Prólogo

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Miro en silencio la cuna que estaba delante de ella.

Adentro los 2 bebés dormían tranquilamente sin darse cuenta que estaban solos.

Solos en un castillo abandonado.

Solos con una mujer horrible como madre.

Solos sin un padre presente.

Solos... ellos estaban solos...

Cómo lo había estado ella.

Pero ya no estás sola.—dijo una voz femenina.

—No, ya no.—se dijo en voz baja para no despertar a los niños.

—Argen y Ariane.—dijo en un susurro mientras se acercaba a los pequeños.

Paso su mano por la cabeza de uno de los bebés y sonrió.

—Son tan pequeños... muy pequeños para estar solos.—susurro mientras sentía como las lágrimas amenazaban con salir.

Demasiado pequeños.—dijo la voz.—Como nosotras al inicio.

Apretó los dientes al oír eso.

Ella tenía razón.

Ambas habían sido niñas cuando sus vidas cambiaron.

Cuando entraron a aquellos infiernos.

Ambas eran muy pequeñas para poder defenderse.

Para poder protegerse.

Protegerse de aquellos que se supone las iban a cuidar.

Al final habían terminado solas.

Solas en unos infiernos que llamaban vida.

Ella negó con la cabeza y miro a los bebés.

Ellos no tenían la culpa de nada.

Habían oído a los demás sirvientes hablar entre ellos, murmuraban entre ellos sobre esos niños.

Unos hijos ilegítimos los cuales eran despreciados por el Emperador.

Apretó sus puños y miro a los bebés.

¿Qué culpa tenían ellos de haber nacido?

¿Qué culpa tenía de ella haber sido adoptada por el Duque Eckart?

¿Qué culpa tenía ella de que su madre muriera y viniera su padre a buscarla?

Negó con la cabeza.

Debería alejarse de esos niños.

Alejarse antes de terminar desarrollando algún sentimiento hacia ellos.

Pero no podía.

No podía y a lo mejor no quería.

No quería dejar ir está oportunidad.

Por qué a lo mejor era su última oportunidad de recibir amor.

Se sintió culpable por unos segundos.

Cuidar a unos niños con la esperanza de que ellos la quieran en un futuro sonaba demasiado egoísta.

Pero hace años que había dejado de ser egoísta.

Podía darse ese lujo ¿Verdad?

Podía darse ese pequeño gusto.

Ese pequeño deseo.

—Tranquilos.—dijo ella en voz baja mientras cargaba a ambos niños con una pequeña sonrisa en su rostro.

Los pequeños abrieron sus ojos de manera lenta y poco a poco sus miradas rojizas se encontraron con la verde de la joven.

Yo seré su madre (La nueva vida de los gemelos-El único final de la Villana)Where stories live. Discover now