Capitulo 2: Encuentro

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  Los recuerdos de los sucedido golpearon y Henza tan pronto abrió los ojos. Se arrepintió rápidamente ya que con los recuerdos llegó la segadora luz del sol que se filtraba por la ventana y le daba de lleno en los ojos. No era la mejor forma de comenzar el día, los ojos ardiendo y el cuerpo adolorido por toda la pelea. Henza se sentó en la cama y se rasco la nuca mientras miraba un punto en la pared. Siempre ha tenido una rutina pero ese día parecía que no sabía que hacer primero. Le daban ganas de no hacer nada y quedarse en la cama para siempre. Pero lo más probable es que su familia empezará a sospechar de algo si lo ven tan decaído.

  No paraba de darle vueltas a lo sucedido. Ese vacío que sintió al luchar contra Zao aún le carcomía la cabeza. Siempre disfrutaba la lucha, pero ese vacío y el sentimiento de tristeza no abandonaba sus pensamientos. Era demasiado como para ignorarlo. Henza suspiro, se levantó de su cama y se estiró para quitarse lo somnoliento. Alargó su mano para agarrar la espada que siempre dejaba a un lado de la cama. Pero no agarro nada.

  Henza volteo y se dió cuenta de que su espada no estaba donde siempre la dejaba. Busco debajo de la cama pero no vio nada. Rebuscó por todo el cuarto pero su espada no estaba. Hizo memoria y para su mala suerte dejo la espada en el campo de batalla.

-Carajo- dijo en voz baja.

Se puso con prisa la ropa y las botas, corrió hasta la puerta y justo cuando la abrió vio a su madre con la mano levantada. Era obvio que estaba a punto de tocar. Henza paro antes de chocar con ella.

-¿Porque tanta prisa jovencito?- pregunto su madre alzando una ceja- Parece que has visto un fantasma.
- Nada.... mamá- dijo Henza eligiendo no decirle nada sobre la espada
- ¿Seguro?
-Si- contesto Henza sonriendo para que no se preocupara
-Si tu lo dices....baja. Desayuna, te vez palido- dijo su madre mientras tocaba sus mejillas.- No estás comiendo lo suficiente. Te veo más flaco y estás sudando.
- No te preocupes mamá, estoy bien, me siento bien- mintió Henza - Saldré solo un momento.
- ¿Ahora?
- Será rápido- dijo Henza besandola en la mejilla y corrió por el pasillo.
- Más le vale que vuelva rápido o lo jalare de la oreja- prometió la madre preocupada.

  Henza corrió como alma que lleva al diablo por todo el pueblo. Esquivo niños pequeños y señoras que caminaban con sus canastas por todo el trayecto. Iría más rápido si no lo detuvieran en cada esquina para saludarlo o pedirle favores. Los evadía con cortesía y corría más rápido. Justo cuando iba por una esquina casi se topa con la princesa acompañada de sus guardias. Henza se lanza detrás de una carreta en el último segundo antes de que ella logrará verlo. El corazón le latía a mil por segundo después de esa maniobra.

No es que la odiara. Pero si ella lo veía se vería obligado a ser cortés y entablar una conversación con ella. Lo cual llevaría horas, cuando había un tema que le interesaba nada la paraba. Y ya sabía de antemano de que iba a insinuar la princesa con su charla. Definitivamente es una conversación que no puede tener ahora. Menos cuando su espada, el arma más poderosa jamás creada, la clave del bienestar de su hogar quedó olvidada en un bosque.

  Gateo como bebé hasta perder de vista a la princesa y a su séquito. Solo cuando estuvo seguro de que ya se habían alejado lo suficiente se levantó y corrió otra vez hacia su destino. De camino se imagino todos los posibles escenarios que se ocurrieron para prepararse mentalmente para cualquier cosa. Desde la posibilidad de que halla sido robada por bandidos o estar en manos equivocadas. Cada escenario más deprimente que el anterior. 

Tropezó con todas las ramas y rocas en el camino, hasta le dió la impresión de que chocó con un pajarito cuando soltó por unos arbustos. Le parecieron horas hasta que por fin llegó al lugar donde luchó contra Zao.

No le sorprendió ver la espada justo como la dejo el día anterior. Pero si ver a Zao sentado junto a un árbol observándolo. Pero lo que más lo tenía sorprendido y en shock es que Zao estaba ahí y no estaba intentando tomar la espada.

