Capítulo 2: Dios te bendiga

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Había pasado un día de lo ocurrido, de aquel extraño accidente en donde Anne no murió pero parecía como si así fue. A ello se le sumaba el sentir una presencia observándola fijamente, oír pasos detrás suyo y el molesto pitido en su oído izquierdo. ¿Qué podía decir en su defensa? Absolutamente nada. Ella se lo había buscado, ella lo había querido y, si había funcionado, aún lo quería.

Sin embargo, estaba asustada... y no se
quitaría el crucifijo que llevaba al rededor del cuello

Según investigó en el libro donde estaba la invocación, una vez que se le ignoraba al espíritu, éste se aburría y, eventualmente, se iría por su cuenta. ¿Acaso el mismísimo Diablo se iba? ¿Acaso Anne necesitaba recurrir a un curandero o algo así? No.

¡Por supuesto que no! Iba a ser valiente, iba a acostumbrarse a vivir con una mirada encima, con un irritante pitido en su oreja, e iba a olvidar toda esa extraña resurrección.
Fingiría que no vio el color sangre en los ojos de su doctor, y que el niño del hospital tenía algún tipo de enfermedad mental, la cual lo hacía alucinar y ver cosas que no estaban allí.
¡Tal vez podría mentirse a sí misma y pensar en que estaba enferma mentalmente, también! Y lo hizo.

Fue entonces aquel día, el segundo -para ser exactos-, al cual Anne maldijo o bendijo de por vida.

Los Boonchuy se dirigían a la iglesia en su auto. La más baja llevaba puesta su ropa casual. Consistiendo de un largo y hermoso vestido blanco hasta las rodillas y zapatos planos. Dejando que su corto cabello fuera libre danzando con el viento de manera desordenada pero de alguna forma agraciada. Cualquiera diría que tenía aspecto de una niña de diez años para su edad, pero así era la ropa que su madre compraba para ella, y al ser de contextura pequeña era aún más confuso.

Estaba bien porque la mayoría de las personas en el pueblo vestían así, incluso si en su escuela creían que parecia una idiota por no llevar lo que la mayoría de las chicas de diecisiete años llevaban.

Ivy lucia muy bonita con su camiseta blanca y falda fruncida negra, al igual que unos zapatos de tacón del mismo color. Haciendo lucir a su hermana mayor elegante. Su padre llevaba la típica vestimenta de hombre arreglado, nada fuera de lo normal

Todos oían una -obviamente religiosa-
melodía que le daba gusto oír a la familia, e incluso se la sabían, pero no eran lo suficientemente exagerados como para cantarla al unísono.

Bueno... un poco.

—Oh-oh.

Anne murmuró. Sus ojos marrones posándose en la ventana del auto de su padre viendo un punto en específico reflejando aquella escena en sus ojos. Observaba por la ventana un accidente que había a lo lejos, en un borde de la carretera la cual su padre se encontraba conduciendo. Era horrible.

Ivy intentaba observar por la ventana de su hermana de la misma manera, sorprendida igualmente, abriendo levemente sus labios. Mientras su mandíbula se caía con lentitud, un gesto apenado formándose en el hermoso rostro de la joven. Mientras su madre tapaba sus ojos y murmuraba en voz baja algo inentendible.
el señor Boonchuy frunció su ceño y manejó a más velocidad, intentando pasar rápidamente para que ninguno sintiese tristeza o impresión.

Anne se acercó más a la ventana, curiosa, observando a través del vidrio cuando estuvieron frente al desconocido auto hecho trizas, era en verdad trágico. Y el tiempo pareció ir más despacio mientras presenciaba una figura totalmente negra, alta, de hombros delicados con algo largo en su mano. Estaba de pie a un lado de uno de los cuerpos en el suelo, e incluso si sus ojos no podían verse, Boonchuy sabía que, al menos por un momento, tuvo aquella escalofriante mirada sobre ella. Ningún oficial o enfermero pareció notarla, pasando de ella como si no estuviese allí, siendo imposible de ocultar.

Dancing with the Devil - MarcanneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora