Ningún lugar, cualquier lugar

11 0 0
                                    

23 de agosto de 2021

Querida Salomé,

Te escribo desde todas partes y desde ninguna, así que no sé cuándo te llegará esta carta. Aquí no hay recepción ni wifi, ¡ni covid!, es genial, ¿no crees? Sé que no te parece buena idea hacer un retiro espiritual en el medio de la nada, ya que necesitas estar conectada con tus fans, pero te confieso que lo increíble de estar en todas partes y en ninguna a la vez, es que a final de cuentas, estás conectado con todo.

¿Sabes qué día es hoy? Un día como hoy me odiaste como nunca nadie me odió en la vida. Nunca sentí un peso tan grande como el de tu mirada aquel día hace justamente un año. Por eso no lo he olvidado. Espero que tú sí. De lo contrario, sería muy vergonzoso.

Nunca me sentí tan sumergido en el vacío como lo estuve en aquellos días. Es algo que me cuesta explicar. Si tuviera que ponerle un nombre, quizás sería "muerto"... así me sentía, muerto. Y sé que odiarás esa palabra cuando la leas, pero así me sentía. No estaba aquí, definitivamente no estaba aquí, y mientras más tú querías mantenerme contigo, más me alejaba de ti. Algo estúpido, ahora que lo pienso, porque tú te convertiste en mi antídoto para todo.

Es paradójico pensar que esta pandemia me quitó a una de las personas que más amo, y también me ayudó a enamorarme de ti. Ya sé, me tardé en decírtelo, y lo lamento. No grites que vas a alborotar al edificio, puedo escucharte desde aquí.

También pienso en eso seguido. Fuimos vecinos durante años pero nunca notamos la presencia del otro. Luego tuve la fortuna de conocerte y el virus me impedía acercarme a ti... y ahora tomé el camino de la purificación divina, pero no sé si seguirlo sea lo que me hará realmente feliz.

A veces pienso, ¿el precio de encontrarte fue haber perdido a mi padre? El covid se lo llevó, pero el covid también te trajo a mí. Si entrecierras los ojos y giras un poco la cabeza (ya te imagino haciéndolo), parece un trueque algo malvado, aun no sé si justo. Lo cierto es que antes de la pandemia era feliz, tenía a mi familia completa, y ahora también lo soy porque te tengo a ti brillando en mi cielo, pero, ¿lo seguiré siendo cuando llegue al final de este camino? Ya no tengo a mi padre para que me aconseje sobre el amor... tu eres la persona en la que más confío, además, tienes el hermoso don de acariciar el corazón de quienes sufren, por eso te expreso mis sentimientos, aun cuando sé que sufrirás por ello, y lo lamento. Sigo siendo el mismo tonto que el año pasado, y quizás la pandemia termine y yo continuaré siendo un imbécil... pero eso ya lo sabes.

Lamento no haberte besado ese día. Quizás no lo recuerdas. Fue el día antes de mi partida el mes pasado. Estabas desfilando en tu pijama de seda morado con encaje blanco, para mostrarme tus dotes artísticos sobre la pasarela. Te tomé fuerte de la mano, asustándote. Me preguntaste si todo estaba bien, y yo te respondí que si... y ahora te confieso que nada estaba bien, y quizás aún no lo está. Mi mente era un campo de batalla en ese momento. De un lado estaba mi ferviente vocación religiosa exigiéndome no ceder ante los deseos carnales, y del otro lado estaba yo, pensando en la calidez de tus labios. A veces pienso, era solo un beso, solo quería un beso de ti, ¿hay peligro en eso? ¿Dios se molestaría conmigo por besar a la mujer que amo? Un beso, es algo tan sencillo, es lo que hace la gente todos los días... pero ahora sé, que si viene de la persona correcta, el beso se convierte en la cura del sufrimiento.

Ahora que lo pienso, ¿no es así como descubrimos el poder de la mirada? ¿Recuerdas? Queríamos abrazarnos, tomarnos de las manos, acercarnos... y encontramos una forma de hacerlo con solo mirarnos... mientras las personas se alejaban unas de otras por miedo al contagio, tú y yo no nos separábamos en ningún momento. Una mirada, algo de todos los días, se convirtió en nuestra mejor forma de abrazarnos, de sonreírnos, de acompañarnos. He intentado explicarle nuestro pequeño descubrimiento a otros aspirantes en el monasterio, pero muy pocos lo entienden... muy pocos entienden la conexión que tú y yo tenemos, que, honestamente, a veces pienso que es más divina que humana.

Esta carta se está extendiendo mucho. Lo que en realidad quiero decirte es que lo siento. Lamento ser sincero contigo de esta manera, pero mientras estaba sumergido en el estrepitoso silencio de la meditación, en lo único que pensaba era en ti, y sé que no podré continuar con el retiro si antes no vacío la taza, por eso decidí escribirte estas palabras. Por favor, no me odies por no decirte antes que te amo.

Respóndeme, ¿está mal amarte como lo hago? ¿Sin medida?

No voy a renunciar a ti, Salomé, te lo aseguro. Encontraré la forma de conciliar mi amor con mi fe.

Mientras tanto, continuaré abrazándote en mis sueños. Te amo.

Elías

La carta que nunca te enviéWhere stories live. Discover now