Our Flag Means... ¿Sex?

Arreglo

Habían pasado semanas desde que intentó su primer movimiento con Stede. Semanas desde que pasaron una noche entera juntos o hablaron de algo.

Stede lucía lejano, distraído y a veces preocupado ¿Tan difícil y estresante era pensar en tener sexo con él?

Ed suspiró lanzando la mirada por el lejano horizonte donde a diario esperaba ver aparecer algo. Un barco, una flota, a Izzy buscando venganza por abandonarlo en un puerto, lo que sea, quería sentir arder sus músculos, hacer la sangre correr caliente en sus venas y no pensar, porque mientras más tiempo pasaba sentado viendo a Stede preocupado, más fuerte se preguntaba qué estaba mal en él.

¿Era su cuerpo? Ya no era tan esbelto y firme como cuando era joven, estaba lleno de cicatrices e imperfecciones, tenía kilos de más que se habían ido acumulando con los años en lugares donde, a su edad, ya no podía tonificar tan fácilmente ¿Era su cabello? Crispado y tan salpicado de gris por todas partes. ¿Su rostro? Demasiado incómodo de besar con una barba a medio crecer ¿Su técnica? Tan tosco y rudo besando que Stede podría considerarlo vulgar. Tan necesitado de afecto que resultaba empalagoso.

Mordisqueó con rabia el último trozo de pan con mermelada. Pese a todo, Stede se había asegurado de que sus meriendas fueran entregadas a tiempo y en una bandeja donde sea que se escondiera.

Lo extrañaba... y se sentía estúpido por estar tan frustrado.

La habilidad que tenía Stede para hacerlo deprimirse era increíble. Un pequeño rechazo de sus avances sexuales y aquí estaba; triste, inseguro y vulnerable. Nadie lo había hecho sentir tan poco atractivo y sin destreza como ese hombre.

El bullicio lo hizo girarse hacia la cubierta. Ahí iban otra vez. Stede había movilizado a la tripulación para hacer algo y él había dejado de preguntarse qué hace semanas.

Como co capitan y como quien en realidad si sabía cómo liderar ese barco, tendría que decir algo. Pero a este punto, si se encontraban con los españoles o los ingleses o quien sea de su larga lista de enemigos, estaría feliz de tener algo que hacer.

Ya ni sabía a dónde se estaban dirigiendo ¿A china? ¿A Italia por más vino? ¿Al lugar seguro donde Stede le había prometido que podrían empezar de nuevo? ¿Qué más daba? Él estaba triste y frustrado sexualmente y lo único que quería era a su estúpido novio de vuelta y no haber empezado esta cosa del sexo nunca.

Podría ser célibe por el resto de su vida si eso significaba tener de vuelta los tiernos besos por la mañana, los toques cariñosos y el tiempo juntos, o bueno, podría intentarlo. No podía evitar querer tocar a Stede o anhelar estar más cerca de él.

Se sentía como si fuera el único interesado en el contacto físico y eso era frustrante.

Ya fuera por su reputación o su buen ver, jamás faltó alguien dispuesto a darle al gran barbanegra lo que sea que quisiera. Desde su propia tripulación, hasta Izzy, Calico o algún desconocido valiente en un bar, siempre hubo un hombre que mataría por complacerlo, pero Stede era diferente. Él hacía las cosas a su manera, con elegancia y misterio, y aunque lo volvía loco, también le encantaba. No podía evitar querer su atención, sus muestras de afecto y su compañía. Lo deseaba tanto que realmente estaba empezando a rendirse con este asunto de esperar por esa gran noche que nunca iba a llegar.

Cuando la tarde comenzó a enfriar y no había rastros de Stede en la cubierta, finalmente decidió bajar y hacer lo que había estado haciendo desde que todo este asunto empezó. Tomar largos baños solo, mirarse desnudo frente al espejo, peinar su cabello y preguntarse por qué se estaba tomando todas estas molestias.

Stede no estaba en mejor estado físico que él. Si, la vida en el mar y su notable mejoría como pirata en el periodo que llevaban juntos desde que volvió, lo habían vuelto más duro, un poco más acrobático y le había dado un aspecto más relajado y natural. Y con todo eso no era un jovencito en pleno auge sexual, pero era el elegante, risueño y rubio caballero pirata del que se había enamorado y eso era más que perfecto.