☾Capítulo 8☽

81.8K 6.1K 9.5K
                                    

La frustración en mi ser me impide sentir nada más que enojo y decepción, mezclada con más frustración como si eso fuera posible. Así que aquí me encuentro, percibiendo una dolorosa presión en mi pecho que apenas si me deja respirar con normalidad mientras tanto camino hacia el final del pasillo del baño notando el banco de madera blanca apoyado contra una pared. De perfil a los lavabos y al espejo.

No hago más que caminar, sintiendo el sonido de mis botas negras repiquetear en el suelo, y acercarme al borde del lavabo para abrir la llave y sujetarme al borde mientras veo el agua correr, y pienso en el sonido de sus pasos acercarse, que al principio es lejano, pero luego se vuelve tan cercano que si levanto la cabeza podría verlo mucho más cerca de lo que es sano para mí experimentar.

Paso saliva cuando noto que mi corazón golpea con fuerza en mi pecho, lo cual me parece absolutamente estúpido. Levanto la cabeza y me observo en el espejo, notando mi ceño fruncido y mi expresión de enfado en el rostro. Me quito la máscara de conejita y la dejo a un lado, notando que él analiza con detenimiento cada uno de mis movimientos.

Toda la frustración se volvió enfado, y ahora, viéndome al espejo lo noto en mi rostro y en el lenguaje tenso de mi cuerpo. Dejo escapar un suspiro por mis labios y mojo mis manos, para luego llevarlas a mi nuca y cerrar los ojos con el contraste de mi piel caliente. Siento al instante un escalofrío recorrer mi cuerpo, causado por el agua y por sus ojos negros escrutando cada uno de mis movimientos.

Si mantengo los ojos cerrados puedo evitar verlo parado detrás de mí, observándome en silencio pero con el ceño fruncido. Trae consigo ese aura perversa y oscura, con las chispas de los truenos envolviéndolo y creando su propia zona de destrucción. Porque eso es él, destrucción.

Abro los ojos cuando lo único que oigo es el sonido de la llave dejando pasar el agua en conjunto con mi respiración pesada, pero lo que más se oye es un silencio ensordecedor que deja ver el latir frenético de mi corazón.

Dios... ¿Por qué está aquí?

¿Por qué me hace esto?

Lo primero que veo es mi reflejo de nuevo, notando que tengo el rostro ligeramente enrojecido. Mis ojos oscuros se ven brillosos, no sé si por las lágrimas que no derramé o por otra cosa, pero veo en la oscuridad de los baños con su luz tenue que mis ojos brillan ocultos tras mi expresión endurecida.

Mis labios entreabiertos, se mantienen rojos, con el labial carmín que tanto le gusta... No, no quiero pensar en él. ¿Cómo pudo ocultarme que se iba? Y me rechazó, haciéndome sentir como una tonta...

El labial está un tanto corrido, así que me observo a mí en el reflejo, ya que si miro ligeramente a la derecha voy a verlo a él, parado dos pasos detrás de mí observándome con dureza, con altanería y con la mandíbula apretada.

Peco al verlo, lo hago cuando paso mi dedo índice por el contorno de mis labios para arreglar las líneas corridas por el beso.

Jaziel está detrás de mí, a dos pasos de distancia y ligeramente a la derecha. Viste de negro, como es tan propio de él y trae botas de combate. La remera negra hace que su piel se vea aún más pálida de lo que es y su cabello blanco está revuelto, como si hubiera pasado la mano por allí muchas veces intentando arreglarlo pero hubiera fracasado cada una de ellas. Su aspecto es imponente, y la mirada felina con la que me observa es un tanto animal, lo cual me asusta pero me inquieta.

Siento una presión en el abdomen cuando nuestras miradas se encuentran, y su mandíbula se tensa.

En su mano derecha trae un vaso, aquel cuyo contenido volcó en mí y cuya bebida apenas mojó mi escote. Así que paso mi mano húmeda por mi pecho, limpiando el sutil rastro que las gotas de alcohol dejaron al correr para perderse entre mi escote.

Malas Intenciones IIWhere stories live. Discover now