Capítulo 22

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Mason decía la verdad, la señora Levine me esperaba muy temprano al día siguiente en su casa para cuidar de los niños. De hecho, en cuanto llegué pude ver que estaba sumamente atareada con varios papeles en la mano, los cuales llevaba de un lado al otro, completamente desesperada. No hable mucho con ella, lo único que me dijo antes de irse fue que lamentaba mucho ser tan inesperada con los días de trabajo y que intentaría terminar lo antes posible con los problemas que se presentaban para llegar a casa más temprano de la hora acordada. No pude evitar sentirme con la necesidad de decirle que no se preocupara, que yo me encargaría de todo y que volviera a casa una vez que concluyera con su trabajo. Claro que la señora Levine se sintió encantada y me dijo que era una maravilla de persona, pero yo no lo hice por los halagos, simplemente fue algo que me nació decir al verla tan preocupada por todas las dificultadas que estaba teniendo su casa de moda, quería que se sintiera apoyada al menos por su niñera. Sobre el señor Levine no tengo mucha información, sólo sé que ya se había ido mucho antes de que yo llegara. Quizás él tuvo otra emergencia, alguna reunión importante o tal vez sea de esos hombres adictos al trabajo que no puede dejar la oficina sola ni por cinco minutos. No es algo que quisiera saber, mucho menos que me incumba, pero debe de existir una razón monumental para que ese señor no esté en casa con su familia ni en fines de semana. Entiendo que no puedo juzgar a las personas, pero desde que los Levine se mudaron al lado no ha habido ni un solo día en el que yo haya visto el auto del señor Levine aparcado por más de ocho horas en su casa. Por otro lado, Mason estaría entrenando todo el día y eso me reconfortaba, ya que podría poner mis defensas abajo y respirar libremente sin sentirme nerviosa por su sola presencia.
El día había pasado bastante rápido, los chicos y yo preparamos el desayuno, sacamos a pasear a Spike al parque, jugamos un rato, pedimos comida china y estuvimos haciendo bromas durante el almuerzo. Todo estaba tranquilo y lo mejor es que los tres nos la estábamos pasando genial.

-       Jordan, vamos, la película está por comenzar- Micky gritó desde la sala.

Ya era de noche y le había propuesto a los chicos que viéramos películas animadas para pasar el rato, así que preparé un bowl con palomitas de maíz y me reuní con ellos en el sofá.

Estuvimos viendo La Princesa Encantada por más de cuarenta minutos y sin duda una de mis películas favoritas de la infancia. Ellos no la habían visto, así que en cuanto les mencioné la película no dudaron ni un segundo en ponerla. Fue bastante tierno verlos emocionados con cada cosa que pasaba y muy divertido ver a Michael poner cara de asco en las escenas románticas. 

-       ¿Tu amor con mi hermano es así de bonito?- preguntó Mckenna.

Al principio no entendí porque había dicho algo así, pero cuando recapacité entendí que para ellos yo seguía siendo la novia de Mason. Una novia más falsa que un billete de tres dólares.

No sabía si seguir con aquel jueguito, puesto que esa fue una pequeña mentira para hacer que los niños me respetaran, pero considerando nuestra situación actual, creo que ya he pasado todo tipo de peligro, ahora nos llevamos de maravilla y no sentía la necesidad de seguir engañándolos, aunque tampoco quería exponer a Mason y hacerlo parecer un mentiroso ante sus hermanos. Por lo tanto, debo pensar en algo que nos saque a ambos de este embrollo sin ser perjudicados.

-       Lo era- dije en un suspiro. -Hemos terminado.

En si, no les estaba mintiendo, parte de lo que decía era verdad.

-       ¡¿Qué?! ¿Por qué?- exclamaron ambos, dejando de prestarle atención a la película.

Ambos se giraron hacia mí y me miraron fijamente. Mckenna se encontraba sentada junto a mí en el sofá del lado izquierdo, mientras que Michael tenía su lugar en la alfombra, justo a mi lado derecho.

Un día para recordar (1)Where stories live. Discover now