- La...dejaste ayer- dijo en un susurro Zao algo dudoso si debería hablar o no.

¿Acaso se había quedado ahí toda la noche vigilando la espada?

Henza se acercó y agarro la espada.

- Me descuide- dijo Henza sin saber en realidad que decirle.

No todos los días le dices gracias a ti archienemigo.
Y mucho menos a uno que ha tratado de matarte por 15 años.

- No la vuelvas a olvidar.- dijo Zao levantándose- Si supieras a cuántos les interesaría poner sus manos sobre esa espada.
- Gracias- dijo sin pensar Henza
Zao lo miro curioso.
- Te quedaste toda la noche aquí por esto- dijo Henza- Así que...gracias.
Zao volteo rápidamente ocultando su rostro. A Henza le pareció ver algo rojo en su cara.
- No es nada....estamos en tregua- dijo Zao- Ya me voy.
- Espera- dijo Henza acercándose un poco.

Demonios, Henza actuó sin pensar y ahora Zao lo miraba esperando a ver qué decía. Cuando se dió cuenta ya se había acercado a Zao. Y solo eso, ninguno de los dos decía nada.

Debía verse bien pendejo. Pensaba Henza.

Al parecer Zao se dió cuenta porque se compadeció un poco y dijo:
- Deberíamos hablar, ¿No creés?
-Si......



  Los dos se sentaron en el mismo lugar donde estaba antes Zao. Se miraron por un largo rato en silencio, a veces uno de los dos abría la boca como queriendo decir algo pero al final no pasaba nada. Técnicamente se conocían de años pero actuaban como dos que acababan de conocerse. Henza se rindió y cuando estubo a punto de levantarse e irse la voz de Zao lo detuvo.
- Perdón por atacar tu hogar hace 15 años- dijo Zao- Y por intentar matarte.
- Yo lamento haber encerrado a tu padre en la montaña- dijo Henza
- Lo admito, se lo merecía- dijo Zao
- Y perdón también sobre lo de tu ala- dijo Henza recordando la vez que atravesó con su espada una de las alas del dragón.
- Esta bien, hace mucho que sanó- dijo Zao sonriendo un poco.

Henza no sabía porque pero no podía dejar de verlo sonreír.

Inconscientemente el sonrió también.

- Los dos hemos hecho cosas- dijo Henza un poco más relajado- Pero hemos hecho una tregua, todo queda en el pasado.

   Sin darse cuenta pasaron las horas, cada uno contaba un poco sobre el otro. Henza descubrió que al dragón le encantaban las cosas dulces a pesar de ser una criatura que se alimentaba de carne. Y Zao supo que a Henza le daban miedo los ratones, que según el eran criaturas de la oscuridad disfrazadas de roedores. Y solo porque una vez cuando era pequeño un ratón le saltó encima mientras dormía.

Henza no había sonreído y reído en mucho tiempo. Al menos no de esa forma. Sin saber cómo, ambos estaba sentados muy juntos cuando la sombra del árbol cambiaba de posición junto al sol.

La espada y el conflicto terminaron olvidados en una esquina.

Al tener hambre los dos se alimentaron de frutas que encontraron cerca y de peces que atraparon en un río cercano.



Hablaron hasta que el sol se oculto y la luna emergió
- Creo que debería irme- dijo Henza al notar lo oscuro que estaba.
- Yo también- dijo Zao- He estado mucho tiempo fuera
- Mi madre me matara- dijo Henza y de repente recordó lo que le dijo a su mamá en la mañana- MI MAMÁ ME MATARÁ

Henza se levantó de golpe y casi se tropieza.

- ¿Nos vemos mañana otra vez aquí?- pregunto Henza- En la tarde sería perfecto
-Si- dijo Zao rápidamente

Henza se despidió y corrió con todas sus fuerzas hasta su casa.

- Mamá perdón por el retrasó- dijo Henza tan pronto abrió la puerta.

Y justo allí en una silla estaba su madre con una tabla de madera, esperando en la oscuridad solo con una vela.

- Hasta que al fin nos honras con tu presencia- dijo ella mientras se levantaba.

Henza trago nervioso.

- Saldré un momento mi trasero- dijo su madre imitando su voz.








Continuará.....





Espero que les guste.

¿QUÉ?    ¡El héroe y el villano tienen un romance secreto!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora