La inquietante belleza que habita en todo lo perceptible y a veces incomprensible, se intimida por obvias razones, el sentir y su voluntad en el jardín de mi afecto.
Atenta ante cualquier movimiento por inocente que parezca.
Los juramentos infructuosos parecen marcharse antes presumiendo la sospecha, los temores inmerecidos y los actos tintados de azul.
No soy quién para abrumarte con absurdas exigencias, el sólo morar tus recuerdos me es suficiente.
Tranquilizaría mi ansía de un cariño recíproco, por qué bien sé, que a mis intenciones no eres indiferente.
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arrecife de ilusiones
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