Empatía

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Recién saliendo de la ducha, se colocó una toalla en la cintura, ahora buscando ropa para salir, mientras hacía eso, por una fracción de segundo su mirada paseó por su celular encima del ropero, quería ignorarlo, trató de ignorarlo. Se alejó para cambiarse con tranquilidad dejando de lado el aparato, cosa que logró... Para rápidamente tomar el móvil en sus manos, ahí se dió cuenta de que su preocupación iba más allá de su orgullo.

Por novena vez en este día, tocó en su celular el contacto bajo el nombre "Kai".

-Me cago en sus muertos- farfulló con molestia, tirando su celular en la cama.

Desde ayer estaba desesperadamente intentando contactar con él, después de que el día de la prueba ya no estaba dispuesto ni a dirigirle la palabra otra vez, hasta que anoche recapacitó al informarse de que nadie sabía algo de él desde que se largó.

Tocando su puerta en el hotel, revisando el celular con la esperanza de que el azabache le desbloqueara, preguntando a sus amigos si sabían algo de él constantemente, y ya no sabía que hacer. Nadie conocido ni los del hotel le pudieron dar un indicio del paradero del menor.

Harto, dejó su teléfono en su bolsillo, apoyándose con las manos en su armario, revisandose la cara en el espejo que tenía al lado de este, acercó su mano sin hacer presión a la mejilla que estaba aún algo irritada. Suspiró frunciendo el seño.

 Probablemente jamás olvidaría el rostro de Kai en ese instante, una mirada cargada de rabia, dolor, aturdimento y confusión. Ese comportamiento ya lo había visto antes, pero el hecho de ver esa faceta tan agresiva en una persona que se veía incapaz de tan siquiera matar una mosca lo dejó más que descolocado. En su mente había dos Kai, el que conoció y con el que convivió durante meses mostrandose casi como un ángel, timido, bondadoso, y puro; una lucecita que brillaba por si sola aunque se rodeara de seres corrompidos como lo era él. Y ahora la otra cara, que lo golpeó dos días atrás, mostrando una actitud tan mundana, hostíl y grosera, gritando con voz agravada a su propio hermano, que no tenía la culpa de las estupideces del padre de ambos.

Podía confiar en que se podría cuidar sólo, era un adulto, y por lo que podía ver cualquier problema podría resorverlo a puñetazos.

Se trató de convencer de que él estaba bien, su coraje le hacía intentar ignorar sus sentimientos de apego al de piel oscura.

Menuda"Suerte" tuvo, tan sólo dejo de buscarle se lo encontró  por accidente, en la estación.

Se quedó quieto en la puerta de entrada cuando se percató de la figura del americano frente a él.

Se le percibía distraído, dedicándose a uniformarse sin muchas ganas, ni siquiera notó su presencia en los vestidores, aprovechando esto lo revisó de pies a cabeza; ojeras violáceas resaltaban bajo sus cansados ojos olivo con algo de rojo en sus escleroticas, no sabía si era por la falta de sueño, por llanto o por ambos.

Cuando acabó de equiparse cerró su casillero, suspirando con pesadez como si intentara calmarse - Kai Tanner, entrando de servicio- tan solo terminar la frase dirigió su mirada a la salida, y su cara cambió radicalmente.

-Eh...-  ahora temblaba como si estuviese viendo su vida pasar frente a sus ojos, la cara de Thor no ayudaba, de repente el ambiente se tensó de golpe.

La escena podría tratar perfectamente de un documental.

La gacela había captado el peligro que el individuo en frente suyo representaba, un león macho adulto que lo había estado acechando hace unos minutos, esperando el momento perfecto para atacarlo.

Las pupilas del joven herbívoro se volvieron el doble de pequeñas, estando atento a las acciones del león.

La gacela retrocede un par de pasos hacia atrás tratando de conseguir al menos unos segundos de ventaja, aún manteniendo la esperanza de poder sobrevivir, pero en base a a distancia, es poco probable.

ProfundidadWhere stories live. Discover now