Sin ningún error

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ADVERTENCIA: Escenas de tortura, no físicas, pero si psicológicas.

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Algo que el rubio estaba acostumbrado era a nunca fallar. Muy rara vez solía cometer un error, incluso podría contar las veces que lo hizo y todas serían menos de diez. Pero cuando lo hacía, no era simplemente fallar y se acabó. No. Habían serias consecuencias, pues no debía equivocarse, ya que él no se lo perdonaba y siempre solía haber un castigo.

Hunter, luego de pasar todo el día intentando buscar a la señorita Park sin éxito alguno, llegó hasta un edificio urbano e ingresó. Su presencia fue recibida con miradas de curiosidad al ver su aspecto, también miradas extras: algunas de admiración y respeto, otras de repudio y envidia. El rubio solo las ignoró pasando de largo. Se dirigió a las escaleras, y empezó a subir escalón por escalón; su destino: el último piso.

Sus pasos eran rápidos para llegar cuanto antes; mientras tanto, su cuerpo estaba nervioso y ansioso. Lo que pensaba sería una misión fácil y rápida, terminó fallando estrepitosamente. Su situación era muy vergonzosa. No se tardaría en correr la noticia sobre la misión fallida del Guardia Dorado, pues había alguien que estaba al tanto de sus movimientos buscando errores como si fueran oro, irónico. Eso ahora no le importaba mucho, pues había algo más peor que perder un poco de reputación; más bien, alguien.

Llegó al fin al último piso luego de varios minutos; ya estaba acostumbrado a subir por las escaleras a pesar de haber un ascensor, usaba la excusa de utilizarlo cómo forma de hacer actividad física para sus piernas. Al terminar de dar el último escalón y parar un momento para recomponerse, escuchó una voz aguda que lo sacó de sus pensamientos.

—El señor Belos te está esperando, Hunter. —bajó la mirada, se encontró a una dama de estatura baja y piel morena viéndolo con apatía en sus ojos.

—Lo sé... —respondió con obviedad, jadeando levemente. Esta suelta risitas y caminó de largo hacia el ascensor que estaba a lado de las escaleras, chocando su hombro con él intencionalmente.

—Debía suponerlo, él quiere saber sobre tu última misión. Dijo que no le llegó el reporte de cumplimiento que suele mandar habitualmente. —soltó su comentario y los músculos de Hunter se tensaron. — ¿Ocurrió algo, Guardia Dorado? —fingió preocupación teniendo un tono de mofa.

—Eso no te incumbe, Kikimora. —renegó entre dientes y siguió su camino. Tras dar algunos pasos lejos, escuchó una risa maniática a sus espaldas, sabiendo nuy bien quien lo hizo.

Kikimora, la asistente del señor Belos, era tan eficiente cómo irritable; no dudaba en hacer cualquier cosa solo para molestarlo o poner obstáculos en sus misiones. Su rivalidad comenzó cuando, en una oportunidad, Belos lo nombró ante todos como su "fiel mano derecha", siendo que Hunter apenas estaba trabajando un año y ella, prácticamente, casi toda su vida. No la culpaba, pero sí que era desesperante.

Creería que necesitaba ayuda psicológica, a veces llegaba a ser muy extraña, y tenía la idea de que en cualquier momento podría clavarle un cuchillo con tal de matarlo; pero tenía más enemigos aparte de Kikimora quienes también querrían hacer eso, pero ella era la que estaba más próxima a hacerlo.

Se detuvo ante una gran puerta doble de madera con decorados de símbolos, a un estilo rústico, pero moderno. Respiró hondo para calmar su respiración y llamó a la puerta. Una voz masculina respondió por detrás de la puerta, permitiéndole pasar.

—Oh, Hunter, ya llegaste. —un hombre mayor, vestido de un traje  café, se encontraba de espaldas viendo hacia los cristales de la ventana que daban una buena vista de altura a la ciudad nocturna.

Huntlow beta AU - Cómo Espinas de CactusWhere stories live. Discover now