Capítulo 3. Una invitación

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SIENNA

Nunca en mi vida había tenido tantas ganas de follar.

Ahora no sólo olía a los cinco lobos que me rodeaban. Podía verlos.

Un gran lobo de pelaje brillante (algo extraño de primeras si no eras capaz de deducir que en su forma humana era rubio) rodeó un árbol y se acercó lentamente hacia mí. Era grande, pero eso no lo convertía en dominante.

Sus ojos, como los de la mayoría de los lobos, eran de un dorado centelleante. Yo era una excepción: mis ojos eran de color azul hielo tanto en mi forma humana como en mi forma de loba. Por la mirada apreciativa que me dirigió el lobo rubio, me di cuenta de que reconoció la singularidad de mis ojos.

Vi a los otros cuatro rodearme y me invadió una sensación de claustrofobia. Uno se acercó tanto que pude sentir su nariz en mi trasero oliendo mi excitación.

Los dos que estaban a mi derecha gruñían de lujuria sin tapujos, el que estaba a mi izquierda se relamía los labios y el rubio que estaba frente a mí se agachó, listo para abalanzarse.

La mayoría de los hombres lobo prefieren tener sexo en forma humana, pero estos cinco estaban bajo los efectos de la Bruma y querían sexo a toda prisa.

Estaba a punto de cerrar los ojos y entregarme a una orgía violenta y animal.

Mi cuerpo gemía mientras el lobo que estaba detrás de mí me lamía la pata trasera. Quería que esos machos me saborearan, que me follaran hasta el infinito... cuando de pronto recordé su cara.

La cara de Emily.

Solo un destello fue suficiente. Como si un cubo de agua helada se hubiera derramado por todo mi cuerpo, la Bruma dejó de afectarme. Ahora solo era un calor sordo en lo más profundo de mi ser.

Tenía el control.

Gruñí tan fuerte como pude, asegurándome de que los lobos supieran que no estaba interesada. Pero como típicos machos que eran, no les gustaba obedecer órdenes. Siguieron lamiéndome y acercándose.

Cansada de su mierda de actitud, gruñí de nuevo. El típico gruñido que decía "ponme una pata encima y te la arranco".

El lobo rubio que tenía delante pudo ver por mi expresión que no estaba de broma. Se dio la vuelta. Los tres lobos a mis lados se dieron cuenta un segundo después y retrocedieron.

El único que parecía tener un problema para leer la situación, o mejor dicho oler la situación, era el que estaba detrás de mí. El que me había estado olfateando. Se inclinó hacia delante de nuevo.

"Ya está bien", pensé.

Me giré a la velocidad del rayo y hundí mis afilados dientes en su cuello. Apreté con fuerza, haciéndolo sangrar.

Gritó de dolor, luchando por retroceder, pero no lo dejé escapar. Ese lobo iba a aprender una lección.

Solo cuando sentí que estaba a punto de desgarrarle la yugular lo solté. El lobo no se detuvo a mirar.

Sabía quién mandaba ahora, se dio la vuelta y salió corriendo. Cuando miré atrás, los otros cuatro ya se habían ido.

Satisfecha, me adentré más en el bosque. Podía oler el sexo en el aire.

La Bruma comenzó a invadirme de nuevo y seguí corriendo, tratando de reprimirla. No quería dejarla salir.

Cuando volví al lugar donde me había deshecho de mi ropa, me transformé.

Esta vez sentí cada detalle insoportable: los huesos que se achicaban, el cuello que disminuía, las patas traseras y los brazos que se doblaban...

Entonces todo terminó y volví a ser humana.

Lobos milenarios (libro 1)Where stories live. Discover now