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Luego de terminar la clase llegó la hora del almuerzo. Mi afrodisíaco.
Pasar por un enorme salón, lleno de personas y un ruido aturdidor no era un desafío a afrontar.

Me armé de valor y me dirigí a una mesa vacía en una de las esquinas cerca de la ventana.
Estaba a punto de enterrar mi sandwich primavera en mi boca hasta que una voz me interrumpió.

-Hola niña.- Saludó una desconocida mientras se sentaba en mi mesa.
Detrás de ella pude notar la presencia de un chico igual de efusivo.

-Hola.- Respondí cortezmente.- En que los puedo ayudar?-

-En absolutamente nada. Somos nuevos aquí y te vimos más sola que Mark en los recreos de primaria.-

-Oye!- Exclamó el joven de cabello negro. -Al menos yo era responsable.-

-Como sea. Soy Liv, Liv Winters y este idiota es mi primo, Marcus Howard.-

-Mark, dime Mark.-

-Podemos sentarnos?- Preguntó la rubia.

En un principio dudé, eran completos desconocidos y extraños para mí pero parecían agradables y divertidos.

-Claro!-

-Bien! Y dinos, que estudias?-

-Profesorado de Filosofía.- Respondí orgullosa.

-Oye! También estudio Filosofía.- Dijo Liv y eso alegró aún más mi mañana.

-Bueno al parecer ya no estaré tan sola.- Sonreímos los tres.
-Y tu Mark?-

-Psicología... admiro el funcionando de la mente humana.-

-Había considerado la psicología de joven pero luego no quise saber nada más sobre mi mente.- Confesé haciéndonos reír a los tres.

Pasamos el resto de la hora del almuerzo hablándonos y conociéndonos aún más.
Resultó ser que Liv y Mark eran primos lejanos y se conocían desde el jardín de niños. Ella tres meses más grande que él.

-Entonces, nos vemos mañana, verdad?- Preguntó Liv mientras buscaba las llaves de su coche.
-Tener a Mark hablando sobre psicoanalisis toda la mañana va a incinerarme la mente.- Otra de sus constantes burlas y chistes hacia su primo quien fingió molestarse.

-Por supuesto. Nos vemos.-

Los chicos se marcharon a sus respectivos pisos y yo al mío.

-El latín es una lengua indoeuropea, de la que descienden el español (o castellano) y las demás lenguas romances como el italiano, el francés, el gallego y el portugués, el catalán, el rumano...- Explicaba el profesor McGrath. Profesor de Latín, obviamente.

Las clases continuaron con total normalidad y tranquilidad.
Cerca de las 12:30 salí de la universidad y me dirigí hacia una cafetería cercana a mi departamento para almorzar.

-Una Bagette y un jugo de naranja por favor.- Dije al pedirle mi orden al amable camarero.
Me encontraba con mi computadora, intentando comunicarme por Skipe con mi mamá hasta que la campanilla de la puerta sonó y la curiosidad me hizo mirar.
Allí estaba... la mujer. Bueno, la directora. Era increíble como podía mantener ese porte recto por tanto tiempo.
Se movía con delicadeza pero seguridad, cosas que hacían que mi corazón casi saliera de mi pecho.

No pidió nada más que un café irlandés y se sentó en una de las mesas pegadas a la ventana. "Personas desconocidas", un libro que lo conocía pero por la portada parecía ser una novela criminal.

Decidí comunicarme más tarde con mi mamá pero dejé mi computadora abierta para que en caso de que ella me mirara tuviera el artefacto para disimular.
Entre que comía mi café y tomaba mi jugo, miraba a la Señorita Venable, con la mayor discreción posible, sin cesar. Era como si su aura tuviera un imán para mí vista la cuál fue víctima de una de las miradas más intimidantes. La pelirroja no había despegado sus ojos del libro pero pareció notar mi intensa observación y se dirigió velozmente hacía mi. Una mirada firme, bella pero sobre todo inexpresiva y fría. Esa mujer era todo un témpano.

Fueron fugaces segundos en los que nuestras miradas se conectaron hasta que desvíe mi vista con el corazón en la boca del miedo y de algo más, algo identificable.

Renacer de la decadenciaWhere stories live. Discover now