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[...]

Sierra de Hidalgo, Hidalgo México.

Daniela se encontraba sumergida dentro de la pantalla de la computadora, mientras que sus hijos estaban divirtiéndose en el amplio jardín junto a un hombre de espalda amplia, vestido con jeans, botas y camisa con una chamarra de piel de borrego.
Todos parecían estar felices, la pequeña Madeline recién había cumplido 3 años, mientras que el pequeño de rizos caramelo; Melek Hemlock Holmes de 2 años. Habían crecido bastante rápido, eran niños inteligentes para su corta edad, pero Daniela sabía que lo tendrían que heredar.

Ella estaba tratando de volver a rehacer su vida, conoció a Samuel, un hombre de rancho, mejor amigo de Genaro. La pequeña familia fue a vivir a la sierra madre de Hidalgo, un lugar boscoso y frio al cual a Daniela le recordaba a Inglaterra y con ella a esos hombres.

El muchacho de 30 años, tez blanca y ojos olivo se acercó a Daniela, cargando a los niños cada uno en un brazo. El pequeño pidió que su madre lo abrazara y ella con una enorme sonrisa extendió sus brazos.

-¿Ya tienen hambre?- pregunto Daniela besando la cabeza rizada de los niños, ambos dijeron que si. Se adentraron a la casa, con techos altos y en su mayoría echa de madera. La criada ayudo a la chica con los niños y otra a servir la cena.

Daniela fue a lavarse las manos a la cocina, ella seguía igual de pálida, había aumentado de peso pero nada que la hiciera ver mal. Su cabello volvió a ser largo y fuerte, pero negro como la noche, los lentes ya eran parte de ella y junto con ella un nuevo anillo de compromiso.

El teléfono fijo del hogar sonó, y ella contestó.

Querida! Oh, me alegra escuchar tu voz- era la madre de los Holmes, siempre tan linda.

-Señora Holmes, ¿Cómo ha estado? También da gusto escucharla- dijo Daniela con una sonrisa, mientras se secaba las manos.

-De maravilla pequeña. ¿Cómo están mis hermosos nietos?, Ya estoy ansiosa por volverlos a ver.

-Estan bien señora, también quieren ir con ustedes. ¿Estaría mal si pasáramos días antes de que fuera navidad, con ustedes?- pregunto Daniela. Era finales de noviembre y se avecinan las vacaciones de invierno y navidad.

-Oh claro, vengan. Incluso pueden quedarse en navidad- dijo feliz la señora, pero Daniela se preocupó.

-Pero... ¿Y ellos?- se escuchó un silencio un poco abrumador.

-Ellos no creo que vengan. Mycroft dijo que pasaría la navidad con el detective y Sherlock iría de viaje a Hawaii con Will.- respondió un poco desanimada, si no fuera por Daniela y los pequeños, ellos estarían solos en navidad.

-Iremos en navidad entonces Señora Holmes. Nos vemos- contesto Daniela, para después despedirse y colgar.

Llevaba a los niños a Inglaterra a ver sus abuelos, debes en cuando. Mycroft ni  Sherlock sabían que ellos posaban tierra inglesa, sus padres entendieron y aceptaron guardar el secreto con tal de ver crecer a los niños.

[...]

Ya era casi media noche, Daniela estaba en su estudio organizando pendientes del trabajo de su padre. El cigarrillo estaba encendido sobre el cenicero, y a un lado una copa con tequila. No había podido dejar el alcohol y mucho menos el fumar, los nervios y la ansiedad eran peores y tenía que sacarlo de una forma u otra.

Samuel se adentro a la habitación, y tomo asiento en silencio en una de las sillas que estaban de frente al escritorio de la chica.

-¿Sigues con eso?- pregunto con voz rasposa, ella se quitó los lentes y masajeo sus ojos.

-No tengo que dejar pendientes para Diciembre- respondió poniéndose de nuevo los lentes -Tendre que salir antes de tiempo a resolver algunos pendientes- dijo mientras le daba un trago directo al tequila.

-Ya te había dicho que ya no era necesario que trabajarás en eso, con la empresa de tu papá, de tu padrino y con lo que yo te doy es suficiente para vivir- regaño Samuel, con rostro serio.
Ella soltó un suspiro y lo miro de frente.

"¿Por qué lo soportas?" Se pregunto en su mente.

-No puedo estar en casa dedicándome 100% a los niños- respondió, para después destapar la botella de tequila para servirse más.

-Puedes hacer otras cosas, pero lo que tú estás eligiendo hacer no está bien, y en algún momento le va a afectar a tus hijos- volvió a regañar.

Daniela seguía sin deshacerse de esos malos hábitos, seguía quitándole la basura del camino a su padre, haciendo favores a políticos. Había vuelto a su vieja vida y eso no le parecía a Samuel, aunque no tenía mucha cara para reclamarle.

-No existe ninguna diferencia de lo que tú haces, a lo que yo hago.- dijo Daniela sacando humo de su boca.

Samuel era dueño de hectáreas de tierra donde se sembraba amapola. Amapola con la que el padre de Daniela hacia negocios millonarios, Samuel era uno de los mejores productores que podía tener su padre, sin el no habria mucho que vender.

-Yo no asesino gente- se defendió.
-No, pero aceptas que niños y mujeres embarazadas trabajen recolectando la amapola- respondió. -Mira Samuel, no volvamos a tocar el tema, ¿De acuerdo?- pidió, mirándolo sin titubear. Ella se había vuelto más dura, directa y... Mezquina, pero con sus hijos era todo lo contrario.

El solo se relajo, y suspiro fuertemente, quería tanto a Daniela que estaba dispuesto a estar con ella para ayudarla con los niños, los quería igual de fuerte que a la chica, estaba dispuesto a darles todo.

Samuel se levantó, y camino a espaldas de Daniela, hizo a un lado el cabello negro para descubrir su hombro y su cuello, para plantarle un beso.

-Vamos a dormir, anda...

[...]

Londres, Inglaterra.

Mycroft estaba escribiendo cosas sobre un pedazo de papel. Había bajado de peso y parecía cuidar más su cuerpo.
Regreso con Gregory, según para olvidar a la mexicana y no quedarse solo.

Los hermanos se habían dividido, Sherlock se quedó con la custodia de Will, y ya no tenían tanto contacto de Mycroft, el se había vuelto peor que antes de conocer a la mexicana, estaba siendo un terror para sus enemigos, aún peor.

Dejo la pluma a un lado, paso sus manos por su rostro y suspiro. Lo único que le quedaba de ellas, era el borrego rosado que Wagner le había regalado y una foto de ellas dos sentadas en un tronco viejo en medio del bosque, esa fotografía la tenía enfrente de el, sobre su escritorio enmarcada en un bonito marco.
No las volvió a ver, todos los días se preguntaba cómo podrían estar, si el les hacía falta.

Miro profundamente la fotografía, melancólico recordaba el olor del shampoo para bebé, y la mirada de Daniela cuando el llegaba de la oficina.
Aunque le costó mucho trabajo aceptarlo, fue con un terapeuta. Cuando Daniela se fue se sentía enojado con ella, que le había arruinado la vida y que jamás podría hacerse cargo de un bebé, que no era capaz ni siquiera de mantener unida a su familia.

Después del parto de Daniela, el se alejo un poco, se sentía presionado por todo mundo para ser un buen padre y se sentía asfixiado, y eso Daniela lo comenzó a sospechar y por eso se fue.

-Vamos Mycroft, ¿Y si las buscas? - se dijo a si mismo, con los dedos cruzados debajo de su barbilla. Miro el celular, y tomo la bocina, marco y espero a que atendieran el celular.

Quo Vadis |Mycroft Holmes| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora