de memoria pues lo había recorrido muchas veces hace muchos años, la entrada a la ciudadela donde se había criado, hasta que la carreta se detuvo de golpe y una mujer pelinegra miraba con seriedad a un asustado Kaminari.

—¡¿Por qué rayos tardaste tanto?! —gritó la pelinegra.

El rubio no logró decir nada, su asustada mente no encontraba cómo explicarle a su esposa todo lo que había ocurrido en su viaje.

—Lo sentimos mucho, el viaje se extendió demasiado, pero podemos explicarte todo, si subes a la carreta. —Kirishima asomaba su cabeza por un trozo de tela suelto del techo de la carreta.

—Bien, llévanos a casa Kaminari. —pidió Jiro y luego subió a la carreta.

Al entrar, la pelinegra quedó sorprendida, Kirishima la saludaba animadamente, la famosa princesa Andrómeda le sonreía y el héroe Perseo la miraba con seriedad, pero había algo más, en el suelo de la carreta se extendía lo que parecía ser el cuerpo de una serpiente y al seguirlo con la mirada se encontró con Medusa tratando de ocultarse entre una pila de telas.

—E-s ¡Me-me-medusa! —gritó aterrada.

—Hola, es un placer conocerte, Kaminari nos ha contado mucho sobre ti —respondió felizmente el peliverde.

Antes que Jiro gritara de nuevo, Perseo cubrió su boca y Kaminari aceleró el ritmo de los caballos.

Estaba asustada, pero no fue difícil hacer que la pelinegra dejara de temer a Izuku, unas pocas palabras del peliverde bastaron para tranquilizar a Jiro y la confianza que todo el grupo tenía hacia el pecoso finalmente la convenció; al final los invitó a su hogar para que descansaran del viaje.

La noche llegó de nuevo y esta vez Izuku volvía al lugar donde todo había comenzado, se notaba melancólico y pensativo, cuando la pelirosa quiso saber su versión de la historia de lo que había pasado con Poseidón, Izuku contó de nuevo lo sucedido, dejando a las mujeres con un sentimiento de culpa por haber creído tan fácilmente las mentiras del olímpico. Pero la calidez y la amabilidad de Izuku, lograron calmar todas las inquietudes de las mujeres, él había aceptado su destino y estaba feliz de haber encontrado buenas personas en las que podía confiar, con ese pensamiento el peliverde durmió tranquilamente.

En medio de la noche, Izuku sintió que alguien lo llamaba entre sueños, él no quería abrir sus ojos, entonces con una voz adormilada, le dijo a quien lo llamaba que lo dejara dormir.

—Será rápido, acompáñame y luego podrás volver a dormir. —La inconfundible voz de Perseo sacó a Izuku del mundo de los sueños.

En silencio ambos salieron de aquella casa y recorrieron las desiertas calles de la ciudadela, Perseo guiaba a Medusa a través de los callejones siempre cerciorándose de que no había nadie que pudiese verlos. Finalmente, Perseo se detuvo, dió un último vistazo a su alrededor y se acercó a Izuku.

—Ya llegamos, puedes quitarte la venda, pero debes darte prisa, es peligroso que estemos aquí —pidió Perseo.

Izuku obedeció y al abrir los ojos se encontró frente al majestuoso templo de Atenea, el lugar en el que había pasado tantos momentos felices y también muchas desgracias, al observar atentamente la entrada del partenón pudo reconocer un grupo de estatuas y conforme se acercaba pudo reconocer rostros familiares, Casandra estaba allí y también quien había sido su mejor amigo, Shoto, ambos tenían una expresión de terror que le heló la sangre, pero eso no impidió que se lanzara sobre ellos y los abrazara como si aún pudieran corresponderle. Izuku lloró amargamente, pero agradeció tener una oportunidad de despedirse de quienes tanto lo habían querido. 

Cuando Perseo se enamoró de MedusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora