Deseo

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Acababan de saquear el barco más grande que jamás hubiera visto en su vida, se había enfrentado contra piratas reales, había sangrado, había gritado y había ganado, claro; con la ayuda de Edward y su más que expedido liderazgo, pero ¡maldición! Él había estado ahí, le había botado un par dientes a un tipo y había sido increíble.

La adrenalina y el picor de los golpes ardían en su piel como si quemaran, la euforia se arremolinaba en su pecho de manera insoportable. La alegría, la dicha, la sensación de lo incorrecto... todo al mismo tiempo haciéndolo tropezar y caer en los brazos de Ed por el pasillo mientras reía y se tambaleaba seguro de que podía bailar un vals toda la noche sin parar.

La puerta de su cabina crujió cediendo a sus espaldas, después de lo que pareció una batalla más intensa que la tuvieron en el navío asaltado. Los empujones, los golpes amistosos y los abrazos no habían parado desde que abordaron el Revenge.

A penas pudo cruzar la puerta con los brazos de Ed sobre sus hombros y sus labios cosquilleando sobre su mejilla de manera juguetona.

Se tambaleó por la habitación devolviendo las risas y los empujones hasta que encontró la botella de brandy que estaba buscando.

Iban a emborracharse y hablar de su cruzada hasta que el sol saliera y nada, excepto el mismo barbanegra, podía arruinar ese plan.

La repentina sensación de sus labios presionando los suyos con brusquedad lo hizo retroceder un par de pasos hasta reincorporarse y devolverle el beso con un ritmo cariñoso y pausando.

Todos sus besos eran así; ligeros, castos y caballerosos. Como si a penas pudieran creer que los labios del otro estaban finalmente a su alcance y el acto fuera tan sagrado y devoto como los rezos de Stede cuando estuvo desesperado rogando el perdón de Edward.

Había sido un largo camino hasta aquí, desde su ruptura, hasta que abordó el Revenge una tarde buscando recuperar a un sanguinario barbanegra que prefería matarlo antes que ser vulnerable otra vez y desde que juró con su vida que se quedaría a su lado sin importar que...

¿Cómo no abrazarlo con adoración cada que sus labios lo tocaban? Amaba la forma en la que sus cuerpos se envolvían mutuamente cada vez que se perdían en un lento compás de caricias. Era tan perfecto, tan dulce, tan puro...

Un empujón brusco lo sacó del trance haciéndolo caer de lleno en el sillón detrás de él.

Ni siquiera tuvo tiempo de preguntar que había hecho mal. El peso de Edward lo estampó contra el respaldo y lo hizo exhalar un profundo suspiro.

Su redondo trasero se había posado a horcajadas sobre su regazo y su cuerpo se ceñía de forma apretada y ansiosa contra el suyo.

Lo siguiente que supo fue que le faltaba el aire, Ed lo beso y dios sabía que amaba sus besos, pero no podía seguirle el ritmo.

Era tan desesperado, apasionado y violento que juraba que saboreó sangre y no fue precisamente malo, todo lo contrario. Un mar de sensaciones subían desde su estómago y viajaban por su cuerpo haciéndelo temblar.

Nunca había sentido algo como eso, nunca había experimentado el deseo o la excitación de la forma que se estaban cocinando en su bajo vientre y no sabía como manejarlo.

Sus manos se deslizaban indecisas desde los risos de Ed hasta su espalda baja. Nunca habían hecho algo como eso, no estaba seguro de si era correcto ir más abajo o de si lo estaba haciendo bien.

Desde que volvieron a ser co-capitanes habían tratado de continuar las cosas desde donde las dejaron, yendo muy lento, asustados de alejar de nuevo al otro con cada paso y aunque el amor que se tenían era tan desbordante que no podían imaginar un mundo en el que no navegaran juntos, sus avances físicos no habían sido muy grandes.

Our Flag Means... ¿Sex?Where stories live. Discover now