1-VIVIENNE

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Red Falls, Oregón. Presente

―¿Y voy a tener mi propia habitación?

―Vas a tener tu propia habitación.

―¿Y Lily va a poder dormir conmigo?

―¿Cuándo no lo ha hecho?

No pude evitar sonreír ante la risa infantil de mi hija.

―¿Y papi va a poder quedarse con nosotras cuando nos visite?

―Por supuesto ―asentí divertida―. Ya sabes que papi siempre duerme contigo cuando está de visita.

―¡Mamá! ―se quejó Taylor desde el asiento trasero― Papá ronca mucho, ¿no se puede quedar contigo?

―¿Y yo tener que soportar ese castigo toda la noche? ―inquirí intentando sonar horrorizada― Olvídalo, cariño, yo voy a estar trabajando. Mejor que duerma en la habitación de invitados... O puedes hacer lo que hiciste la última vez.

Traté de no reírme con el resoplido que soltó mi hija.

―Papá no apreció que le metiera mis calcetines en la boca para que se callara. Jamás debí hacerte caso ―me acusó haciendo que finalmente mi carcajada escapara de mi boca.

Bienvenidos a Red Creek, hogar de las cascadas más hermosas del país.

Sonreí de felicidad cuando divisé el letrero que anunciaba mi llegada a mi nuevo hogar.

Con una población de no más de 2.000 personas, cualquiera pensaría que este lugar no tendría ninguna clase de vida turística. Meses atrás ni siquiera había sabido de su existencia, pero había sido gratamente sorprendida al descubrir que el pequeño pueblo no sólo estaba escondido entre hermosas montañas dueñas de coloridas y diversas cascadas y bosques vírgenes llenos de vida, también le brindaba morada a El Edén, un rancho que daba refugio a cientos de animales desahuciados, abandonados o abusados por sus dueños.

Ni siquiera lo pensé cuando enviar mi currículo tres meses atrás al enterarme de la existencia del refugio y aprender sobre su objetivo de salvar tantas vidas como pudiesen, así que magina mi felicidad dos semanas atrás cuando recibí una propuesta de trabajo del lugar. No había dudado en renunciar en la clínica donde había estado trabajado en Portland en los últimos cuatro años, empacado todas nuestras pertenencias y mudado.

―¿De verdad no te molesta el habernos mudado, Tay-Tay? ―pregunté una vez más a mi bebé de siete años.

―Me prometiste que podría ayudarte con tus pacientes, mamá ―respondió fijando su mirada con la mía en el espejo retrovisor antes de que su semblante cambiara a uno lleno de pánico―, y también me prometiste que podía seguir estudiando desde casa.

―Claro que sí, nena ―dije rápidamente para evitar un nuevo episodio―. George me prometió que la conexión a internet es de primera en el rancho...

―Entonces no debemos preocuparnos por nada ―suspiró ella relajándose sobre su asiento antes de seguir mirando por la ventana.

Yo también me relajé al saber que Taylor no entraría en pánico en los próximos minutos.

Mi hija...había sido severamente acosada por sus compañeros de clases el año escolar pasado, hasta tal punto de no poder dormir por temor a lo que ocurriría al día siguiente en el colegio.

Con un coeficiente intelectual por encima de la media, de más estaba decir que Taylor era muy inteligente y siempre tenía algo que decir.

Y era muy honesta.

Así que, si no le gustaba algo, Taylor no tenía problemas en hacerlo saber. Cosa que a su maestra no le había gustado en lo absoluto al ser corregida por una niña de siete años en plena clase de matemáticas.

A FUEGO LENTO © ¡A La Venta En Amazon!Where stories live. Discover now