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-Mami...- susurro la pequeña, para no sobresaltar a su madre. Daniela abrió un ojo y la vista que tuvo jamás la podría olvidar.
Madeline despeinada, con su pijama rosada y tomando con fuerza su perrito de peluche.

-¿Que pasa hija?- pregunto, para después incorporarse.

-Tengo hambre, y ya quiero ver a mis abuelos- volvió a susurrar, a la madre le pareció gracioso que hablara así.

-Deacuerdo hija, pero tengo algo que contarte- dijo Daniela sería, se sentó sobre la cama y extendió los brazos a su hija, inmediatamente la pequeña se acurrucó.

-¿Recuerdas lo que platicamos sobre tu papá?- pregunto la morena, y la niña asintió.
Daniela había Sido parcialmente clara, le contó a su hija que por cuestiones de trabajo y distancia su papá no podía vivir con ellos, que su papá era alguien muy importante y que no tendría tiempo para viajar tantas horas, algo cruel pero la pequeña lo comprendió y no pregunto más, sinceramente nunca pensó mucho en su papá, pero implícitamente sabía que el la quería mucho.

-Pues ya puede estar contigo, todos los días a la hora que tú quieras - dijo Daniela con una sonrisa, la pequeña soltó un enorme grito de felicidad y salto de sus brazos, saltando sobre la cama, mientras Daniela cuidaba que no se cayera.

Siiii! ¿Cuando vendrá?- pregunto la pequeña sin dejar de saltar.

-Hoy, de echo nos invitó a desayunar - la pequeña volvió a gritar y se abalanzo contra su madre para abrazarla.

-¿Papá ya no tiene tanto trabajo? Ya puede ir con nosotros al rancho? - pregunto la niña separándose de su mamá.

-El seguira trabajando, pero nosotros estaremos un tiempo aquí. Podrás ir a la escuela cerca de donde vive papá y podrás hacer pijamadas con el - contesto la madre con una sonrisa un tanto dolorosa, ya no sabía cómo explicarle a su hija que por culpa de Daniela no había conocido a su padre.

[...]

Hannibal estaba cargando al pequeño Hemlock, mientras la pequeña Madeline comía galletas sobre la cama esperando la hora para salir, mientras miraba un documental de animales.
Daniela se acercó a su hijo y sin ser tan brusca le arrancó un poco de cabello para después echarlo en una bolsa. El pequeño se irritó pero Hannibal lo abrazo y enseguida el niño guardo silencio.

-¿De quién crees que es?- pregunto suave Hannibal, a Daniela le incómodo pero era la verdad, se sentía la peor madre al no saber de quién era su hijo.

-Se parece tanto a los dos- respondió a acariciando la cabecita del niño. Hannibal miro su reloj de la muñeca y giro a verla.

-Ya es hora, ¿Segura que quieres que vaya?- pregunto un tanto preocupado, aún cargando al pequeño.

-¿Por qué no? Tu decidiste que serías parte de esta familia- dijo Daniela, el sonrió y se agachó para darle un beso, procurando que la pequeña no los mirara.

-Vamos hija, ven- hablo Daniela y la pequeña apagó el televisor, se levantó de la cama. Estaba vestida con un vestidito rojo de terciopelo, era color vino, calcetas negras y zapatos de charol rojos, tenía el mismo gusto que su madre. Tenía una coleta dónde caían sus rizos rojos y tenía un moño del mismo color que el vestido.

Salieron de la habitación, y ya estaban en camino al lujoso restaurante en el que Mycroft había pedido.
Llegaron y el ballet parking los ayudo a bajar, el hostes los invito a pasar.

Mycroft estaba sentado en una gran mesa a un lado de una ventana, a su lado estaba Gregory, y los acompañaba Sherlock y el pequeño Will.

Daniela iba caminando de la mano con Madeline, la pequeña quería correr, pero no sabía dónde.
Mycroft las vio cerca, y se levantó de la mesa, miro como Daniela lo miraba de lejos y la pequeña miraba con tanta curiosidad su entorno.
Daniela se detuvo y se puso en cuclillas para ver a su hija.

Quo Vadis |Mycroft Holmes| Where stories live. Discover now