Capítulo 5: Somos como perro y gato.

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Lo último que esperaba era empezar la semana en el hospital, pero debería haberlo visto venir. Me había sentido tan débil estos últimos días y apenas había ingerido algo de líquido, era la única culpable de todo esto.

La persona que me había dejado en este estado, en más de una ocasión. Siempre se encargó de hacerme saber que si terminaba en un hospital, siempre sería por la culpable.

Culpables por no comer.

Culpable por hablar con un compañero de instituto, incluso cuando solo fuera para coordinar la entrega de un trabajo práctico.

Culpable de no tener más amigas.

Culpable por solo existir.

Siempre sería la culpable de mi destino.

Estaba segura que ahora mismo él disfrutaría verme en esta cama de hospital, lo había disfrutado en muchas ocasiones y la primera fue cuando tenía seis años.

Era un psicópata disfrutaba esto y no sentía ninguna empatía alguna, lo podía ver a sus ojos que la única emoción que veía en ellos era la satisfacción. Disfruta de mi dolor, por alguna razón que desconocía.

Por otro lado, ahora mismo me sentía agradecida de que alguien se haya preocupado por mi. Hacía muchísimo tiempo nadie lo hacía y aunque esa persona había sido mi profesor. Tenía que admitir, que sino me hubiera traído al hospital, no se que habría sido de mi ahora.

Mire por la ventana de la habitación, incomoda de que no haya dejado de mirarme desde que entro y decidió hacerme preguntas las cuales tenía prohibido responder.

Por mi seguridad.

Sentía el ambiente tenso, por eso mismo y lo único que quería era estar sola y no podía. Porque al parecer cierta persona se había atrincherado, alegando que no me dejaría sola.

Cabeza dura era el hombre.

La verdad era que me sentía mucho mejor, el suero en mi brazo hizo que se me pasara el dolor que sentía en las costillas y también el  insoportable dolor de cabeza. Eso para mi era sentirse mejor, así que me sentía en condiciones de estar sola y sin nadie rondado a mi alrededor como una mosca molesta.

La puerta de la habitación se abrió e intente acomodarme en la cama, pero una punzada a un costado de mis costillas me hizo jadear repentinamente por el dolor.

—¿Estás bien?—se apresuró a llegar a mi lado y revolotear sus ojos por todo mi cuerpo, buscando el problema de mi malestar.

—Si—intente sonar tranquila, pero me afectaba tenerlo tan cerca—. Estoy bien, solo me dio un tirón a un costado—le sonreí, para intentar tranquilizarlo.

Permaneció en su lugar a pesar de que el doctor había entrado y fue cuando me di cuanta que no lo había hecho solo.

Estaba acompañado de... ¿Mi director?

—Señorita...—dijo el médico llamando mi atención, mientras chequeaba su planilla en mano—, Russo ¿verdad? —pregunto y asentí—. Genial, primero déjeme decirle que es un milagro que no tenga ningún derrame cerebral con el golpe que tiene en la cabeza—indico y me moví un poco incómoda.

No me gustaba que suelte esta información frente a mi profesor y director. Pero suponía que era un error suyo, al creer que eran mi familia. Pero lo puse todo a un segundo plano, cuando mis alarmas sonaron por lo que menciono. Sabia que el golpe fue fuerte, pero no esperaba que haya sido tan fuerte, como para tal vez ocasionar un derrame.

—¿Entonces me puedo ir?—pregunte, como sino me afectara lo que había dicho.

Los hombres frente a mi reaccionaron como si estuviera bromeando, hasta el doctor me miraba como si me fuera a quebrar en cualquier momento y comenzar a llorar. El director pareciera incómodo, no sé porque y Prie... el profesor como si estuviera loca.

Oscuro secreto © [sin editar]Where stories live. Discover now