Capítulo 14

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No intercambiamos ni una palabra mientras César conducía su coche de vuelta a nuestra casa. Esther se sentó en el asiento del copiloto y envió mensajes de texto a todas partes para informarnos del cambio que estaba haciendo mientras yo, en el asiento trasero, me sentía como la adolescente a la que sus padres recogieron del colegio después de una pelea. Ya echaba de menos a Manuel terriblemente. Era extraño lo importante que se había convertido para mí en tan poco tiempo, pero la verdad es que me había conquistado fácilmente. Me dolió que no se despidiera de mí antes de encerrarse en su habitación y me pregunté si estaría enfadado conmigo. A mí me lo pareció. Me miró como si le traicionara al estar de acuerdo con Esther, pero algún día entendería que lo hacía por él y por su madre.

El ambiente era pesado cuando entramos en el apartamento. César se llevó las cosas a mi habitación, dejándome a solas con Esther, que ni siquiera me miró.

― ¿Podemos hablar un minuto? ― le rogué. Levantó su intensa mirada hacia mí, pero no emitió ningún sonido. ― Lo siento...

― No tienes que disculparte, Amalia ― llegó la voz de César, que acababa de regresar al salón. Esther le miró, sorprendida de que siguiera poniéndose de mi lado. ― No has hecho nada malo ―, añadió, mirando desafiante a su novia.

― Por supuesto, ella no puso tu propio trabajo en peligro, así que ¿a ti qué te importa? ― Comentó, amargada de que no estuviera a su lado.

― ¿Entiendes la razón por la que estoy furioso contigo? ― César levantó la voz y me hizo un gesto para que me callara cuando intenté calmarlo un poco. ― Amalia ha estado a nuestro lado como una hermana desde la primera vez que terminamos juntos y lo único que quedó para llamarla fue prostituta.

Bajé la mirada porque la verdad es que así me sentí cuando me preguntó si había hecho feliz a Manuel. César me conocía como la palma de su mano y vio en mis ojos la tristeza que me habían causado sus palabras, por eso ahora hablaba con tanta seguridad.

Fue en ese momento cuando Esther comprendió por qué César estaba tan enfadado con ella. Se volvió hacia mí y dejó escapar un suave sollozo. ― Amalia, ¿es así como te sientes? ― preguntó temblando.

Estaba cansada de intentar que los demás se sintieran bien cuando yo me sentía tan mal. ― Sí, y si no fueras la novia de César, habría reaccionado de manera muy diferente ―, logré decir.

― ¡Juro que no quise decir eso!

― Mira, Esther, haré todo lo que me digas a partir de ahora porque necesito el dinero. Me alejaré de Manuel, aunque me gusta mucho porque sé lo mucho que necesitas que este juego triunfe, pero, sobre todo lo haré por él. Porque sé muy bien la razón por la que participa y lo respeto. No me importa lo que quisiste decir y lo que no quisiste...

― Pero sabes que te considero como si fueras mi familia, y no podía creer eso de ti.

Sonreí cansada y le di un abrazo antes de salir del salón. ― No os peleéis por mi culpa ―, les rogué antes de encerrarme en mi habitación.

Siempre me he considerado una persona hogareña. Me conformaba con quedarme dentro y relajarme escribiendo o viendo una película, pero en cuanto entraba en mi habitación, tenía tendencia a salir corriendo. Ahora entendía a qué se refería Manuel cuando decía que se ahogaba en la casa. Me tiré en la cama y me pregunté qué estaría haciendo en ese momento, si estaría pensando en mí, si se estaría preguntando qué podría haber pasado si no nos hubieran interrumpido. Porque realmente me preguntaba dónde podríamos acabar en el futuro. Pero por ahora, no iba a averiguarlo por culpa de este estúpido juego. Con estos pensamientos me quedé dormida y en mi sueño nos vi a él y a mí abrazados en un ascensor parado, abrazados con fuerza, como si tuviéramos miedo de perdernos para siempre.

El juego del amor (#PGP2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora